La traición como estrategia pedagógica

Fotografía: Julio Pantoja

Cómo opera la pedagogía del engaño en la práctica docente. Un texto incómodo, que expone el carácter ficcional de “lo rupturista” en el mundo educativo.

Mijael me mira, lo miro, nos miramos, miramos el dibujo con paquetes de distintos tamaños de café. Silencio. Silencio sostenido. 

-Bueno Mija, ¿qué paquetes agarro para tener 1 y 1/2Kg de café?

Silencio.

-Mija, yo sé que vos sabés que podemos agarrar un paquete de 1Kg y otro de 1/2Kg y listo. ¿Qué otros paquetes podemos agarrar para juntar la misma cantidad de café?

Silencio

-¡Mija! No entiendo, ya hicimos este tipo de ejercicios varias veces, yo sé que vos sabés. ¿En qué estás pensando?

-Profe, estoy pensando en que no encuentro la trampa…

¿Qué sucede en la escuela primaria cuando este tipo de problemas, cuya resolución parece obvia y que sabemos a ciencia cierta que cualquiera del grado puede resolver, son mirados con sorpresa? Preguntas simples y directas que no encuentran respuesta en el aula. Ejemplo: “si te comés media pizza, ¿cuánta pizza te queda?”

¿Dónde está el nudo en todo esto? 

Finalmente una transición mal resuelta entre paradigmas quizás se esté llevando puesto el trabajo de aula y sus consecuencias sean, entre otras, alumnas y alumnos que desconfían de sus docentes, que desconfían de sus propias respuestas y que finalmente no saben bien para qué están haciendo eso que hacen todos los días en el aula.

¿Somos los y las docentes, con una biografía escolar completamente atravesada por el conductismo e implementando un constructivismo a medias, quienes no estamos pudiendo construir un espacio seguro para la conversación, donde nadie crea que lo quieren engañar? ¿Estamos construyendo una pedagogía del engaño’?

La pedagogía del engaño intenta sostener que la tarea docente no es otra que la de pensar cómo hacer para que el alumno no se de cuenta de que unx está intentando enseñar.

Muchas actividades escolares están teñidas de esa pátina y en general son aquellas que falsamente se nombran como “alternativas”, “disruptivas” y “modernas”; nombremos solo algunas:

  • Áreas integradas (las profesoras de matemática y lengua se juntan para leer “El hombre que calculaba” con los alumnos de 1ro). 
  • Visionado de series o  películas (Vemos Troya sentados en el piso de la sala de informática). 
  • Lectura de “otros tipos textuales” (historietas, libros álbum, revistas, artículos de divulgación). 
  • Juegos (con palabras, con números, con imágenes).
  • La compu (páginas en flash con contenidos escolares).

Presentamos estas actividades a lxs niñxs como algo alternativo, como una acción disruptiva que detiene el supuesto “normal devenir escolar”, el combo copiar-leer-leer-repetir. Devenir que en la mayoría de los casos imponemos de manera casi imperceptible para darle marco a estas “rupturas”. Inmediatamente les pedimos que disfruten de esta anormalidad, les advertimos que si las cosas no suceden tal como se las espera esta novedad desaparecerá y se volverá al circuito copiar, leer, leer, repetir.

Una transición mal resuelta entre paradigmas quizás se esté llevando puesto el trabajo de aula y sus consecuencias sean, entre otras, alumnas y alumnos que desconfían de sus docentes, que desconfían de sus propias respuestas y que finalmente no saben bien para qué están haciendo eso que hacen todos los días en el aula.

Es evidente que no son las actividades en sí las que son sujeto de análisis aquí, sino la lógica profesional que impera detrás de las metodologías que las presentan como novedad. Todo aquello que lxs profesores nos propongamos usar como herramienta vale dentro del aula: es la reflexión profesional que existe detrás de esa decisión la que la embebe de sentido.

