Un nuevo anuncio sobre la flexibilización de la repitencia en secundaria reabre el debate sobre la inclusión y la calidad de la educación. ¿Qué dimensiones entran en juego?
Antes que nada, vale aclarar que no voy a referirme a ninguna medida específica de ninguna jurisdicción, ya que hay una tendencia general, en Argentina, a ir flexibilizando el Régimen Académico (del cual la repitencia es sólo un aspecto) de la escuela secundaria. Esa tendencia parte de tres resoluciones base del Consejo Federal de Educación: la 84/09, la 93/09 y la 330/17. O sea, distintos gobiernos y ministros nacionales, de distintos signos políticos, que a su vez contaban con el acuerdo de todos los ministros de las provincias. Esto quiere decir que difícilmente algún ministro o partido político pueda hacerse el oso diciendo “no, yo no estoy de acuerdo”. Adicionalmente, medidas en esta línea, sobre la flexibilización de la repitencia, ya han sido tomadas en Ciudad de Buenos Aires (Juntos por el Cambio), Santa Fe (peronismo no kirchnerista) y Mendoza (Juntos por el Cambio). Ayer se anunció que la provincia de Buenos Aires iba a tomar una decisión similar. Vaya consenso.
Lo primero que es imprescindible aclarar es que no repetir no significa dar las materias no aprobadas por aprobadas: hay que separar tajantemente estas dos ideas. Lo que se hace al ir eliminando la repitencia, fundamentalmente, es evitar que las materias no aprobadas obstaculicen a las sí aprobadas. Dicho de otra manera, si un alumno repite de año por Biología, Historia y Francés y aprobó todas las demás, ¿por qué tiene que volver a aprobar Geografía, Lengua y Matemática para no volver a repetir, si ya las había aprobado? Esto es central.
Nuevamente: eliminar la repitencia no es regalar títulos ni dar por aprobado lo que no corresponde, como sugiere acusación de “populismo educativo” que después retomaré.
¿Y entonces, cómo sería esa trayectoria en el nivel secundario, si no es repitiendo? Las opciones ahí son múltiples. Se pueden reorganizar las materias por área (“Cs. Sociales”) en vez de por disciplina (“Historia”, “Geografía”). Otra opción puede ser que se organicen las correlatividades por materia/s y no por año entero: que los alumnos puedan cursar Biología I, II, III y así, aunque no hayan aprobado Historia I. No obstante, me voy a detener acá en esta discusión y estoy dando ejemplos al más brutal voleo, todo esto requiere una planificación rigurosamente detallada.
Si los alumnos no repiten pero siguen debiendo contenidos, la pregunta entonces es qué pasa, qué mecanismos e instancias institucionales se crean para que puedan ir aprobando esas materias. Hoy existen las clásicas mesas de previas, con escasa asistencia de parte de los alumnos, donde tienen que rendir la materia entera que deben en un único examen. Los alumnos las esquivan sistemáticamente, por las razones que fueren (tengo mis hipótesis que no voy a desarrollar acá). Los días de previas suelen ser con suspensión de clases y lo que suele ocurrir en la escuela es que al final somos docentes pasando planillas poniendo “Ausente” por todos lados. ¿Alumnos? Ni uno.
Si un alumno repite de año por Biología, Historia y Francés y aprobó todas las demás, ¿por qué tiene que volver a aprobar Geografía, Lengua y Matemática para no volver a repetir, si ya las había aprobado?
Entonces bien, ¿Qué mecanismos se abren? ¿Un curso breve intensivo para rendir tres exámenes y aprobar (o no, claro) esa previa? ¿Presentación de trabajos prácticos, de elaboración de un proyecto de investigación básica interdisciplinario? De nuevo, las opciones son múltiples y estoy simplificando ejemplos al voleo. Porque llegar a tercer año debiendo 25 materias tampoco es viable para ningún alumno. Muchísimo menos terminar de cursar toda la secundaria debiendo 60. ¿Y para la escuela? Tampoco es viable.
Y acá entra un punto crítico: ¿Qué recursos (humanos), qué docentes se van a destinar a esas instancias de recuperación, las que fueren? El punto crítico es que los docentes de secundaria trabajamos por horas saltando de escuela a escuela (docente bondi, porque el taxi es carísimo) y de aula a aula. Dedicarle tiempo a alguna de estas instancias es trabajo. Y el trabajo se paga. O se destinan recursos presupuestarios a esto o esta medida tiene como destino el tacho de basura. En algunas jurisdicciones (Río Negro en su totalidad, CABA acotadamente) los docentes de secundarias públicas tienen un cargo, o sea, concentran una cantidad determinada de horas en una sola escuela y ese cargo incluye tiempo posible para dedicar a estas tareas o a otras. Además, por supuesto, sería deseable que nos pagaran la planificación y la corrección (sin alumnos enfrente), pero eso parece ser pedir una Ferrari o un Rolex con diamantes para el día del Maestro.
Dicho todo esto, no puedo evitar volver a este dato durísimo: en Argentina sólo se reciben, en tiempo y forma (o sea, a los 18 años), el 53% de los alumnos. Por supuesto que la población con título secundario es mucha más, porque aún habiendo repetido muchos egresan, o si abandonaron la escuela la retoman luego a través de la educación para adultos.
