Freire y el pirata Mala Pata: el tesoro está en el piso del aula

Un 5º grado escribe en las baldosas un desafío matemático. La rosa de los vientos aparece dibujada entre giros y preguntas. A 100 años del nacimiento de Paulo Freire, el maestro Horacio Cárdenas linkea las ideas del pedagogo recifense con una poderosa imagen del aula. La cabeza piensa allí donde los pies pisan. 

A cien años del nacimiento de Paulo Freire se multiplican los homenajes. Como no queremos ser menos, garabateamos un pequeño tributo alrededor de una de sus frases, poniéndola a charlar con una escena de la escuela popular.

Dicen que Freire dijo alguna vez que “la cabeza piensa allí donde los pies pisan”. Convertida en lema, tanto cabecera de agenda como faro pedagógico, la oración nos ilumina el recuerdo del aula. Allí, niños y niñas de un quinto grado en una escuela pública del sur de la Ciudad de Buenos Aires discutían un sencillo problema de geometría:

El Pirata Mala Pata enterró su tesoro y en el mapa escribió que estaba “a 4 centímetros de la X”, y se murió. ¿Dónde estará el tesoro?

Un papel con una cruz en el centro de una isla acompañaban la consigna. Más que de encontrar el cofre, se trataba de ponerse de acuerdo sobre los posibles lugares donde cavar. Porque resolver en matemática, y en la ciencia toda, no es acertarle al blanco sino más que nada convencerse y convencer al conjunto del camino emprendido. 

En ese agite de feria Jesús, el Toni, Jona y Juanma intercambiaban posiciones. Para acordar no les alcanzaba con lo recién desplegado en sus hojas. Mostrarse los dibujos, no: las huellas tímidas del compás decían poco fuera de sus autores. Tampoco eran suficientes los gestos ampulosos y el tono encendido para argumentar. Ni siquiera el pizarrón, amplio territorio de autoridad, les ayudó a persuadir.

Necesitaron tirarse al piso. Si había que buscar un tesoro (imaginario, lo sabían, claro), entonces había que hurgar la tierra. Cómo removiendo terrones con palitas, capturaron unas tizas y dibujaron las baldosas.

Ahí donde los pies pisan apareció todo lo pensado. El centro de la cruz surtía direcciones hacia un “arriba” ombliguista, y a la vez contradictorio, como un “abajo” que ya no podía ser más abajo, porque el plano no lo permitía. En el piso entonces las direcciones absolutas, tan afirmadas antes, tambalearon. La derecha de uno es la izquierda del que mira de frente. Surgieron entonces los vientos de la rosa, norte-sur-este-oeste, como si la convención trajera el absoluto. Si bien esa rosa no era parte del plan, ni del plano, si nadie la nombró antes, igual apareció.

—¡Ay! ¡Tenés que mirar bien el mapa! Mirá, te voy a mostrar bien. ¿No ves? Norte y sur –los dedos surcan veloces un meridiano–; este y oeste –bailan al otro lado.

—Claro. Pero es de dónde lo mirás. Yo lo miro de este lado y para mí, este es el sur.

—Ah, sí… También es verdad lo que yo digo. Aunque de tu forma de vista, sí pasa. ¿Entendés?

Queriendo encontrar un tesoro hallan otro: terminan discutiendo la perspectiva, el sistema de referencia, la relatividad de las posiciones, aun sin bautizarlas así. 

Si en la escuela el ambiente enseña, ahí están las paredes con sus carteles, sus mapas, algunas conclusiones y calendarios, reglamentos y abecedarios, bandas o cuadros y un largo etcétera. Están además todo el mobiliario y los instrumentos de labor contribuyendo a la tarea. Más por si fuera poco, en el aula hasta el piso forma el ambiente alfabetizador.

Para acordar es necesario desplegar la escena, armar el foro, formar una ronda. Si al conversar seriamente ponemos “las cartas sobre la mesa”, acá la tabla debió ser más amplia, como para toda una banda, porque la escuela del pueblo a nadie deja afuera.

Pero ¿Es para tanto? ¿Estudiantes dibujando en el piso? ¿Y el higienismo sanitario? ¿No será esto ya un declarado “viva la Pepa”?

No parece. Quizás dibujar las baldosas no sea en principio nuestra necesidad (no fue anotado en la planificación, no). Tampoco era imprescindible pasar por las puntas de la veleta para resolver la actividad (tampoco eso iba consignado en la secuencia didáctica). Por lo tanto, ni el piso ni la rosa de los vientos serán obligaciones. Pero si surgen como necesidad de ellos, entonces la nuestra es habilitarlos.

En el aula las cabezas piensan donde los pies pisan. Sí, ya sabemos: la frase freireana apuntaba para otro lado, tanto más amplio y profundo. Se dirá que nuestra versión es cuanto menos pedestre. Y sí, justamente.

Freire fue grande justamente por canjear las palabras difíciles en concretos representativos, sin desfigurar ni un tantito las ideas de fondo. Así nos hablaba de los vínculos entre la conciencia y la praxis, de las colisiones entre estructura y superestructura, de los amores entre materia e idea. Su prosa amable conjugaba la filosofía en lengua popular.

Esa frase resulta una ingeniosa y clara explicación del materialismo dialéctico interpretando la epistemología. Pero no dicho así, retorcido como tapón de trapo. Freire fue grande justamente por canjear las palabras difíciles en concretos representativos, sin desfigurar ni un tantito las ideas de fondo. Así nos hablaba de los vínculos entre la conciencia y la praxis, de las colisiones entre estructura y superestructura, de los amores entre materia e idea. Su prosa amable conjugaba la filosofía en lengua popular.

Menos especulativa y bastante más literal es nuestra ilustración. Sin embargo, no la contradice. Creemos que, incluso, se contienen. Porque el piso concreto aquí ocupa también el lugar de un piso metafórico. Solo hay un concepto general si hay particulares. Solo habrá concepto, como la noción de circunferencia, al desenterrar las relaciones que la definen. A las abstracciones se accede con los pies en la gramilla, con pico y pala, pasando por una experiencia de trabajo creativo y con sudor de laburantes, nunca “chamuyando” palabrejas en el aire.

No hace falta desparramarse por el suelo para estudiar en clase. Hace falta discusión. Y para discutir hay que encontrarse, peripatear el aula, sacudir la osamenta, encontrarse y compartir la escena. Pensar juntos donde se pisa.

Publicada el 23 de septiembre de 2021.


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Horacio Cárdenas

Horacio Cárdenas (Buenos Aires, 1976) es maestro de escuela. Vive en la República de Mataderos, Ciudad de Buenos Aires. Egresado de la Escuela Normal Nº 4 en el 2002, trabajó en varias aulas, de aquí para allá, hasta que en el 2007 llegó a la Nº 15 del distrito escolar 13, en el barrio de Lugano, escuela pública gigante donde junto con compañeras y compañeros construyeron proyecto colectivo. Desde 2004, junto a maestras y maestros, forma parte de un grupo de reflexión sobre la práctica bautizado Luis Iglesias, en homenaje al gran maestro argentino. Incursiona también en la formación docente, compartiendo lo aprendido, en torno a la enseñanza de la matemática en distintos profesorados.

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