Lxs pedagogxs del engaño usamos estas alteraciones del normal devenir como herramientas del chantaje, hacemos interminables listas de cosas que deben cumplirse como requisito para acceder a alguna de estas novedades. La “visita” al laboratorio es, quizás, la más representativa. Nos asusta pensar en la responsabilidad que deberemos asumir si “algo sale mal”. Por eso ponemos múltiples obstáculos delante. Los alumnos se acostumbran a oír “¡si no se portan bien no vamos a ir al laboratorio! ¡Si no pueden mantener el aula limpia durante el desayuno! ¿Cómo puedo confiar en que no van a romper algo ahí dentro?”. 

El video es ascético, nada puede romperse ni gastarse, lo preferimos por sobre cualquier otro lenguaje porque, inmersos como estamos en la era de la información a la carta, nos dejamos tentar por la vasta cantidad de opciones que nos propone la internet.

La pedagogía del engaño confunde divulgar con enseñar y espera que el video nos reemplace, convencida de que podrá contar/explicar las cosas mejor que nosotrxs a unos niños a los que el mercado, ha educado para entretenerse. 

La pedagogía del engaño pareciera desconocer al estudiante como sujeto político dejándolo fuera de su propio proceso de aprendizaje.

La pedagogía del engaño asume que el estudiante no es más que un sistema vivo al que se le cargan conocimientos de manera automática si se realizan una serie de actividades definidas.

La pedagogía del engaño reniega del conductismo, pero no puede abandonar la idea de que es posible hacer funcionar el binomio actividad nueva = conocimiento nuevo.

La pedagogía del engaño no planifica o lo hace de manera asistemática, la novedad y la sorpresa como banderas atentan contra la planificación y proyección de la tarea profesional.

La pedagogía del engaño se encuentra, con el correr de los años, alumnxs desconfiadxs a los que cada vez le cuesta más embarcarse en actividades que no saben para qué son y que luego van a transformarse en objeto de examen (porque lxs pedagogxs del engaño no nos privamos de tomar examen escrito).

Su peor consecuencia es que la adhesión a esta pedagogía nos transforma a lxs profesionales de la educación en técnicxs del disfraz. Nos hace perder miles de horas obligándonos a pensar constantemente la novedad y la ruptura. Pero por sobre todas las cosas, impide que lxs maestrxs nos detengamos a profundizar nuestra formación, a discutir estrategias, a planificar cooperativamente, a pensar el año, el ciclo y la escuela como conjunto.

La idea de la novedad y de la constante renovación es cara al opinador liberal, aplaude los engaños porque le encanta ser sorprendido. El liberal está convencido de que la educación se “degradó” porque los profesores no entienden a los chicos de ahora que ya nacieron con la necesidad de ser sobre-estimulados al máximo, que salieron de la cuna siendo consumidores consumados que le exigen al maestro una novedad nueva cada día.

UNA EDUCACIÓN QUE SE PROPONE PASAR INADVERTIDA JAMÁS SERÁ TRANSFORMADORA, UNA EDUCACIÓN QUE DEJA AFUERA AL OTRO NUNCA SERÁ LIBERADORA, UNA EDUCACIÓN QUE SE RESUELVE UNILATERALMENTE NUNCA, JAMÁS, SERÁ EMANCIPADORA.

Es imperioso que explicitemos nuestra tarea, asumir que es compleja y que requiere mucho más que buenas ideas es el primer paso. Nunca llegaremos al final pero, mientras tanto, todos caminaremos sabiendo a dónde vamos.

Publicada el 2 de diciembre de 2021.


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Carlos Vidal

Carlos es maestro de grado, nació en San Isidro y cursó toda su educación obligatoria en colegios con nombre de santo. Fuera del aula fue parte del Programa Nacional de Ferias y coordinó el Equipo de Apoyo del Colegio Sarmiento. Hoy trabaja en formación docente situada de CABA. Escribe y produce programas de TV y radio centrados en la divulgación de las ciencias. Astrofotógrafo y pescador amateur, se maneja con la misma fascinación y torpeza en ambas disciplinas.

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