Rumiaciones de una docente en el laberinto educativo
¿Cómo va, cómo va? Me sorprenden trabajando. Este segunda parte del año esta frase cuelga de mis labios con demasiada frecuencia. Mi otra frase de cabecera por estos días es “Toy que no doy más”.
La verdad es que el año pasado estaba un poco aburrida, sobre todo por las tardes, ahí en la preceptoría. Pero ahora extraño a veces esa abulia. Al final, el ser humano es un eterno insatisfecho¿no? Oooooh viene de filosofía pedorra el newsletter parece… estoy tan sorprendida como uds., no me esperaba esto.
Bueno, continúo con la deriva filosófica. A veces hay que tener cuidado con lo que se desea. Para apreciar la contundencia de este aforismo, hagan un click en La pata de mono, cuento escalofriante si los hay. Bueno, está bien, no quieren leer, acá va la versión genial de Laiseca, bánquense 8 minutos de video, ¿podrán?
Mis estudiantes de 3ro no escalofriaban mucho, así que yo les hice una versión menos decimonónica (el cuento es de 1902, pero quien dice 1900 dice 1898 ponele, sean clementes). ¿Qué fue de la vida de Clemente? No lo vi nunca más.
Ya saben que salto de un tema al otro, así que no voy a disculparme más por eso. Le estoy dando vueltas a la cosa porque dije que extraño la abulia, dije que a veces hay que pensar bien lo que se desea… en fin, estoy contenta con mis nuevos quehaceres, pero no puedo bajarme de la adrenalina y a veces me cuesta dormir.
La semana previa al acto del patrono, fecha en la que tenía que discursear frente a tooooodaaaa la comunidad educativa (y cuando digo toda, digo profes preceptores estudiantes familias auxiliares ex docentes de la casa ex directivos de la casa supervisores) se imaginan que mis nervios estaban en un paroxismo extremo. Mi superyoica vice, para tranquilizarme, me decía que mi antecesora decía unos discursos hermosos, y que yo tenía que decir unas palabras sentidas. ¡¡¡Sentidas!!! ¿Puede haber un vocablo más lleno y vacío al mismo tiempo?
Finalmente salí bastante bien parada, gracias al training de los newsletters. Es decir, el discurso fue un newsletter sin memes ni música. Igual me aplaudieron y yo respiré aliviada. Claro que las obligaciones no habían frenado allí. Tuve que saludar a una parva de gente desconocida y poner cara de anfitriona. Me consolaba saber que al final nos íbamos a quedar los íntimos para disfrutar de un brindis (con gaseosa, obviamente, eran las dos de la tarde y somos gente seria, ¡no sean mal pensados, che!) y sanguchitos.
Los invitados ya se iban yendo y yo estaba cada vez más cerca del banquete, cuando me interceptan dos madres.
A una ya la tenía vista de las primeras semanas de mi cargo conductivo, no en un momento precisamente feliz. Es que a su hijo se le habían esfumado los anteojos justo cinco minutos antes de la salida y yo, novatísima, había dejado ir a todo el mundo. Estaba cerrando ya el boliche cuando entró la madre iracunda y me dijo “Ya sé que sos nueva y no tenés nada que ver, pero esta escuela es un desastre, el año pasado le desaparecían las galletitas y los lápices… y que patatín y que patatán” (no dijo así literal, pero se los resumo).
Yo estaba absolutamente compungida, porque era mi semana número dos en gestiones. Así que le escuché toda su catarsis de “la escuela no hace nada, y deberían haber retenido a todos los alumnos, revisar sus mochilas” y seguía y seguía hasta el infinito. La mujer ya estaba planteando que tenía que traer yo a un carro hidrante y llamar a gendarmería para recuperar los anteojos y dar un castigo ejemplar a los perpetradores. Yo balbuceaba “bueno, la escuela tiene una normativa, nosotros no podemos revisar a los estudiantes…” Opté por quedarme en silencio y dejar que se descargara. Insistía que en la escuela de la hija de su prima habían retenido a los alumnos por horas para que apareciera un celular. Yo sabía que eso era imposible, pero la dejé hablar. Ése es el problema de trabajar en esto, todo el mundo fue a la escuela, o conoce a alguien que va a la escuela, y entonces opinan. En mi próxima vida voy a ser física nuclear, a ver si ahí todos saben. Como verán, mis nuevas funciones están alterando mi esencia pacífica y además, ya lo dice el título, “Estoy cansá, cansá, cansá”.
Imagínense mi alegría cuando en pleno festejo se me aparece mi némesis no demasiado sonriente (a pesar de que su hijo había actuado y había sido muy aplaudido), junto a otro mamá.
Se me presentan como mamás de 2do año y me empiezan a indicar los pasos que debía realizar para constituir la cooperadora, porque así no podíamos seguir, y en la primaria del hijo de su amiga la cooperadora blablabla (¡sí, otra vez haciendo referencia a otra escuela y refregándome el ejemplo en la cara, ¡por Dios ella, el sistema educativo de Caba y todo su círculo social!). Yo apelaba a un recurso que ya he comentado en otros envíos: poner cara zen y pensar “Esto no está sucediendo”, mientras veía desplazarse a la gente mordisqueando empanadas y mis anhelados sanguchitos se alejaban inexorablemente. ¡La vida puede ser tan injusta a veces!
