Sociología y Trabajo Social: enseñar ciencias sociales en el contexto actual

Fotografía: Laura Frydenberg. En Instagram: @ojo.de.tiza

La Sociología, como parte de las Ciencias Sociales, busca hacer visible lo invisible de nuestras relaciones sociales y de los discursos que las enmarcan. ¿Cuál es la pertinencia de su enseñanza en el nivel superior, en este contexto?

A partir del último 10 de diciembre las decisiones e intervenciones gubernamentales, implementadas sin solución de continuidad y de manera meteórica, han generado y generan desasosiego y preocupación en más de un sector de esta sociedad, deviniendo puntos de partida más que potentes para la reflexión que propongo acá. Sin embargo, fue una situación más bien personal, cotidiana y frecuente relacionada con lo laboral lo que me dio el pie para arrancar.

Soy docente en el nivel superior. Enseño en Institutos de Formación Docente y en instituciones universitarias del Área Metropolitana de Buenos Aires, materias de grado y en propuestas de extensión. La mayoría de las horas que tengo a cargo corresponden a Educación Sexual Integral (ESI), pero también soy profesora de Sistema y Política Educativa y de Trabajo de Campo (un espacio curricular relacionado con la investigación).

Hace unas semanas me hicieron una propuesta para enseñar Sociología en la carrera de Trabajo Social de una universidad de gestión privada, del conurbano bonaerense, que acepté con mucho gusto y expectativas.

Como suele ocurrir en estos casos, desde la dirección me convocaron a una reunión antes de la toma efectiva del cargo, para conversar sobre cuestiones que hacen al dictado de la materia: rasgos generales de la institución y la carrera; encuadre de la asignatura en el plan de estudios; el calendario académico; fecha de reunión de profesores; trámites administrativos y demás aspectos por el estilo. 

En el marco de esta charla emergieron algunas preguntas que fueron formuladas como guías para el diseño de la planificación:  ¿de qué se trata la Sociología?, ¿cómo articula con Trabajo Social?; ¿qué pueden decir tanto una como otra ciencia social sobre el momento actual?; ¿por qué?

Se trata de interrogantes que, más allá del propósito y encuadre concretos con los que se plantearon (es decir, el armado de un programa académico, en el marco de una reunión laboral), operan como puntos de partida fértiles para reflexionar acerca de la potencia de las Ciencias Sociales y su enseñanza en el nivel superior (esto es, el espacio específico en el que trabajo), para interpretar qué está sucediendo en términos políticos y sociales en nuestra contemporaneidad, sus alcances, y, sobre todo, por qué dichas decisiones e intervenciones tan arbitrarias como violentas, tienen un plafón para ser formuladas e, incluso, celebradas.

A continuación, me dedico a pensar en esta clave.  

Qué es la Sociología: una breve descripción  

La Sociología es una ciencia social cuyo objeto de estudio es, precisamente, la sociedad y lo que los individuos que la conforman hacen, coadyuvando a su producción y reproducción. Por mencionar algunos ejemplos, sus preguntas refieren a los vínculos interpersonales (familiares, de pareja, de amistad, entre personas adultas, niñxs y jóvenes; entre alumnxs y maestrxs; entre médicxs y pacientes; entre trabajadores y propietarixs de los medios de producción); a las instituciones que las personas conforman y transitan (familia, escuela, religiosas, de atención a la salud, culturales, de seguridad social); y al mundo del trabajo y la economía (empleo y desempleo, consumos, modos de producción y distribución de la riqueza). Asimismo, incluye interrogantes que hacen al poder, las violencias, y las resistencias que se le oponen. 

Este campo de conocimiento reconoce dos aspectos estrecha y dinámicamente relacionados que se presentan aquí escindidos solo con fines explicativos: la teoría y el método. Breve y sucintamente, el primer elemento refiere a un conjunto de conceptos claves que permiten interpretar las acciones que las personas realizan,  los sentidos que construyen en torno a estas prácticas, sus modos de relacionarse entre sí, las instituciones que transitan, y las dimensiones socio-históricas de carácter más general, donde anclan estos fenómenos. El segundo, alude a ciertos procedimientos o pasos sistemáticos que lxs sociólogxs realizan a fin de construir datos empíricos que permiten, a su vez, robustecer el elemento teórico, o bien tensionarlo.

Como otras ciencias, la Sociología alcanza este estatus académico en el espacio de enseñanza e investigación universitaria occidental (básicamente, el llamado “Primer Mundo”: Europa y EEUU), y a la par del desarrollo y consolidación del sistema capitalista. En este devenir, al tiempo que pretende distinguirse de sus predecesoras ciencias naturales o exactas, sigue sus cosmovisiones y lógicas reconociendo su impronta paradigmática.