La flexibilización o eliminación de la repitencia en secundaria es una medida que busca, fundamentalmente, mejorar los índices de abandono, que siguen siendo altos a pesar de la obligatoriedad de la secundaria que ya lleva 16 años. Es una medida inclusiva, dimensión de la escuela secundaria que ha sido atacada por una parte importante de la política educativa en nuestro país. Tiene como objetivo que los alumnos no se vayan de la escuela si deben materias. Circula la idea de que es una medida cuyo objetivo real es “que le den mejor los números de abandono a los gobiernos”, ante la cual yo me hago la siguiente pregunta: si la educación es un derecho social y humano, además de una obligación, y el encargado de garantizar ese derecho es el Estado, ¿No es perfectamente lógico que los gobiernos tomen medidas que amortigüen el abandono escolar? ¿No es, de hecho, la primera medida que tienen que tomar? Se le imputa, desde sectores partidarios concretos (que se olvidan que en las jurisdicciones que gobiernan hacen exactamente lo mismo), que es una medida de “populismo educativo”, o “demagogia educativa”. Viendo un poco en redes sociales las reacciones a los anuncios de este tipo (que se refieren a jurisdicciones de determinado signo de gobierno, se ve que las otras no son noticia), hay amplísimas críticas desde las familias, desde los docentes, investigadores universitarios (no de Educación), incluso desde funcionarios de gobierno que toman las mismas decisiones. ¿Quién celebra esta medida demagógica? En teoría debería haber un acuerdo masivo frente a una medida insostenible, pero nadie parece estar contento. De todos modos, es un fenómeno de este momento de la historia: se acusa de manera masiva y casi unánime, con imputaciones agresivas, a una posición evidentemente minoritaria, de ser demagógica y populista. La idea de esta muy humilde columna es señalar algunas dimensiones de este tema por fuera de la grieta.
¿Qué recursos (humanos), qué docentes se van a destinar a esas instancias de recuperación, las que fueren? El punto crítico es que los docentes de secundaria trabajamos por horas saltando de escuela a escuela (docente bondi, porque el taxi es carísimo) y de aula a aula. Dedicarle tiempo a alguna de estas instancias es trabajo. Y el trabajo se paga.
Esto es otra variable más de una discusión mal parida: el federalismo educativo argentino, o sea, la implementación de políticas asincrónica y con diferencias presupuestarias y técnicas por jurisdicción promueve el “nosotros lo estamos haciendo mejor”, “ustedes son unos improvisados”, “acá es distinto” donde predomina una doble vara infumable que son los cimientos de la grieta, y que no deja ver lo concreto, la cotidianeidad de las aulas, los problemas que plantea y sus posibles soluciones.
Finalmente, me tengo que referir a una deuda y una demanda. Hay un axioma (no muy respetado, es cierto) de la política pública: “Si no está roto no lo arregles”. Bueno, el Régimen Académico tradicional de la secundaria sí está roto. Estos son intentos de arreglar algunas de sus dimensiones pero que requieren retocar otras, y ahí está el verdadero problema, evitar la sábana corta, porque el parche a la sábana corta se lo ponemos los docentes con una dosis mayor de explotación a la ya existente. Y, para variar, sobre los mismos equipos docentes que suelen encargarse del resto de las iniciativas inclusivas al interior de cada escuela. Esto abre otra dimensión más, que es el de la carrera docente, que tampoco encararé acá. Pero retomando la demanda: parece existir la percepción muy extendida de que hay un fuerte problema en la calidad de la educación, en la solidez de los aprendizajes que los alumnos incorporan en su paso por la escuela. El Régimen Académico tradicional de la secundaria está roto, ya dije. Pero hay algo más: la pedagogía y la didáctica de la escuela secundaria también está rota (nunca jamás funcionó, en realidad). De manera que cabe una autocrítica que me hago como docente secundario: enseñamos mal y encaramos mal nuestro rol adulto, y eso tiene un impacto directo en esa calidad tan demandada. Hay muchísimas razones que sostienen esto, empezando por infraestructura y salarios (escribo esto en un tiempo muerto bajo un ventilador Liliana agonizante en un aula derruida), pero resumidamente plantearé que tiene que ver con el descalabro y el desorden absoluto que es la formación continua/permanente (o sea, la actualización y capacitaciones a lo largo de nuestra carrera, luego de recibidos como docentes) en Argentina: es un universo de tongos en manos de los actores más diversos (empresas, ONG flojísimas de papeles, sindicatos que no tienen afiliados, universidades privadas), donde el Estado tiene una participación algo marginal. Ahí hay un mercado negro de puntaje docente -que es el que nos permite ir ascendiendo en los listados de selección e ir accediendo a mejores cargos- avalado por todos y cada uno de los ministerios de educación de este país. O sea, el que les da legalidad a esos kioscos es el mismo Estado. Si queremos empezar a ordenar algunas cuestiones vinculadas a la (muy deficiente) enseñanza en secundaria hay que atacar esos circuitos, que implicarán enfrentamientos variopintos y rupturas de alianzas político-partidarias. ¿Alguien se querrá animar? Lo dudo mucho.