Un censo de amor

Foto: Ailén Saavedra

¿Cómo nombrar lo que sentimos? ¿De dónde vienen esas palabras? ¿Cómo hablar de amor? A veces solo podemos hacer preguntas.

What is love?

Haddaway

¿Cómo hablar de algo más que métodos anticonceptivos, enfermedades venéreas o identidades de género cuando nos acercamos a la ESI? ¿Cómo hablar de amor? ¿Cómo hablar de celos, de relaciones a larga distancia? ¿Cómo tender puentes a través de los cuales nuestros alumnos y alumnas hablen con sus compañeras, sus amigos, sus tías, sus padres, sus abuelas e incluso sus docentes?

Sin proponérnoslo originalmente, eso fue lo terminó sucediendo en el espacio areal que unía nuestras materias, Lengua y Literatura e Inglés, en un primer año de una escuela pública de una tal Ciudad de Buenos Aires. Con el paso de las clases fueron cobrando fuerza las inquietudes subterráneas de nuestro curso y las acompañamos hacia la superficie.

La población de esta escuela es de clase media-baja. Una parte viene desde lejos, desde la Provincia de Buenos Aires. Muchos varones están acá solos, lejos de sus familias, viviendo en pensiones de clubes de fútbol. Teniendo esto en cuenta, queremos trabajar con contenidos de ESI y no de manera aislada: queremos que aparezcan de manera natural y transversal, queremos trabajar desde la palabra y desde las dos lenguas. Queremos que surjan de lo que leemos, lo que escuchamos, lo que vemos, no solo en el aula sino en nuestras vidas cotidianas. Queremos cuestionar las palabras, los conceptos alrededor del amor. Lo que pensamos está estrechamente relacionado con lo que decimos. ¿Y lo que sentimos?

Partiendo de una selección de mitos griegos clásicos, los chicos y chicas eligen dos con los que seguiríamos trabajando: Paris y Helena, por un lado, y Ulises y Penélope. No nos lleva demasiada discusión sobre los textos para encontrar un hilo conductor entre ellos: el amor. Claro que no el mismo tipo de amor. Uno más explosivo y más impulsivo. El otro, un amor de lenta e inexorable espera. ¿Qué vemos en esas dos historias milenarias? ¿A quiénes nos sentimos más cercanos y en qué momentos de nuestras vidas? ¿A quiénes entendemos?

Después de una larga historia llena de miserias divinas, el príncipe Paris obtiene como recompensa de Afrodita el amor de la mujer más hermosa del mundo, Helena. Aunque en una pequeña omisión, la diosa no había mencionado que la mentada mujer más bella del planeta tenía marido. Los jóvenes escapan, cegados por la pasión. Las alumnas suspiran y admiran a esos personajes capaces de sacrificarlo todo (honor, familia, patria) por ese amor. Las profes suspiramos resignadas ante el arrebato juvenil e irresponsable de los protagonistas. Pero todas nos preguntamos: ¿es amor realmente? Y si no es amor, ¿cómo se llama eso? ¿Atracción? ¿Gusto? Paris y Helena se gustan, no hay dudas. ¿Pero alcanza con eso? ¿Vale la pena comenzar la guerra más famosa de la literatura por una atracción que vayan a saber si los dioses si será pasajera o no? ¿Y en qué lugar queda Menelao, el marido engañado y abandonado?

Penélope, en cambio, ya no es joven. Y tal vez haya perdido incluso un poco de su hermosura de antaño. Pero su fidelidad a un marido del que hace veinte años no recibe noticias, no flaquea. Y Ulises vuelve a su reino y a su reina. Por alguna razón, alguien en el aula intuye algo más y pregunta si Ulises le fue tan fiel a Penélope como ella a él y hay que admitir que no, que las islas, que Circe. Silencio. Miradas que no necesitan ser traducidas en palabras pero que serían más o menos así: qué vivo. ¿Y Penélope lo supo? ¿Lo perdonó? ¿Por qué razones? ¿Y los celos? ¿Qué son los celos? ¿De qué dependen? El amor puede ser complejo. ¿O será que Ulises se lo ocultó y ojos que no ven, corazón que no siente? ¿Eso también clasifica como amar a alguien? Y si el que se quedaba hubiera sido Ulises, ¿hubiera esperado?