Su origen está relacionado con las crisis inherentes al nacimiento y consolidación de ese sistema, y a la necesidad, también constitutiva, de darles una explicación, medir sus impactos, prevenirlas y/o intervenir para solucionarlas. Desde aquí, en principio, se la puede describir como una ciencia capitalista, patriarcal, supremacista blanca y primermundista, con pretensiones de universalidad y objetividad. Se trata de sesgos de clase, sexo-genéricos, raza y geográficos que, precisamente por esas pretensiones, suelen invisibilizarse. 

La Sociología está estrechamente emparentada con otras ciencias sociales y humanidades como son la Filosofía, las Ciencias Jurídicas, la Economía, las Ciencias Políticas, la Antropología, la Pedagogía, la Psicología y, por supuesto, el Trabajo Social.  A su vez, se nutre de disciplinas tales como la Demografía, la Estadística, la Historia, la Geografía y las Artes. La articulación disciplinar que hagamos en nuestros estudios sociológicos, así como los énfasis que pongamos en uno u otro campo para las indagaciones en terreno, dependerán —como me han dicho en más de una oportunidad a lo largo de mi formación—, de las preguntas que encuadren y guíen nuestras preocupaciones e intereses de investigación.     

Mas lo que más me interesa subrayar aquí de la Sociología es su doble, contradictoria y potente cualidad de proponer la pregunta incómoda. De visibilizar lo invisibilizado y de hacer audible lo silenciado. De cuestionar el sentido común, haciendo de lo que siempre ha sido así, algo que pueda ser diferente. 

Sugerimos párrafos arriba que como ciencia social nace con un afán explícito relacionado con la explicación, la mensura, la predicción y la intervención con respecto a las crisis propias del capitalismo y sus efectos. Desde aquí, podemos decir que la Sociología indaga los conflictos inherentes a las relaciones sociales con el fin de controlarlos. Sin embargo, dicha pretensión va acompañada de otra intención que permite visualizar las experiencias subjetivas y prácticas colectivas que van en sentido contrario, expresando modos sociales de resistencia a dicho sistema. 

Sostengo que esta cualidad hace de la Sociología una lente interpretativa y herramienta de intervención social insoslayable para nuestra contemporaneidad. De ahí la importancia vital de enseñarla, como parte, en el caso que nos ocupa, de una instancia de formación en el Nivel Superior, más precisamente, la carrera de Trabajo Social. 

Las Ciencias Sociales y la necesidad de abrirle preguntas al sentido común

Si hay un rasgo que caracteriza nuestra contemporaneidad de manera contundente es la pregnancia que tiene el sentido común y sus prenociones con estatus de certezas inobjetables, como explicación unívoca de los fenómenos y procesos que nos toca atravesar.

Este fenómeno insistente a la hora de argumentar lecturas sobre la realidad y, en muchos casos, decisiones en torno a la misma, me deja perpleja porque produce y reproduce ideas que no representan cabalmente lo que sucede, al tiempo que se niega a admitir re-preguntas que las tensione. Desde ahí, afirmar que el sentido común es un rasgo preeminente de nuestra contemporaneidad es decir que abundan lecturas sesgadas e incompletas de la misma que, a la vez, se pretenden como exhaustivas y acabadas. 

Esto en sí no es algo novedoso ni privativo de la Argentina actual. De hecho, las Ciencias Sociales en general y la Sociología en particular, desde sus orígenes hasta esta parte y en todos los espacios en donde se desarrollan, insisten en subrayar la necesidad de re-interrogar continuamente los fenómenos sociales, a fin de dar cuenta de sus complejidades y las relaciones sociales de poder que los sustentan. Elementos que el sentido común, justamente por esas mismas razones, tiende a borronear. 

Sin embargo, lo que sí me llama la atención y considero necesario problematizar como algo distintivo de la realidad argentina contemporánea es que dicha insistencia en el sentido común sea parte constitutiva de la política gubernamental, promovida desde el Estado.

Citamos como ejemplo las argumentaciones que suele presentar el presidente de la nación que, aunque sean dichas con pretensión explícita de cuestionar la doxa (ver discurso en Davos), no dan cuenta de ninguna fuente teórica rigurosa, así como tampoco de datos empíricos que las respalden. Por mencionar algunas situaciones concretas, resulta que estábamos al borde de una hiperinflación de un 15.000% anual (creo, porque tampoco me quedó muy claro), provocada por algo llamado colectivismo que hay que combatir por sus alianzas ideológicas con el capitalismo keynesiano, el feminismo, el ambientalismo y, por supuesto, el socialismo. 

Otro ejemplo de la insistencia del sentido común en la política de Estado se da con la gestión ministerial de la seguridad y su afán de control de las protestas sociales y demás expresiones de resistencia a las políticas de ajuste. Mediante operaciones discursivas y represión concreta, no se sabe a ciencia cierta cómo la participación en la calle se ha convertido en sinónimo de delincuencia.  Lo cierto es que, al tiempo que participar en una marcha o cacerolazo se convierten en actos punibles, se quitan recursos públicos para intervenir en situaciones de violencia que incluso comprometen la vida. Así lo demuestra el cierre del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad o el INADI, organismos estatales que de ningún modo han resuelto las injusticias padecidas por importantes grupos sociales, pero que sin duda, han permitido visualizarlas y pensarlas como susceptibles de intervención gubernamental. 

