El 25 de Mayo y la escuela prácticamente forman parte del mismo universo. Los actos escolares parecen detenidos en el tiempo pero es necesario transformarlos, sostiene Jimena Venturelli, y para eso la escuela no debe renunciar a esta celebración de la memoria colectiva.
Llega Mayo y con él la “gran fiesta patria”. Pensamos en el locro, las empanadas, la escarapela y desfiles variopintos que aún vemos en algunas localidades del interior. Todos, en algún momento, nos disfrazamos de “negritos candomberos”, caballeros o (las afortunadas) de damas antiguas, en prácticas pedagógicas que, a pesar de estar cuestionadas por bibliografía actualizada, parecería que aún conservan vigencia si atendemos a palabras de docentes en ejercicio:
Intentando escapar a estas tradiciones escolares, en las escuelas de todo el país un número importante de docentes estamos pensando lo mismo: ¿Qué hacemos el 25? Y, de la mano de esta pregunta, otro conjunto de interrogantes que se actualizan cada Mayo: ¿para qué sirven los actos? ¿Qué se propone la escuela con ellos? Frases enojadas pueblan la escuela en el Mes de la Patria: “los festejos deben hacerse el 25, no sé por qué perdemos tiempo el 24”, “los actos no sirven para nada, sólo para perder clases”, “los actos son algo autoritario, propio de la época de los milicos” e innumerables reflexiones afines.
Queridx colegx, luego de revisar sucesos y acontecimientos de Mayo, te propongo en las líneas que siguen volver a pensar pensar los sentidos políticos que se juegan en Mayo en nuestras escuelas.
Acto, escuela y Estado
La escuela surge como institución central para la consolidación del Estado-Nación argentino. Siguiendo los planteos de Oscar Oszlak, en el ya clásico libro La formación del Estado Argentino (1999), la escuela representó la capacidad de internalizar la identidad colectiva mediante la emisión de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y que permiten el control ideológico como mecanismo de dominación. Dicho en otras palabras, la escuela fue central para la formación de la ciudadanía y la difusión de lazos de comunidad y solidaridad entre quienes formarán parte de ese Estado-nación en ciernes en el siglo XIX.
La escuela no puede dejar de hablar de Mayo, si lo hace otros hablaran y será campo abierto para no ya los peligros de la tinellización de la cultura, sino aún peor: la proliferación de discursos autoritarios y antiderechos que pretenden minar la escuela, que es casi el último bastión para la consolidación de una ciudadanía plena y democrática.
En este punto son interesantes los aportes de Alejandro Cattaruzza en Los usos del pasado (2007). Él explica cómo la celebración del Centenario de la patria en mayo 1910 nos permite apreciar toda una definición política en sí misma. La Nación aparece asociada a Mayo, y mayo, al menos en instancias iniciales, a la ciudad de Buenos Aires al Cabildo y la Primera Junta de Gobierno.
Los actos de mayo, a lo largo de todo el siglo XX, han mantenido esta idea. En los últimos tiempos han aparecido algunas alertas sobre los mismos: la reproducción de los estereotipos de género al ocultar el rol político de las mujeres, la invisibilización de los sectores populares (que quedan relegados a “aspectos decorativos” del acto), la mirada puerto y porteñocéntrica de los acontecimientos de mayo, entre otros. Sin embargo, estoy convencida de que no es para nada recomendable atravesar el 25 en silencio, sencillamente porque Mayo es la oportunidad de hablar de Patria en la escuela.
¿Por qué hay que hablar hoy de Mayo?
A tono con lo que reflexionábamos en el punto anterior, los sentidos políticos atribuidos a la gesta de mayo se mantuvieron (al menos a grandes rasgos) durante casi todo el siglo XX. Sin embargo, la crisis del modelo neoliberal y el estallido social y político del 2001 trajo aparejado algunos fenómenos que fueron vistos como novedad: la crisis de los partidos políticos tradicionales, de la representación política y la emergencia de sectores populares que coparon el espacio público a lo largo y ancho del país (un poco más allá que la General Paz), tales como los movimientos de desocupados y piqueteros.