Un tema lleva a otro y hablamos y pensamos y nos reímos y escuchamos y reflexionamos. Describimos a cada protagonista, les buscamos rostros contemporáneos de actrices, de actores, de gente de la farándula. Los acercamos a nuestro mundo. Las profes seguimos pensando después de que termina cada clase. Volvemos a preguntarnos: ¿qué personajes y qué historias nos interpelan? ¿Cómo son esos personajes y cuánto de sus rasgos se transfiere a sus formas de amar? ¿Qué historias de amor se nos presentan como ideales a través del tiempo? ¿Qué tipos de amor aparecen más? ¿Cuáles menos? ¿Qué se nos instala como verdad a la hora de buscar pareja? Y cuando la encontramos, si tenemos esa suerte, ¿cómo se nos enseña que tenemos que expresar nuestro afecto?

De a poco entran en escena otros tipos de mitos: los que se cuentan acerca del amor romántico (la búsqueda de una media naranja que nos complete, que los celos son una demostración válida de afecto, que el amor lo puede todo).

Les pedimos que traigan canciones, porque el amor lo permea todo. Aparecen Los Charros, Karina. Las profes llevamos a la Rosalía. Escuchamos las letras. Algunas cosas hacen ruido.

El censo

Y de repente, entre nuestras planificaciones, empieza a surgir una idea. En mayo los chicos y chicas vieron transcurrir el primer Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del que tendrán clara memoria. Se nos prende la lamparita: ¿qué pasaría si usamos un formato similar para hablar de amor? Hablar directamente sobre vínculos, sentimientos, de una manera que nos permite mezclar anonimato e intimidad.

Nos preguntamos por las preguntas, entonces. ¿Por dónde comenzar? 

-Podemos preguntar si la persona tiene novio -sugiere alguien.

-¿Solo novio?

-Bueno, o novia.

-¿Quieren ponerlo así, “¿tenés novio o novia?”.

-Mejor pongamos “pareja” -agrega alguien más. Las palabras condicionan, las palabras inhiben. Estos chicos y estas chicas ya perciben que las combinaciones genéricas son variables y que las palabras pueden ser tendenciosas e incluso juzgar, también sin querer.

Pero no es lo mismo estar con alguien que estar enamorado o enamorada. La distinción aflora enseguida y aunque en este momento de sus vidas les resulte inadmisible, también saben que hay más razones que la pasión para mantener un vínculo con alguien.

Vamos tomando nota de las preguntas de manera caótica, en el pizarrón. Recordamos lo que hablamos sobre mitos del amor romántico y nos da curiosidad saber qué tan vigentes están: ¿creés en el amor a primera vista? ¿Creés que los celos son una muestra de cariño? ¿Creés en el amor eterno?

Preguntamos por las creencias, por las historias con que nos machacan el corazón a través de las comedias románticas, de las canciones, de las telenovelas, y que terminamos incorporando: ¿creés en las almas gemelas? ¿Creés que alguien puede cambiar por amor? ¿Se puede amar a más de una persona a la vez?

Surgen algunas cuestiones más personales: ¿cuántas veces te enamoraste? ¿Engañaste a alguna pareja? ¿Sufriste un engaño? ¿Se puede perdonar? Así, vamos agrupando estos dos tipos de preguntas, las más generales y las más íntimas. Dividimos nuestro cuestionario en dos partes.

¿Y qué otros datos nos interesan? ¿La edad? ¿El género? Aprobamos el primero, descartamos el segundo.

Comenzamos a pasar en limpio nuestras preguntas en Google Forms y debatimos acerca de las opciones de respuesta: escribir números, ofrecer opciones. El orden de las preguntas también aparece como algo delicado. El aula discute si preguntar primero si se está en pareja a la hora del censo o preguntar si se está enamorada o enamorado. Puede condicionar la pregunta, dicen. Además, una persona puede estar enamorada y no estar en pareja, y se puede estar en pareja sin estar enamorada. ¿Cuántas veces habrán visto esto a su alrededor? ¿En qué personas de su cotidianidad estarán pensando? ¿Padres, madres? ¿Abuelas, abuelos?

Acomodamos una y otra vez el orden de los textos, decoramos el encabezado con corazones rojos y hacemos una primera prueba con otra profe que se ofrece de conejilla de Indias. Ajustamos. Abrimos los cuestionarios en los celulares y allá van los chicos y chicas de primerito, a censar.

