En vísperas del Día Internacional de lxs Trabajadores, es urgente en nuestro país una reflexión sobre las condiciones de trabajo docente, sus marcos normativos y cómo eso impacta en la enseñanza.
Este año, la vuelta a la escuela no estuvo signada únicamente por el calor. En las conversaciones con mis compañeras docentes, además de los relatos vacacionales -por cierto, mucho más limitados esta vez-, era recurrente una preocupación: la salud mental. Esto se explica perfectamente: la sobrecarga de trabajo, las condiciones del mismo, la cantidad de horas para llegar a fin de mes, la responsabilidad, la depreciación del salario y la sensación de sentirse/nos solas.
Faltan docentes en la Ciudad de Buenos Aires, en primaria y en muchas materias de la secundaria pública. Esto último merece una aclaración: todos los datos que voy a ofrecer a continuación se refieren apenas a la mitad del sistema educativo porteño -el de gestión estatal-, de manera que estas cifras son insuficientes. Recordemos además que, si bien la Ciudad de Buenos Aires es autónoma, su superficie es notoriamente inferior a la de cualquier provincia, carece de ruralidad y es bastante homogénea y simple en la estructura de su sistema educativo. Pues bien, en las distintas semanas desde el inicio de clases, en primaria, faltan docentes a más de 600 grados; algunas semanas superó los 700 grados. En la escuela secundaria quedan sin cubrir más de 3000 cargos. ¿Por qué faltan docentes en la Ciudad? Probablemente sea el problema central de la Escuela en nuestros días, pero para intentar darle una solución, hay que construir un diagnóstico sincero respecto del estado de situación. Y sin eufemismos, no desacoplar el debate por una “Nueva escuela primaria” de las condiciones en las cuales la transitamos todos los días, familias, docentes y niñes.
En un diagnóstico son muchos los aspectos que se pueden enumerar, pero hay uno fundamental: la sobrecarga de trabajo. Las docentes de primaria piensan nuevos artilugios para reducir la sobrecarga de trabajo: renunciar a la jornada completa, mantener un cargo en jornada simple y tomar horas en media, o un cargo en socioeducativo o adultos, o trabajar en especial. Muchas migran a nuevos cargos de asenso horizontal, o de formación docente que les permite re-crearse dentro del propio sistema educativo de la Ciudad. Y también están quienes buscan otras formas de ingreso por fuera de la docencia. Es difícil constituir un esquema en el cual, una pueda seguir disfrutando el trabajo que ama y eligió, antes que padecerlo. Y si bien el empobrecimiento de las condiciones de trabajo son una problemática que excede mucho las fronteras de la Ciudad, en estas líneas nos detendremos en intentar describir esta realidad.
Es sustancial destacar que el Estatuto del Docente establece condiciones de ingreso a la docencia propias de mediados del siglo XX, anteriores a la Ley de Contrato de Trabajo de 1974.
¿A qué nos referimos con la sobrecarga de trabajo? Veamos. A diferencia de la escuela seundaria, que tiene un rol de preceptor que resuelve toda la carga administrativa, en la escuela primaria, en inicial y en especial, esa responsabilidad pesa sobre las espaldas de la docencia. Además de su rol pedagógico, la sobrecarga de trabajo administrativo es tal que los ministerios de educación ni siquiera reconsideran el hecho de que una maestra de primaria toma asistencia en el registro del grado físico (y, en CABA, también virtual) cada día. Es decir, la docente sostiene un doble rol por el mismo precio, aunque seguro con más costos, porque eso no es gratuito para la calidad de la educación que se pueda sostener en el aula.
El salario docente en la Ciudad también ha dejado de ser un incentivo; ha dejado de estar en los primeros puestos de la escala nacional para pasar a ser el número 19 de las 24 provincias. Según la publicación “Una ciudad para pocos”, al comparar el salario docente con el salario promedio de profesionales de la misma jurisdicción, se observa que la mayor brecha del país se encuentra en la Ciudad de Buenos Aires. Con lo cual, no solamente no hay un reconocimiento económico a semejante tarea, sino que el salario no es estímulo para elegir ser docente. Hasta hace unos cinco años, docentes de los distritos de la provincia de Buenos Aires aledaños a la Ciudad venían a trabajar a Capital porque les convenía en términos salariales (ganábamos más) y en condiciones de trabajo. Hoy la tendencia se ha revertido, profundizando aún más el déficit de docentes.
