Entre remolinos de recursos y vórtices de estrategias, Soledad Araujo reflexiona acerca de las múltiples dimensiones que entran en juego en la enseñanza de las Ciencias Naturales (pero no sólo)
“Profe, una pregunta: ¿ustedes los profes no aprenden a enseñar de forma más divertida? ¿Por qué en distintas materias hacemos siempre lo mismo? ¿No se dan cuenta profe que nos aburrimos y así no aprendemos? Estas son algunas frases que tomé de estudiantes reales de la escuela secundaria en la que trabajo. Sí, reales. Esta es la percepción de nuestros estudiantes de hoy respecto de las clases, y no solo de Ciencias Naturales, Biología o Química, sino en general. Y esto que les estoy diciendo no es ninguna novedad, es algo que sabemos desde hace un tiempo. Pero la cuestión no es hablar de esta verdad que lamentablemente ya conocemos, sino qué hacer para enseñar ciencias de una forma innovadora y que nuestros estudiantes aprendan mientras disfrutan. Ah, pero ¡qué ambiciosa Soledad! ¿Nada más que eso? Bueno, a continuación intentaré esbozar algunas ideas al respecto.
Vengo pensando (y trabajando) desde hace un tiempo, acerca de qué cosas podemos cambiar para enseñar Ciencias en la escuela de manera significativa (y no morir en el intento).
Como bióloga y Doctora en Biología por la Universidad Nacional del Sur, hice toda mi carrera en temas biológicos. Pero desde hace varios años me dedico a la Didáctica de las Ciencias Naturales, es decir “a enseñar a enseñar Natu” en las escuelas. En este hermoso camino fui encontrando diversas propuestas y desafíos acerca de cómo enseñar Ciencias en la escuela primaria y secundaria, tratando de innovar y que los estudiantes se copen mientras aprenden (cuestión no menor en los días que corren).
Es así que fui tomando aportes de diferentes autores y autoras, estudié, me especialicé, leí mucho, miré videos, fui a congresos e hice cursos. Todo esto para tener mejores ideas de cómo enseñar ciencias a mis estudiantes de una forma diferente, menos convencional, digamos.
En esta vorágine de propuestas, secuencias, proyectos y planificaciones me di cuenta de algo: lo que necesitaban mis estudiantes era hacer prácticas que los vinculara con su propia vida, sus intereses y su contexto escolar, familiar, local. Ya sé que tampoco esta idea es ninguna novedad, pero se nos tiene que prender la lamparita para poder empezar a hacerlo realidad en las aulas.
Es así que, poco a poco, sin pausa pero sin prisa, fui incorporando PPAD: Pequeñas Prácticas Áulicas Diferentes, a saber: juego de roles, desarmado del aula tradicional para pasar a la famosa “ronda”, experiencias y experimentos de laboratorio, horas de clase en el patio, grabación de podcast, filmación de videos en los que actuamos, producción de infografías, salidas didácticas, afiches interactivos, uso de maquetas y simuladores virtuales, resolución de ABP (Aprendizaje Basado en Proyectos), juegos y dinámicas grupales, entre tantos otros recursos y estrategias que se me vienen a la cabeza pero que no voy a nombrar para no excederme (y para que después me pregunten, obvio…).
¿Que si las hice todas juntas? ¿todas en un mismo año? ¿para el mismo curso? ¿con un mismo contenido? Por supuesto que la respuesta es no. Aquí viene el trabajo minucioso, casi artístico diría, de seleccionar aquellas estrategias y recursos más adecuados para cada grupo de estudiantes y teniendo en cuenta todo aquello que los y las docentes ya tenemos incorporado (casi en nuestro ADN): el Diseño Curricular, el programa de la materia, los documentos curriculares “extras”, la planificación diaria o semanal, lo que nos pide “la dire”.
Si pienso en la pregunta: ¿qué quiero que mis estudiantes aprendan con esta actividad? (es decir si tengo claro el objetivo y las características del grupo), será más fácil elegir un recurso de entre miles. Si sumado a ello también tengo claro qué les gusta hacer y qué estrategias me dan más resultado, es decir cómo aprenden mis estudiantes, entonces estaré un paso más adelante. Finalmente, y será tema de otra nota, viene “LA EVALUACIÓN”, sí así, en mayúsculas, pero por ahora, la vamos a dejar a un costadito.
Justamente la personalización, la adaptación de las estrategias y la cuidadosa selección de los recursos son parte del motivo por el que no podemos -o no deberíamos- compartir planificaciones como si fueran galletitas (o masitas, en Bahía Blanca). Paso a explicar: como poder, podemos compartir planificaciones, ideas, actividades, pero nunca eludir la responsabilidad de adaptarlas al grupo de estudiantes con el que estoy trabajando. ¿Vieron que a veces nos pasa que viene un/a colega y nos dice: “Che a mí no me resultó llevarlos al laboratorio, se dispersaron, tocaron todo, no les gustó, se aburrieron… ¿cómo hiciste para que los tuyos se entusiasmen?” Y bueno, ahí está el núcleo (¿de la célula? ¡No! ¡De la cuestión!): son diferentes grupos y por lo tanto sus intereses también son diferentes. Lo que me funcionó a mí, estratégicamente hablando, puede no funcionarle a la profe de otro grupo, aunque sea el mismo año y la misma edad.
Y a todo esto, ni mencioné la enorme oferta de recursos que hay en la actualidad, desde plataformas de videollamadas, videos, simuladores, páginas on line, hasta programas de diseño y un gran etcétera. Por supuesto que no me voy a hacer la experta ni mucho menos, pero varias de estas propuestas surgieron (o por lo menos las descubrimos) en pandemia. Si algo nos dejó esta experiencia pandémica fue una batahola de recursos que después no sabíamos (y a veces aún no sabemos) ni cómo ni cuándo usar.
Pero queridos y queridas lectores y lectoras: a no desmoralizarse ni marearse en este mundo recursero y estratégico, que los y las colegas estamos para ayudarnos. El trabajo en equipo es lo más enriquecedor, las ideas se comparten y también surgen compartidas. Es como dice la genia de Melina Furman: tenemos que “…innovar en la educación real, empezando por enseñar distinto en cada una de nuestras clases. De partir de lo que hacemos todos los días para buscar mejores maneras de enseñar que generen en nuestros estudiantes una plataforma de despegue sólida, que expanda sus horizontes y los ayude a desplegar sus alas. De mirarnos como profesionales de la enseñanza. De alimentar el movimiento de educadores y educadoras que imaginan otros modos posibles y emocionantes de enseñar y aprender.”