Algo muy mágico pasa en ese momento. Ensayamos cómo introducir el cuestionario, qué decir para que la otra persona se sienta cómoda: recalcamos la cuestión del anonimato. Hay algo de seriedad en el rol, de responsabilidad. Buscan lugares y se sientan en el lugar opuesto a sus encuestados y encuestadas. Hay un gran revuelo en toda la escuela. Hay mucha curiosidad y ganas de responder. Hay, tal vez, una necesidad de hablar de amor.

Las profes también hacemos alguna que otra encuesta a colegas y surgen conversaciones personales que no habrían surgido de ninguna otra manera. Historias de amores frustrados, de primeros amores, recuerdos.

A pesar de todo lo que pensamos, el amor también puede ser invisible. Algunas personas están enamoradas y tal vez nunca lo hubiéramos imaginado. Algunas portan grandes heridas.

Los resultados

Una semana después, nos reencontramos en el aula. La consigna había sido entrevistar entre cinco y diez personas cada uno. Encuestamos a gente de entre 13 y 63 años. Una alumna cuenta que le hizo las preguntas a su mamá, y que antes de responderle echó de la cocina a su marido para que no escuchara. Otra cuenta que habló con su abuela. Otro, con su madrina. Conversaciones, lazos.

Antes de leer los resultados compilados, aventuramos ideas: ¿cuántas veces se enamorarán las personas? ¿Cuál será el promedio? ¿Cuánta gente creerá en el amor a primera vista? ¿Qué piensa la mayoría de la gente sobre el significado de los celos? ¿Se admitirá fácilmente sentirlos? ¿Y qué pasará con los engaños? Tenemos hipótesis, vamos a los números.

Algunos nos sorprenden, otros confirman nuestras suposiciones.  Otros, nos parecen contradictorios entre sí (las personas, sabemos, somos seres profundamente contradictorios). La amplia mayoría todavía cree que se puede cambiar por amor; menos de la mitad cree en las almas gemelas. Algunos resultados nos dan un poco de pena y nos incluímos en ella: casi todo el mundo ha sentido celos; al 65% nos han roto el corazón alguna vez, y actualmente hay más gente enamorada que gente en pareja.

Más de un censado o censada después de responder la última pregunta quería saber cuándo se publicarían los resultados. Era algo que no habíamos considerado aún, pero lo conversamos y decidimos hacer afiches para pegar en el patio.

Una vez que hablamos sobre cada pregunta, que admitimos imprecisiones o faltas, agrupamos sets de preguntas y respuestas afines y plasmamos todo en grandes carteles. Hacemos gráficos de torta y decoramos con dibujos y corazones de todos los colores. Bajamos y pegamos nuestras producciones en un lugar transitado. Admiramos con orgullo lo trabajado a lo largo de muchas semanas. Y lo que queda por fuera de nuestros afiches es aún más.

El censo nos deja con más preguntas que certezas. Porque finalmente nadie sabe lo que es el amor. No tiene edad ni tiempo sino que se nutre de experiencias propias y ajenas. Así también la idea misma que tenemos sobre él va cambiando a lo largo de nuestras vidas. Quizás sea nuestro laburo como profes ayudar a dudar y reflexionar y principalmente mostrarte que el amor es tan democrático que atraviesa todo lo que nos rodea, desde las series que miramos en Netflix hasta las canciones que pasan en la radio, desde cuadros renacentistas hasta esculturas modernas. Y que Helenas y Ulises se pueden encontrar a la vuelta de la esquina, en la cocina de casa, o sentados en nuestra propia aula.

Ailén Saavedra

Nació en Neuquén en 1988. Es de la escuela pública desde el jardín de infantes nro. 31 "Antü Mogñen", hasta la Universidad Nacional de La Plata, donde se recibió de Profesora en Letras. Da clases desde el 2013. Ama los libros de cualquier tamaño, color o época, por lo que ahora está aprendiendo a curarlos, por un lado, y a hacerlos con sus manos, por el otro. Su proyecto editorial se llama Extinta. Le gusta la literatura inglesa, pero más le gusta cuando a los ingleses les meten goles con la mano.

Fabiana Romero

Nació en el 87 en CABA. Desde siempre recorriendo pasillos de escuelas públicas por su madre secretaria. Estudió en Normales y contra todo pronóstico de familia y amigos, incursionó en la docencia como Profesora de Inglés. Hace 15 años pisa aulas de primaria y secundaria. Fanática de las series de época y los idiomas.

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