La desazón, el desempleo, la pobreza y la fragmentación del tejido social ensombrecieron nuestros días. Una frase se había puesto de moda en aquellos tiempos: “Si los ingleses nos hubieran invadido en 1807 y 1808 hoy seríamos Australia”. En parte era comprensible: es muy difícil hablar de patria mientras a tu casa llega el telegrama de despido. Sin embargo, eso generó un fenómeno que algunos llegaron a llamar como la Tinellización de la política. La escuela dejó el monopolio de la transmisión de la fiesta patria y emergieron otras voces, como en este sketch del 25 de mayo del ya viejo y clásico VideoMatch .
Por más divertido que parezca, el problema es obvio: cuando la escuela se hace un lado, otras voces ocupan su lugar. Así proliferan parodias que transmiten los siguientes mensajes: mujeres con un lugar absolutamente secundario en la gesta patria, sectores populares que solo pueden de cortar calles e interrumpir el tránsito y una “clase política” poco preocupada y “farandulizada”.
Es cierto que en los últimos años se crearon recursos y portales educativos que abordaron la gesta de mayo y ofrecen recursos interesantes a las escuelas. También es cierto que los 2000 dieron lugar a un boom editorial y también televisivo sobre divulgación histórica argentina. No es el interés de esta nota hacer un análisis de esto último, sino presentar la siguiente conclusión:
La escuela no puede dejar de hablar de Mayo, si lo hace otros hablaran y será campo abierto para no ya los peligros de la tinellización de la cultura, sino aún peor: la proliferación de discursos autoritarios y antiderechos que pretenden minar la escuela, que es casi el último bastión para la consolidación de una ciudadanía plena y democrática.
El desafío para maestras, maestros y profesores es pensar el acto con un sentido emancipador. Debe ser una oportunidad para rescatar el rol fundamental de las mujeres y sectores populares: indígenas, negros y mestizos en historia.
¡Viva la Patria!
Mayo en la escuela es la oportunidad de hablar de patria. Es cierto, desde hace algunas décadas, el concepto de “Patria” aparece asociada golpes de estado, a lo militar y a lo autoritario: pensemos en el chocolate con churros en las escuelas distribuido por las Fuerzas Armadas mientras sonaba Aurora, a la vez que desaparecían alumnos y docentes y se prohibían los centros de estudiantes en el marco de la lucha contra la subversión.
Viviana Postay y Natalia Uanini en Un pasado heroico para la patria peronista (2001) afirman que en las naciones hispanoamericanas la patria apareció como unidad preexistente, relacionada con pertenencia étnica, religión y demás elementos señaladores de continuidad histórica. Ligado a esto, la escuela ha transmitido una idea estática de patria (asociado a una perspectiva historiográfica mitrista) la que implicó una narración de la historia centralizada en la región de Buenos Aires y homogeneizante, verticalista y con rasgos autoritarios (las masas adquieren sentido histórico a partir del rescate a manos de un líder o “provincia hermana mayor”), marginadora de los sectores populares y con hegemonía estatal. Los actos han transmitido esta visión durante todo el siglo XX, y parece que en el siglo XXI gran parte de esta lógica se mantiene.
Defendemos la idea de que Mayo debe pensarse desde un sentido dinámico de Patria, que cuestione el imaginario que describí antes. La Patria que ayer (como hoy) la construyen los sectores populares, esos mismos que en mayo se organizaron y conformaron las milicias que expulsaron a los ingleses, aquellos que integraron los ejércitos en la Guerra de la Independencia, aquellos negros y mulatos que asumieron que su libertad era la de todos: pues no hay libertad sin emancipación. La Patria es la de las mujeres, pero no solo de aquellas que donaron joyas; sino de las miles que se jugaron la vida y la de su familia. La Patria son las Juana Azurduy, que defiende la patria de la embestida del Ejército Realista en el Alto Perú. La Patria son las madres; seguro conocemos muchos padres de la patria, pero tenemos una madre: la Capitana María Remedios del Valle, de origen africano, que peleó en el ejercitó de Belgrano, quien sorprendido por su lealtad y coraje, la ascendió al rango de capitana.
Empecemos el día con una sonrisa, desempolvemos esa escarapela que, como dice el genial Mario Santos, quizás hace mucho que no usamos. No le sigamos regalando a sectores autoritarios de ayer y hoy el amor por nuestra Patria, no descansemos sobre la idea de que Patria es un concepto obsoleto y conservador: reapropiarse de la Patria desde un sentido transformador es hoy misión indeclinable de las escuelas.
Publicada el 25 de mayo de 2022.
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