También es sustancial destacar que el Estatuto del Docente establece condiciones de ingreso a la docencia propias de mediados del siglo XX, anteriores a la Ley de Contrato de Trabajo de 1974. Es impensable hoy y en un marco de Derechos la contratación diaria o semanal de docentes para suplencias cortas. Debiéramos transitar a un modelo en el cual el gobierno de la Ciudad planifique la cantidad de docentes que necesita para la cobertura de grados y contrate, garantizando estabilidad laboral y que todes les niñes tengan clases. La situación actual tiene un impacto muy perjudicial para el gremio feminizado que somos, sobre todos para aquellas trabajadoras que con su ingreso sostienen el hogar.
Lo cierto es que en los últimos quince años de gestión porteña tampoco ha habido políticas de promoción de la docencia, incluso con el estructural problema de falta de docentes que tenemos. A su vez, las declaraciones públicas de la ministra Acuña, absolutamente denigratorias que hasta sería revictimizante reproducir, tampoco colaboran en esa misión.
También cabe la pregunta si desde la tradición política progresista ha sido buena la modificación y ampliación del plan de estudios para profesoras y profesores de nivel primario a cuatro años. Esto, ¿ha favorecido la formación de quienes egresan o ha generado una segregación más elitista de la propia carrera? La cantidad de años y la carga horaria que supone en materias prácticas y teóricas parecieran dificultar el egreso de más docentes de acuerdo con las necesidades. Además, ¿por qué se volcarían a una carrera terciaria si pudiesen en el mismo plazo estudiar una universitaria (con la enorme oferta existente en la Capital, además)?
Creo ha habido una oportunidad de repensar el puesto de trabajo docente con la incorporación de una hora de clase como medida impulsada desde el ministerio de educación nacional. ¿No era el momento de ampliar horas de clase a la par de reconocer y formalizar el trabajo docente que las y los maestros hacemos por fuera del horario, esto es investigar, planificar, corregir, en el marco del de la propia jornada? ¿No sería esto muy beneficioso a la calidad educativa? Pero nuevamente, no se puede discutir mejores condiciones para la escuela sin debatir el financiamiento que éste supone.
Dentro de los siete lineamientos que ordenarán las modificaciones en el Diseño Curricular de la escuela primaria impulsadas por el oficialismo de la Ciudad, se plantean: centrarse en los aprendizajes prioritarios, incorporar las capacidades a la enseñanza, realizar otro uso de los tiempos y espacios escolares, vincularse con la tecnología, articular con el nivel primario y medio y sostener prácticas más inclusivas. Más allá de la nula participación a la docencia que supuso esta formulación, ¿Alguien puede esgrimir algún argumento en contra de estos lineamientos? Creo que la pregunta nodal que debemos hacer para no generar falsos debates es en qué condiciones de escuela y de trabajo se piensan llevar a cabo y en base a qué financiamiento. Nuevamente, no podemos discutir transformaciones en la escuela primaria sin presupuesto.
Cabe la pregunta si desde la tradición política progresista ha sido buena la modificación y ampliación del plan de estudios para profesoras y profesores de nivel primario a cuatro años. Esto, ¿ha favorecido la formación de quienes egresan o ha generado una segregación más elitista de la propia carrera?
Punto aparte y de manera destacada es justo mencionar la voluntad y la vocación de mis compañeras docentes en la tarea cotidiana. Pues claro que es amor, además de trabajo. La amorosidad, la creatividad, la escucha y mirada atenta, el conocimiento en el centro del aula pueden ser algunos de los elementos que describan cómo las docentes priorizamos que la escuela sea una oportunidad para cada uno de les niñes, antes de cualquier balance.
Somos muchas y muchos les trabajadores de la educación que creemos que los debates por las condiciones de la Escuela y las condiciones de trabajo se tienen que consustanciar. Los debates que impulsaron las y los pedagogos históricamente no pueden ir por un carril, y los debates sobre las condiciones de trabajo por otro. No hay escuela de calidad sin buenas condiciones de enseñar y aprender de calidad. Pero sin lugar a duda, organizar esos debates supone generar ámbitos de participación de la docencia porteña que nos permitan ir construyendo tanto los consensos necesarios que le den fuerza como el poder popular que vaya configurando aquella Escuela que soñamos.
Publicada el 30 de abril de 2023