¿Por qué ser maestros, cuando tantas veces nos toca enfrentarnos con situaciones imposibles? ¿De qué se trata la "vocación docente" sobre la que se vuelve una y otra vez?
Cuando decidí ser docente soñaba con ayudarlos a alcanzar su potencial liberando su creatividad interna. Ahora sólo bombeo su mierda
Profesora de literatura en Sex education, temporada 3, episodio 5.
En la magistral escena de la magistral serie Sex Education con la que comienzo esta nota, la profesora Emily Sands, docente de literatura, destapa el inodoro del baño de un micro en medio de una excursión escolar. Mientras lo hace, y mientras los espectadores casi sentimos salir de la pantalla el olor a mierda, enuncia esa frase donde parece ser una profesora frustrada, donde siente el fuerte choque de aquello que deseaba en sus inicios y la dura realidad de la escuela. Y si bien no todos los que trabajamos en educación hemos tenido que destapar con una sopapa el inodoro de un micro, quienes vimos la serie nos sentimos identificados con la profesora Sands. ¿Cuántas veces nos enfrentamos a alguna situación para la que realmente no estábamos preparados, pensando “no soy docente para esto”, sintiendo que la realidad nos pega en la cara? Y sin embargo, Emily (podemos llamarla por su nombre de pila, somos colegas y estamos en confianza) trabaja en la escuela día a día, se relaciona con los y las estudiantes, conoce sus historias, intenta ayudarlos para que realmente puedan liberar su creatividad interna. No se queda en su frustración. Vuelve a las raíces, al inicio. Se pregunta qué hago acá y a lo largo de los capítulos lo va contestando. Y mientras miro la (ya lo dije) magistral serie (si no la vieron, véanla), aunque casi no aparecen los problemas salariales porque todos los docentes televisivos viven en una realidad paralela donde llegan bien a fin de mes, creo que nunca me sentí tan reflejada. Por eso hoy quiero, como Emily, tratar de pensar qué nos lleva a estar allí, día tras día, a pesar de todo.
Pensar en la elección de una carrera siempre nos lleva a la palabra vocación; palabra que luego es invocada para quitarnos derechos laborales, como si la vocación y los derechos fueran incompatibles. La vocación no es un llamado del cielo donde de golpe decidimos sacrificar todos nuestros proyectos en el altar de la escuela, abandonando nuestros deseos y nuestras necesidades materiales para misionar por siempre. Es, más bien, aquello en lo que consideramos que nos gusta trabajar, es esa motivación personalísima e íntima que nos lleva a elegir un camino (o varios) para nuestra vida. Esas motivaciones pueden estar acompañadas de alguna aspiración revolucionaria, o (como la profesora Sands) buscando ser una influencia positiva en la vida de nuestros estudiantes; podemos sentir una pasión por una disciplina y luego buscar la manera de llevarla al aula; hay quien llegó luego de haber dado vueltas por varias carreras “mejor remuneradas”; el o la que elige la profesión por inspiración de un maestro; quien convivió con familiares docentes y se sintió parte de las aulas desde la infancia. También, por supuesto, está quien elige la profesión porque es la posibilidad de tener un trabajo estable, y en un país con los niveles de informalidad laboral que tiene Argentina, tener un empleo registrado que asegure los derechos laborales básicos no es poca cosa. En este punto, el problema no es de la docencia, sino justamente de la estructura de nuestro mercado de trabajo. Si uno, desde Buenos Aires, googlea “¿dónde estudiar para ser docente?” llega al video “ser maestro” de la web oficial del Gobierno de la Ciudad. Algunas de las palabras que dicen los protagonistas del spot cuando les preguntan qué es ser maestro: amar, brindarse, compartir, dedicación, entrega, servicio. Recién al final aparecen los términos pasión y vocación. En lo personal, me gusta mucho la maestra que dice “creer en el otro”, porque si hay algo que tenemos en común es que siempre creemos en nuestros estudiantes y en su posibilidad de aprender, y en la búsqueda constante de nuevas formas de enseñar.
¿Qué nos motiva, entonces, a elegir ser profesionales de la educación? ¿Qué es lo que nos sostiene cuando ya estamos en el aula y nos sentimos perdidos? La gran Débora Kozak, a quien extrañamos cada día y que nos enseñó tanto, dejó en su blog algunas motivaciones para ser docentes. Nos recuerda, además, que “no somos mártires; no hicimos votos de pobreza; no somos masoquistas; no elegimos sufrir. Optamos por una profesión maravillosa que vamos a defender para que podamos ejercerla con dignidad y disfrutarla, sin dejar que ningún árbol nos tape el bosque.” Yo puedo agregar a sus palabras que siendo docentes es imposible aburrirnos. Ninguna clase es igual a la otra, aunque se trate sobre el mismo tema (a menos que nuestra clase sea un monólogo y que no nos interese la respuesta del otro). Si nos aburrimos, pensamos distintas estrategias, buscamos nuevos materiales o proponemos diferentes actividades y la clase sobre las guerras civiles en Roma que dimos en 2015 no es la misma que damos en 2021. Además, ver el brillo en los ojos de los y las estudiantes cuando entienden algo, cuando descubren algo que no sabían, cuando les sale un ejercicio que les costaba o cuando les aparece una duda que no tenían es genial. Esa mirada que hemos visto (este año por encima de los tapabocas) es lo que muchas veces ayudar a que una clase “salga bien”. Recuerdo esa vez que, tras una clase sobre cuestiones de economía, una alumna me contó que había podido charlar con su papá sobre lo que veían en las noticias. Son esos pequeños diálogos con nuestros estudiantes los que a veces nos ayudan a sostener las ganas.
