Luciano Pérez tiene 13 años y está en 2º del turno mañana. Le tocó transitar la secundaria, hasta hace muy poco, desde su casa. Con el día de lxs estudiantes como puntapié, Luciano se pregunta qué sentido tiene un centro de estudiantes y por qué no se pudo armar uno en su escuela durante la pandemia.
Cuando me invitaron a que escribiera esta nota en el día de lxs estudiantes, tuve la idea de buscar el porqué de la celebración de esta fecha. Googleando me enteré de que tiene que ver con la repatriación de los restos de Sarmiento el 21 de septiembre de 1888 y que a un estudiante de Filosofía y Letras se le ocurrió que era buena idea (?) hacer una celebración alrededor de ese hecho.
A través del tiempo, esta fecha fue cambiando de sentido, a la vez que otras fechas que tienen que ver con el estudiantado argentino cobraron importancia. Una que me parece muy relevante es la que se conoce como “la noche de los lápices”, durante la cual diez estudiantes secundarios que militaban en la UES fueron secuestradxs y torturadxs por su participación en la lucha por el Boleto Estudiantil. Este hecho marcó a sangre nuestra historia.
Frente a esto, me impacta que el día de lxs estudiantes sea el 21 de septiembre, una fecha que casi nadie sabe qué significa y no el 16 que tiene que ver con la lucha estudiantil. Muchos años pasaron desde ese trágico día de 1976 y hoy me pregunto para qué es necesario que lxs chicxs participemos políticamente. Esto es un interrogante que me hice a principios de este año frente a ciertas injusticias que surgieron en la escuela de la que soy estudiante.
“Un centro de estudiantes en pandemia no es tan útil”, eso me dijo mi preceptor cuando pregunté si teníamos centro de estudiantes. En ese momento, me sorprendí frente a tremenda respuesta, no entendía por qué no podíamos tener un centro de estudiantes en una pandemia. No entendía cuál era la relación entre la pandemia y la participación estudiantil. Decidí, entonces, empezar a buscar si había algo así como leyes que hablasen de la conformación de un centro de estudiantes. Gracias a la ayuda de mi familia que me orientó, encontré que sí había una ley nacional (26.877) y otra provincial (14.581), y me pasé un sábado entero leyéndolas. Estaba muy entusiasmado y empecé a pensar que sí sería útil que hubiese un centro de estudiantes en mi escuela. Especialmente en pandemia.
Le propuse al delegado de nuestro curso la idea de conformar un centro. Al principio, se entusiasmó pero, unas semanas más tarde, me dijo que tenía mejores cosas que hacer. Intenté llegar a otrxs estudiantes… Aunque a un par le gustó la idea, la mayoría no mostró interés. Al ser nuevo en esa escuela y tener un posicionamiento político bien definido (soy peronista) sentí que ambas cuestiones me jugaron en contra. Por un lado, me costaba llegar a mis compañerxs ya que lxs conozco poco: sólo habíamos compartido una semana de presencialidad y el resto del año sólo mantuvimos encuentros virtuales que no ayudaron a que pudiéramos conocernos. Por otro lado, la escuela a la que voy es bastante retrógrada (digamos tradicional, para que no suene tan fuerte) y esto dificulta que yo me pueda terminar de integrar.
Así, desistí de la idea de armar un centro, aunque sigo sosteniendo que todas las escuelas deben tener uno o algún tipo de organización estudiantil, sin importar si hay pandemia o no. Es importante contar con un espacio en el que lxs estudiantes podamos reunirnos y proponer mejoras para nuestras escuelas. El hecho de que en algunas instituciones educativas se desaliente la organización de lxs estudiantes va en contra de nuestro derecho a tener una voz que sea escuchada.
La falta de peso de las voces de lxs estudiantes es un gran problema en la actualidad, ya que no se toman en cuenta seriamente nuestros reclamos y sugerencias. A veces me pregunto si esto se relaciona con que somos estudiantes o con que somos muy jóvenes para que nos tomen en serio.
La mentalidad de “no a la política en la escuela” afecta a lxs estudiantes y profesorxs por igual. Hay muchxs estudiantes cuyas familias se oponen a la participación política. Esto lleva a una creencia de que, por ejemplo, los centros de estudiantes son perjudiciales o que a partir de una edad unx puede o no tener una ideología. Limita también los contenidos que puede abarcar unx profesorx, ya que la política está presente en todos los aspectos de la educación. Y digo que una cosa es la política partidaria y otra es la política como una cuestión que atraviesa todos los aspectos de nuestras vidas. Porque decidir desde qué lugar nos cuentan la historia y la geografía del país, por ejemplo, también es político.
La falta de peso de las voces de lxs estudiantes es un gran problema en la actualidad, ya que no se toman en cuenta seriamente nuestros reclamos y sugerencias. A veces me pregunto si esto se relaciona con que somos estudiantes o con que somos muy jóvenes para que nos tomen en serio. “Sos muy chico para opinar sobre política” me han dicho más de una vez cuando propuse hacer algunos cambios en la escuela (por ejemplo, sobre la organización de los recreos). Ni qué hablar si intentamos sugerir algo en relación con las propuestas educativas, un tema que nos afecta y sobre el que no tenemos ni voz ni voto. Creo que si nosotrxs participáramos activamente en la planificación de las clases, siempre teniendo en cuenta los contenidos que se tienen que enseñar, sería mucho más interesante tanto para lxs estudiantes como para lxs docentes.
No somos “muy jóvenes” para opinar sobre estos temas. Para construir la escuela que queremos, nuestras sugerencias son tan válidas como las de las personas adultas.
Publicada el 21 de septiembre de 2021.
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