Frente al debate sobre métodos y enfoques de alfabetización, es central volver a las prácticas reales en las aulas reales y no caer en prejuicios y soluciones mágicas.
El último domingo de enero Infobae se ocupó de interrumpir el ansiado descanso, porque en las redacciones no hay receso que valga cuando de marcar agenda educativa y por ende política se trata. Es así que temprano salió una entrevista aparentemente inocua a una especialista de Conicet (“si viene de CONICET es confiable”, una pensaría). Resulta que en la entrevista Ana Borzone culpa al enfoque psicogenético, utilizado en la alfabetización inicial, de todos los males habidos y por haber. Por lo pronto plantea que les adultes no saben leer por culpa de ese -mal llamado- “método” y que de continuarse en dicha línea les niñes serán prescindibles en un futuro.
La entrevista cae en lugares comunes, trillados, en las clásicas críticas que se le hacen a la educación, pero que son críticas que podríamos escuchar en una charla de café, no en un medio masivo de comunicación de la mano de una especialista en el campo.
Me pregunto por dónde empezar: vamos por el principio. La especialista hace alusión a las supuestas falencias del enfoque psicogenético, constructivista o como prefieran llamarlo, en contraposición a la vieja y conocida conciencia fonológica. Según Borzone, mediante la utilización de la psicogénesis les pibes no se alfabetizan mientras que con la conciencia fonológica lo hacen en 4 meses. ¿4 meses? ¿En serio? ¿De cero a saber leer y escribir? ¿Todes? Eso dice, no importa de dónde vengas, en 4 meses tendrás a tu deseado estudiante alfabetizado.
Cualquiera que viva en este mundo sabe que para acceder a espacios de poder hace falta un manejo hábil de la cultura escrita, y eso está muy por encima del deletreo, implica ser capaz de construir sentidos mediante la escritura y la lectura, y para eso hace falta saber mucho, muchísimo más que las letras.
Entonces vuelve la pregunta que aparece cada vez que hablamos sobre escolaridad, sobre contenidos y aprendizajes, qué implica saber leer y escribir, pues es justamente es eso lo que está en disputa. No es una cuestión de métodos, es una discusión política, porque lo pedagógico y lo didáctico, claro, también es político. Si saber leer y escribir sólo implica el manejo del código, es cierto, la conciencia fonológica cumple con lo prometido: en 4 meses es probable que les niñes puedan deletrear y escribir palabras sueltas, ahora, ¿eso es leer y escribir? Cualquiera que viva en este mundo sabe que para acceder a espacios de poder hace falta un manejo hábil de la cultura escrita, y eso está muy por encima del deletreo, implica ser capaz de construir sentidos mediante la escritura y la lectura, y para eso hace falta saber mucho, muchísimo más que las letras.
El enfoque psicogenético justamente viene a traer esta cuestión sobre la mesa, no se trata de enseñar palabras sueltas, sino de comprender a la lectura y a la escritura como un todo mucho más complejo que un código. En la nota dicen que el enfoque pretende que les chiques “adivinen” en lugar de enseñarles a leer: nada más lejano, justamente lo que intentamos es enseñarles a anticipar qué puede estar escrito a partir de diversas apoyaturas que tienen que ver con las letras pero no únicamente, porque entendemos que leer es construir sentidos, y no descifrar un código y en esa construcción de sentidos se ponen en juego muchas más variables que el sonido de cada letra.
Por otra parte, la nota plantea que el rol docente queda desdibujado, que les docentes no enseñan, que se les ha obligado, con la introducción del enfoque psicogenético, a correrse de la enseñanza, a dejar que les niñes sean libres y aprendan sin ayuda. Debo decir que mi yo maestra, con dolor de cintura porque las mesitas en primer grado son muy bajas, se prendió fuego al leer ese fragmento. ¿Que no intervenimos? ¿En serio? Letras móviles, consignas diversificadas, ambiente alfabetizador, lecturas de cuentos, escrituras por dictado a la docente, intercambios entre lectores y tanto más, ¿de verdad piensan que todo eso es posible sin la intervención docente?
En la mayoría de las aulas argentinas, por más que muchos diseños curriculares así lo indiquen, no se enseña con el enfoque psicogenético, sino que continúa imperando la conciencia fonológica.
Pero, ¿saben qué? Mentir sobre cómo es el enfoque psicogenético, en la nota, es lo de menos. La gravedad está en lo que esta simple columna de domingo invisibiliza y quiere imponer. Por un lado, detrás de la certeza, que entiendo y comparto, de que muches adultes no son capaces de leer y escribir, oculta adrede una realidad: en la mayoría de las aulas argentinas, por más que muchos diseños curriculares así lo indiquen, no se enseña con el enfoque psicogenético, sino que continúa imperando la conciencia fonológica, la enseñanza de las letras y el deletreo. Es decir que les adultes que la entrevistada asegura no saben leer es más probable que sean “hijes” de la conciencia fonológica o de una mixtura de enfoques que no es ni chicha ni limonada. Es así que en la mayoría de las aulas de nuestro país les pibes, les más afortunades, aprenden para qué sirve leer y escribir afuera de la escuela, y eso es lo grave, lo gravísimo, lo imperdonable. Es urgente que en cada escuela leer y escribir implique construir sentidos y no poder poner las vocales que faltan.
La diferencia está presente en la escuela, la atraviesa y afecta las trayectorias escolares de les pibes. No todes llegan en las mismas condiciones, no todes viven las mismas realidades, no todas las instituciones cuentan con profesionales idóneos, materiales de trabajo y tiempos para ser dedicados a enseñar y aprender. Por eso la nota invisibiliza el hecho de que las políticas educativas, sociales y económicas, juegan un rol indelegable para poder lograr una educación de calidad. Acusar a un enfoque como único responsable de las problemáticas educativas es de mínima reduccionista.
Digo que esta nota oculta pero también impone porque, de a poco, por debajo de la alfombra, va convenciendo y haciendo vox populi que les pibes necesitan una enseñanza eficaz, rápida que produzca sujetos alfabetizados, como una máquina perfecta funcional a las políticas neoliberales y al reino de las neurociencias. Una máquina que produzca sujetos que leen y escriben pero que son incapaces de construir sentidos, es decir de hacerlo críticamente. Pero claro, no todes, quienes tienen la fortuna de contar con un entorno alfabetizado, que les invite a conocer los múltiples usos de la lectura y la escritura, que les convierta en participantes activos de la cultura escrita, podrán ir más allá del código, más allá de la escuela.
El debate implica al enfoque, pero lo excede, las decisiones didácticas son decisiones políticas, elegir que les pibes pongan en juego el leer y escribir, y el hablar claro, en su entera complejidad, que se enfrenten a la difícil tarea de alfabetizarse, implica que se formen como sujetos críticos capaces de comprender y transformar la realidad. En 4 meses puede que sean capaces de fonetizar pero para hacerse dueños de la cultura escrita hace falta mucho más que eso. En las escuelas queremos formar dueños colectivos de la palabra, dueños que puedan leer el mundo y darse cuenta de que de elles depende que ningún ser humano sea prescindible.
Publicada el 1 de febrero de 2022.
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