Por último, en esta apretada enumeración de ejemplos en donde la política gubernamental emerge vertebrada por el sentido común, la convocatoria, tan insólita como, tal vez por ello, impracticable, de otorgar ayuda alimentaria a cada individuo que así lo solicite, prescindiendo de sus canales de participación y representación comunitaria.

No hay estudio social que permita sostener la posibilidad de algo así. Por el contrario, cualquier aproximación a los sectores populares urbanos indica que esas organizaciones devienen claves para vehiculizar a nivel barrial aspectos insoslayables de la vida cotidiana, como son la alimentación (comedores y merenderos); los cuidados (redes de asistencia y contención); e, incluso, la educación (Jardines Comunitarios y Bachilleratos Populares).    

Los tiempos que corren: entre la inmediatez y la necesidad de reflexión

Sin negar la lamentable existencia de muchos otros, compartí esos ejemplos porque expresan, a su vez, la pregnancia de la validez de la doxa como explicación última y verdadera de los fenómenos sociales en varios sectores que han acompañado con su voto el triunfo de la fuerza política que la encarna a nivel gubernamental. 

Entre estos sectores incluyo a varixs de mis estudiantes quienes, tal como escribí en otra oportunidad, conforman un grupo nutrido de jóvenes entre 20 y 30 años, con sus necesidades básicas satisfechas y capitales académicos sólidos que, desempeñándose acorde a lo que se espera de ellxs en tanto alumnxs, sostienen ese tipo de argumentaciones para justificar su voto a Milei. 

Desde sus miradas, entonces, la gestión de la ayuda social individuo/Estado, sin mediaciones de ningún tipo, es importante toda vez que conduce, también de manera lineal, a terminar con los cortes de calles como método de protesta y reclamo para alcanzar dicha ayuda. Por tanto, ese tipo de gestión individual contribuirá a ponerle coto a un delito: las alteraciones constantes del tránsito por la vía pública, motorizadas por un conjunto de organizaciones que, sin legitimidad e incluso de manera corrupta, se arrogan la representación de las mismas. 

Partiendo de la base de que lo que dicen argumentan no es producto de confusiones o errores —están convencidxs de lo que dicen— escucharlxs me provoca interrogantes urgentes sobre esa insistencia y pregnancia que sólo logro amortiguar un poco cuando pienso que la permeabilidad de la celebración del sentido común y las dificultades para interrogarlo hablan de la profundidad de la derrota de quienes, como yo, pertenecemos a un colectivo que se niega a otorgarle a la doxa estatus de verdad única y acabada.

Esta derrota, tan sólida como extensa, no se origina con la Libertad Avanza sino que, por el contrario, la antecede y la trasciende.

En tal caso, el triunfo de esta fuerza partidaria y su acceso al poder expresa de manera clara la contundencia de la cosmovisión que la sustenta y, como he dicho, su permeabilidad. Una cosmovisión individualista y fundamentada en el sentido común que, al mismo tiempo, es cortoplacista.

En efecto, la inmediatez, rasgo epocal íntimamente ligado a otros aspectos culturales como son el desarrollo de las tecnologías digitales, los entornos virtuales y las redes de comunicación, es uno de los condimentos esenciales del despliegue y consolidación del sentido común como explicación única de todas las cosas. Desde allí, plantea un desafío a la vez político y de interpretación toda vez que formularle preguntas con el fin de tensionarlo es algo que lleva inevitablemente tiempo. 

En este punto, subrayo una vez más la potencia de la Sociología, el Trabajo Social y las Ciencias Sociales en general, para aportar reflexión crítica a la doxa, respetando a su vez, las demoras que misma supone. Sobre todo si se las piensa en el marco de una propuesta de enseñanza-aprendizaje como la que me han ofrecido, porque ese encuadre académico y pedagógico deviene un ordenamiento temporal disruptivo en relación a la cosmovisión de la urgencia que prevalece. 

Entiendo que transitar una carrera de nivel superior que prepara para el desarrollo de una tarea con implicancias directas en la cotidianeidad de muchas personas como es Trabajo Social, considerando tanto la necesidad de reflexión como el tiempo que la misma requiere propuestos por las Ciencias Sociales en su conjunto, hará posible construir algunas amortiguaciones y resistencias a los efectos de esa derrota, tanto política como profesionalmente.      

Publicada el 9 de marzo de 2024


Si te gusta lo que hacemos en Gloria y Loor podés apoyarnos asociándote a la Cooperadora de GyL

Soledad Vázquez

Es socióloga, docente y magister en educación. Enseña Educación Sexual Integral en Institutos de Formación Docente y en UNSAM. Su tesis doctoral está en proceso de evaluación.

Notas relacionadas