Victoria Prieto, maestra de inicial, repasa lo hecho y hace preguntas sobre la pandemia. En ese ejercicio deja en evidencia una realidad. Padlets, videos, podcast, blogs y más. ¿Dónde irán a parar las miles de aulas virtuales que construimos durante la pandemia?
Todo se construye y se destruye tan rápidamente que no puedo dejar de sonreír
Charly García
Cuando era chica compartía la habitación con mi hermana, ella empapelaba nuestro cuarto con frases de canciones de Fito Páez y Charly García. Arriba de nuestra computadora familiar había una hoja de carpeta pegada que decía “todo se construye y se destruye tan rápidamente que no puedo dejar de sonreír”. Yo no entendía mucho esa frase. Había escuchado esa canción muchas veces sin prestar atención a la letra y la idea de destrucción me parecía bastante deprimente y muy lejana a eso de sonreír.
El año pasado el Covid nos obligó a dejar nuestras escuelas y transformar nuestras salas -esos espacios repletos de trabajos de lxs chicxs, calendarios, pinturas sin terminar- en aulas virtuales. Lxs docentes de todos los niveles pusimos a disposición nuestras computadoras, celulares, internet, aprendimos a editar videos, a usar plataformas que jamás habíamos usado y montones de etcéteras.
En el nivel inicial para sostener el jardín a distancia necesitábamos, muy necesariamente, de las familias de nuestras comunidades y discutíamos, además, sobre montones de contradicciones: ¿Encuentros sincrónicos o asincrónicos? ¿Clases en directo o indirecto? ¿Encuentros en vivo para mantener el vínculo? ¿Y la intimidad de nuestras casas? ¿Y la de nuestrxs alumnxs? ¿Sesiones enteras frente a la pantalla o videos proponiendo un juego, una actividad que permitiera alejarse por un rato de los celulares, las tablets y las computadoras? Tener que construir todo eso “tan rápidamente” tampoco me hacía sonreír.
Armar y desarmar
Costó, construimos, muchos docentes escribimos sobre cómo empezamos a construir. Y ahora, ¿cómo desarmamos?
Entre el año pasado y este creé tres padlets (el padlet es una “pizarra colaborativa”, una especie de corcho gigante en la que cada persona que entra puede “pinchar” una foto, un dibujo, una palabra (o varias), un audio, un video y dejar comentarios). Decía, creé un padlet para cada grupo, tres canales de youtube, infinita cantidad de videos leyendo o narrando cuentos, videos jugando a la rayuela, cocinando y construyendo refugios; ruletas de caras, animales, partes del cuerpo y personajes para disfrazarse; cuatro cuentas de mails, videos atravesando obstáculos para conseguir flores azules para alimentar a un dragón, audios de adivinanzas, trabalenguas y poemas y un podcast de dos episodios, junto a mis compañerxs, sobre la vida de Manuel Belgrano.
¿Qué pasa con los padlets llenos de fotos que lxs chicxs compartieron haciendo equilibrio, escribiendo cartas o coleccionando colores?
¿Por qué enumero todo esto? Porque si esta es la experiencia de una docente que, a decir verdad, renegó bastante de la virtualidad ¿se imaginan la cantidad de material pedagógico virtual que anda por ahí dando vueltas en la web? Basta escribir en la barra de cualquier buscador “blog jii, blog jin o blog jic”, para que aparezcan montones de blogs de diferentes jardines y distritos. Lo sé porque yo misma, intentando buscar formas para adecuarme y entender mejor esta “presencialidad virtual”, he espiado la intimidad de distintas escuelas. El jardín en el que trabajo, por ejemplo, tiene tres sedes. Entre las tres se creó, el año pasado, un blog para que las familias tuvieran acceso a una selección de cortometrajes, cuentos, poesías, canciones, teniendo en cuenta los repertorios culturales que se ofrecen en el jardín. Este año a ese blog no subimos nuevas propuestas, pero lo compartimos con los nuevos ingresantes. No tengo dudas de que esa selección es rica y significativa para cualquier niñx, pero ¿qué pasa con los padlets llenos de fotos que lxs chicxs compartieron haciendo equilibrio, escribiendo cartas o coleccionando colores?
En cada sala existe un código; una manera de comunicarse, de presentar las actividades y encarar la tarea. Estos códigos no son creados unilateralmente por el/la docente. Es el grupo de chicos y chicas quienes junto a su docente, los van creando. Si bien esa construcción en tiempos de pandemia fue bien distinta, se mantuvo. Me pregunto entonces, teniendo esto en cuenta, qué y para qué queda todo esto dando vueltas en la web. ¿Le servirá a cualquier Juan, de cualquier sala, el video de cualquier maestra jugando con las letras de su nombre?
A medida que se incrementó la presencialidad y apareció la bimodalidad, los encuentros sincrónicos se fueron diluyendo. Eran cada vez menos los chicos y chicas que se conectaban al zoom. Sin embargo, poco más de un cuarto del grupo seguía sosteniendo esos encuentros. En CABA los cambios se anunciaron primero en los medios, uno o dos días después llegaron las notificaciones a las escuelas. No hubo posibilidad de anticiparnos. Como cuando el agua sube y se come a un pueblo, hubo que abandonarlo todo. Para una sala, por ejemplo, una biblioteca virtual que funcionaba con envíos semanales dejó de existir. Para otra, un espacio de narración quedó por la mitad, es decir que solo el 50% de un mismo grupo tuvo la posibilidad de compartir un libro para todxs sus compañerxs. Por supuesto que encontraremos la manera de que esa biblioteca continúe circulando y de que esos narradores tengan su lugar y su momento para narrar, porque los cierres son parte de nuestra tarea pedagógica. En el jardín, hacemos rondas para abrir y cerrar la jornada, hacemos actividades para cerrar los proyectos. En el jardín, todo se construye y se destruye tan rápidamente, que no podemos dejar de sonreír.
Afortunadamente, esta pesadilla que nos tocó vivir parece estar llegando a su fin. ¿Qué cierre vamos a darle en los jardines de infantes a todo esto?
Publicada el 30 de septiembre de 2021.
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