Las efemérides vinculadas a nuestra historia reciente ponen la lupa sobre la ideología de los docentes en la época del "Con mis hijos no": ¿qué márgenes de maniobra tenemos?
Tenemos que a partir de tres consensos:
El primero es que sí. Toda pedagogía es política.
El segundo es que todos los seres humanos somos y hacemos política.
El tercero es que la política no implica necesariamente el partidismo.
Sosteniendo estas tres premisas les invito a entrar en el aula y preguntarnos qué libertades y qué restricciones tenemos los docentes al momento de sostener nuestra pedagogía agonizante frente a un grupo de estudiantes.
Preguntas
Cuando se acerca el 24 de marzo, ¿Podemos hablar de esto en las aulas? Sí. ¿Podemos decir “Qué capo Néstor que abrió la Ex-ESMA”? No estoy segura. ¿Podemos decir “qué barbaridad los militares que asesinaron, torturaron y desaparecieron personas”? Sí. ¿Es todo tan simple? No, ni tan simple ni tan lineal.
Cuando trabajamos en torno al Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia lo que estamos haciendo es poner sobre la mesa uno de los propósitos fundamentales que tiene la escuela, planteado en las leyes y diseños curriculares nacionales y jurisdiccionales, a saber: defender e inculcar la vida democrática, desarrollar pensamiento crítico y solidario y acompañar la construcción de ciudadanía.
No se trata de hablar mal de los militares, no. Se trata de poner en discusión qué tipo de gobierno, en términos conceptuales, es más ¿saludable? para la sociedad en la que vivimos. ¿Abogamos por una república? ¿Por un gobierno totalitario? ¿Por una democracia directa? ¿Es mejor tener un sistema presidencialista?¿Un sistema parlamentario? Todas estas preguntas son bienvenidas en el aula. Tienen que aparecer, y si no aparecen las tenemos que hacer. Les estudiantes tienen que tener la (maravillosa) oportunidad de afrontar la realidad: no siempre fue así, no todo tiene por qué ser así, es probable que nada vuelva a ser así.
Cuando trabajamos en torno al Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia lo que estamos haciendo es poner sobre la mesa uno de los propósitos fundamentales que tiene la escuela, planteado en las leyes y diseños curriculares nacionales y jurisdiccionales
Contradicciones
Yo soy política. Y también soy peronista. Debo cuidar de no hacer partidismo dentro del aula. ¿Es difícil? Sí. ¿Alguna vez he incurrido en faltar a este contrato con mis estudiantes? Creo que sí, pero sin intención. Y cuando sentí que traspasaba un límite traté con decisiones pedagógicas y didácticas de rectificarme y maniobrar.
Les estudiantes (y sus familias) no tienen por qué pensar como yo. No obstante yo, su docente, tengo la obligación, sí, la obligación de ofrecerles multiperspectividad, diversidad de fuentes, oportunidades de construir hipótesis y confrontarlas, ofrecerles instancias de debate, de escucha, de enseñar a argumentar sobre la base de información fehaciente y elaboración de opiniones propias (de elles, no mías).
Y cuando tienen una opinión diferente a la mía, lo cual cuesta porque yo soy su docente -soy un ejemplo, soy referente, soy su maestra y mi mirada y opinión es muy importante, (por más que digan lo contrario, sé que en sus casas repiten hasta el hartazgo “pero la seño lo dijo así”)-, sé que para elles no es fácil contradecirme, sé que no es sencillo. Entonces es aún más importante que acompañe esa opinión.
Pero me molesta que opinen distinto, es verdad. Pero qué valioso es el disenso.
Certezas
Sé que hay familias que dicen “con mis hijos no”. Y yo les contesto que toda pedagogía es política. Pero es verdad, como me dijo una colega, que esa frase hecha es una forma de subestimar a la otra persona cuando sabemos que se está refiriendo a que no haga política partidaria con sus hijes.
Pero no hacemos política partidaria, le trato de explicar. Hablar de los militares y su gobierno dictatorial en complicidad con diversos grupos civiles no es partidismo, es trabajar una parte de nuestra historia, es hablar de derechos, porque sí… les niñes y adolescentes también tienen derechos. Pero las familias dicen “con mis hijos no”. Y entonces cómo decirles que con sus hijes sí, que elles también tienen derechos y que es nuestra obligación garantizar que se cumplan.
Les estudiantes (y sus familias) no tienen por qué pensar como yo. No obstante yo, su docente, tengo la obligación, sí, la obligación de ofrecerles multiperspectividad, diversidad de fuentes, oportunidades de construir hipótesis y confrontarlas, ofrecerles instancias de debate, de escucha, de enseñar a argumentar
Y las familias nos siguen diciendo “con mis hijos no”. Pero nosotras, las maestras, tenemos la certeza de que con sus hijes sí. Porque tienen que construir sus propias opiniones. Y la escuela es el lugar para eso.
Memoria
No podemos hacer partidismo. ¿Y que sí podemos hacer? Podemos mostrar fuentes de información en las que se observa cuáles fueron los grupos económicos beneficiados por la dictadura. ¿Es eso partidismo?
No puedo decir en el aula de qué partido suelen ser los mejores gobiernos, pero podemos comparar qué leyes se crearon en cada gobierno y qué gobiernos defendieron a los sectores sociales más vulnerables (y vulnerados).
Hay muchas cosas que no puedo decir, pero lo que no puedo callar es la necesidad imperiosa de hacer memoria en las aulas para poder decir entre todes: Nunca Más.