Mi perspicaz vice salió al rescate y, esgrimiendo una empanada se acercó y dijo las palabras mágicas “Dire, te necesitan acá para…” A nadie le importó la última parte de la oración y pude hacer un elegante mutis por foro.
¡Yísus, esa mujerrrrrrr! Estoy temblando ya con el acto de fin de año, no sé qué me deparará el destino.
Hablando de sanguchitos, eso es lo más lindo de las reuniones de Supervisión. En las más tranquis hay café, medialunas y galletitas Diversión, que mucho no me gustan, pero son vistosas. A mitad de año hubo un catering apoteótico en una mega reunión que incluyó al Director de Media, es decir, il capo di tutti capi. Pobre hombre, nombrado así parece Michael Corleone, pero resultó una persona bastante accesible, más que su asistente, que siempre me clava el visto en el wasap.
Pero volvamos a lo importante, el catering dichoso consistía en medialunas, sanguchitos de peceto y de pollo con distintos aderezos, frutas frescas, frutos secos, sanguchitos opción veggie, café, té, yogur, gaseosas, agua para la gente sana en extremo, y las infaltables Diversión. Así que ahí la pasé bien, y me reencontré con mis antiguas autoridades, pero ya en modo “colegas”. Yo sí que sé lo que es triunfar.
Sé que me agradecen estos secretos del poder. De nada, es un servicio que les hago, y cuando vuelva al llano me leerán añorando a estas simpáticas galletas.
¿Qué otras cosas les puedo contar? Recibo muchísima gente todo el día, y a veces siento que me hablan me hablan me hablan ¡ooooohhhh no puedo ser feliz, con tanta gente hablando hablando a mi alrededor! Vienen madres, vienen padres, viene el asesor de cooperadora (no tenemos cooperadora, pero asesor sí), vienen los supervisores, vienen los agentes externos (suena a película de espías, pero no, son laburantes del gobierno de la ciudad, como esta newsletista), vienen los profes, vienen los preces, vienen los auxiliares, vienen los educandos, viene un guardia urbano porque necesita hacer pis (sic). Esto último me sumió en un mar de dudas ¿puedo dejar pasar a un guardia urbano, que tal vez no es un guardia urbano, sino alguien que se puso un chaleco y viene a vandalizar el colegio? Mi vice ya se había ido, no tenía con quien consultar, así que dije que no podía pasar. Me sentí mal, porque yo también soy de ir al baño seguido y comprendí que no estaba cumpliendo con la debida sororidad de vejigas, pero bueno, así es la Conducción, no hay lugar para las fragilidades humanas.
¿Les intriga saber cómo me preparo para afrontar cada día el fragor de la lucha? Me encanta la palabra “fragor”, su sonoridad ya remite al quilombo. Bueno, me clavo los auriculares en el subte, y escucho “A mi manera” en la versión de Sid Vicious. Si coincide con el momento en que estoy subiendo la escalera y emerjo de la tierra con mis borcegos negros, no hay nada más glorioso. Eso me prepara para cualquier eventualidad.
Toda esta montaña rusa de sensaciones tiene un lugar de remanso: las clases en el comercial nocturno. ¿Les dije que había tomado horas en una escuela a la noche? Creo que sí. Siempre me pareció muy alocada la gente que trabajaba en los tres turnos, y ahora esa locura me estaría sucediendo. Veremos cómo llego a fin de año. Por lo pronto, sigo así, porque uno nunca sabe lo que puede ocurrir en un futuro.
Me resulta insoportable cuando estoy volviendo en subte, sobre todo los viernes, después de la amansadora de la Dirección, saber que el día aún no ha terminado. Así que lo habitual es cabecear en el vagón, y después dormirme, rogando no dar el lamentable espectáculo de babearme con la cabeza en el hombro de algún desconocido. No sé si ha ocurrido aún, no esperen imagen de esa situación, porque si la tuviera, tampoco la pondría.
Me despabilo como puedo y llego a mi último destino educativo del día. Ahí soy como una sombra, voy apenas por 4 hs, nadie me conoce. ¡Ahhh, la libertad del anonimato absoluto! En general los chicos vienen tarde, y son bastante pocos. Así que tengo varios minutos para poner la mente en blanco un rato, y ahí no cabeceo, pero es como si durmiera despierta, no sé si me explico.
Los pibes caen de a poco “hola, profe, me quedé dormido” “hola, tuve que trabajar hoy, recién termino” “profe, la otra clase falté porque llovía” “profe, el martes no vine porque cumplía años mi mamá” “Pero si tu mamá cumplió el mes pasado, ¿dos veces al año cumple tu mamá?” (tengo un toc que me reditúa la simpatía de las gentes, una vez que sé una fecha de cumpleaños, no puedo olvidarla jamás). Así se van desgranando las excusas y arrancamos de a poquito, como un auto viejo con mañas. Después ya estamos en viaje, disfrutando el recorrido, a veces poesía, a veces un cuento, a veces gramática… es como volver a lo esencial. Y así como siempre puteo cuando estoy entrando a la nocturna, siempre siempre me voy con una sonrisa, pensando “Al final, me gusta dar clase, ¿será mi vocación nomás?”
Les dije que venía en modo filosófico este envío. Como siempre, fue un placer, hasta la próxima, besito.
Enviado el 22 de octubre de 2023.