La vocación es, más bien, aquello en lo que consideramos que nos gusta trabajar, es esa motivación personalísima e íntima que nos lleva a elegir un camino (o varios) para nuestra vida.
Además, en el día a día en las escuelas, tenemos el privilegio de acompañar a les estudiantes en su crecimiento, verlos planificar su futuro, tratar de entender el mundo y su lugar en él. No siempre es fácil, claro; nadie dijo que fuera fácil. Pero sí es apasionante, estimulante y el entusiasmo se respira en las aulas, esas que muchos altos funcionarios jamás pisaron. Díganme cursi, me hago cargo: trabajar en educación es tener amor por el conocimiento, amor por el mundo y amor por los demás. Nos relacionamos todo el tiempo con gente de distintas generaciones en un espacio que nos reúne y nos sostiene. Ser docente es una apuesta al futuro, a un futuro que tal vez no lleguemos a ver.
Me cansa ver en películas y series a personajes que no “triunfan” en sus respectivas profesiones y entonces “se resignan” a ser docentes. Puede ser la trayectoria de muchos, no lo niego. “No puedo triunfar en Broadway, entonces no me queda otra que dar clases de música”, “no logro publicar mi libro, entonces me resigno a dar clases de literatura”. Por eso me gustó mucho el personaje de Emily en Sex Education. Ella eligió ser docente, y aunque la realidad la golpea con toda la fuerza mientras destapa el baño de ese micro tapado en caca, reivindica su trabajo y a lo largo de cada capítulo lo vuelve a elegir.
El temita de los docentes y el fracaso también formó parte del ¿debate? en 2020, cuando la ministra de Educación de CABA sugirió que los docentes elegían esa carrera tras haber fracasado en otras. Entre otras cosas, cuestionó que “los docentes empiezan a estudiar cada vez más grandes”, dado que el 50% de los estudiantes de profesorados tenía más de 25 años. Esto puede leerse de varias maneras. Por un lado, que la otra mitad sí es efectivamente menor de 25 años e incluso ingrese al sistema docente antes de esa edad. Por otro, que necesitamos mecanismos cada vez más abarcativos de becas que permitan a los y las estudiantes terminar sus estudios de grado en el tiempo estipulado. Además, muchos y muchas estudiantes no terminaron la secundaria a los 17/18 años, o no necesariamente eligieron la carrera docente como primera opción, y esa búsqueda no debe ser castigada ni señalada como un fracaso sino que debe ser comprendida: es el sistema entero el que está en crisis. Aún así, la carrera docente sigue siendo una opción. Tal vez muchos de los que llegaron al profesorado “de grandes” antes tenían prejuicio porque conocen las malas condiciones salariales en las que nos encontramos. En los datos citados por la nota faltaría ver cuántas de las estudiantes son mujeres, cuántas estudian siendo madres y cuántas dificultades se presentan cuando queremos maternar, estudiar y trabajar a la vez. En lugar de estigmatizar, hay que preguntar a los futuros docentes cuáles son sus problemas, sus deseos, sus motivaciones. Y cuáles son las condiciones laborales en las que nos movemos.
Y entonces, ¿dónde estudiar?
Si estás terminando el secundario, o si una búsqueda personal te fue trayendo hasta acá, si pensás que la docencia puede ser una opción de vida, y querés anotarte, tenés que saber que el sistema de formación docente es federal, con instituciones en todo el país. Además, muchas carreras universitarias ofrecen sus títulos complementarios, sus tramos pedagógicos, es decir: la posibilidad de tener un título profesional y a su vez obtener el título de profesor habilitante para dar clase en distintos niveles. Por último, existen las instituciones que ofrecen obtener el título docente para aquellos profesionales que quieran ejercer y su título de base no los habilite. Además, tenés que recordar que, una vez obtenido el título, se abren muchas otras posibilidades ya que, con un diploma de grado de una carrera de 4 años o más, podés inscribirte para realizar postítulos, posgrados, especializaciones y maestrías. El sistema público de formación docente es gratuito y de calidad; también existen distintas instituciones privadas que ofrecen la posibilidad de seguir carreras con título docente. Vení, los profesorados te están esperando.
A tres años de tu partida, paso por la avenida Córdoba y veo el mismo jacarandá en flor que te acompañaba desde las ventanas de la escuela. Quienes tuvimos el privilegio de conocerte te extrañamos desde el primer día y necesitamos tus palabras para entender este momento tan raro que nos toca vivir. Para Débora Kozak, cuya voz sigue resonando cada vez que queremos pensar la escuela.
Publicada el 10 de diciembre de 2021.
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