Rumiaciones de una docente en bicicleta
No me pregunten cómo, pero llegó. Finalmente llegó. Últimas semanaaaaas, the last. ¿Debería ocultar mi beneplácito? Un poco de decoro no vendría mal, pero no puedo. Un anhelo acariciado durante tanto tiempo, que se hace tangiblemente realidad. Se hace tangible en el sopor de las tardes, en el sol rajante sobre el patio, en la merma considerable de estudiantes, algunos sentados en los bancos, fuera de las aulas, uno que otro pateando una pelota inofensiva (de tela, de papel), docentes con caras distendidas, con vasitos de café en la mano, la bandera subida a las apuradas, sin ritual (¿por qué me lo sacan, ahora que le había encontrado cierta onda, presenciando el izamiento con auriculares?).


Ya pasó todo, el acto de los 5tos, el cierre de notas, el pasaje de dichas notas a plataformas digitales, a planillas y libros decimonónicos, a boletines desabridos (desabridos porque antes eran de una cartulina colorida).
El calor intolerable de la semana anterior me impidió ir y venir en bici, pero un frescor inesperado me devolvió a mi modo ciclista y descubrí que eso era lo que me ponía de tan buen humor a la mañana. Todos esos días de subte y sofoco me habían apagado un poco.
Voy a confesar que estoy en mis tareas preceptoriles y me desvío un poco para escribirles. Pero hoy todo se perdona, porque juega Argentina en un ratito nomás, y la escuela es casi un páramo, hay muy poco de todo, de estudiantes, de docentes, de preceptores.

Tengo una pestaña con un canal en vivo para ver el partido, y veo que mientras acá en Caba hace 24º, en Base Marambio hace -1º, en Rawson 15º y en Resistencia 32º (no están para bici ahí). Nada, lo comento, somos el país de todos los climas.

Pero si bien la tarde es calma chicha, la mañana fue bien ajetreada, y como pasa siempre en la escuela, suceden muchas cosas a la vez, no todas registrables.
Resulta que el cole cumplió hace unos meses un montón de años… tantos, que de la Legislatura nos donaron una placa, y justo hoy se descubría, con su pertinente acto ñoño, al cual no asistí, preferí ir a fumar afuera _mamá, no leas esto_(ya lo dije en una entrega anterior, en mi juventud creía ser punk, estas pequeñas rebeldías son lo único que queda de aquello).
Ingreso nuevamente al edificio que me alberga un montonazo de horas diarias (esta baguala la seguirán escuchando hasta que pegue un volantazo y tome horas en otro colegio o me ponga a vender panchos, cosa que siempre me sedujo. Dicen que lo que le da ese sabor increíble al pancho callejero es el agua de cocción, hay que tirarle mostaza, vinagre y algunos condimentos secos. Me gusta prestar estos pequeños servicios a la comunidad).


Entonces, vuelvo a entrar al cole y el hall de entrada está copado por jetones (como diría mi amiga Celia, que viene poco y se perdió la ceremonia) de la Legislatura, representantes del Ministerio de Educación de Caba, gente de Supervisión, gente de la conducción, gente que no tiene un cargo muy definido pero es el poder en las sombras… en fin, estaban todos los capitostes. Se sumaban un micrófono desolado y una alfombra que intentaba vanamente adornar el lugar, que tiene un damero hermoso, no sé para qué la alfombra.
Me escabullo entre toda esa gente y traspongo el umbral que da al patio y a la escuela toda. Ese umbral es prácticamente un portal hacia una realidad paralela. Del otro lado estaba personal del SAME al que se había convocado porque una alumna presentaba unas sospechosas marcas en brazos y piernas. Mientras entrevistaban a la chica, su padre vino a buscarla al colegio, así que junto con otra profe hacíamos como una suerte de barrera para evitar que hiciera contacto visual con su hija, y ella pudiera responder las preguntas libremente. El padre insistía en retirarla, al mismo tiempo que un preceptor, muy cortésmente, le pedía que aguardara unos minutos y se dirigiera a vicerrectoría.
En ese interín (admito que tuve que guglear, yo la uso aguda, pero dudé), Susy, la jefa de preceptores, buscaba a alguna docente o preceptora que acompañara a la estudiante hasta la revisión de rutina de acuerdo al protocolo (debía ser una compañía femenina). Casi quedo yo nominada, pero no. Le tocó en suerte a mi compañera de barrera.
Susy estaba procurando la compañía para la alumna, al mismo tiempo que interceptaba a tres palomitas blancas revoltosas que insistían en traspasar el umbral y entrar a la dimensión de la ceremonia acompasada de la placa.

En eso estábamos cuando un profe va hacia la puerta y saluda a Susy, que claramente no lo ve, porque está en dieciocho millones de cosas a la vez. El docente pasa a modo ofendido y tira dardo “¿qué pasa, ahora que estás en ese cargo ya no saludás más?”. En medio de todo el jaleo Susy capta que algo le están espetando y en su mejor versión escorpiana (no me interesa demasiado el zodíaco, pero queda bien, y Escorpio tiene fama de signo picante) le dice “¿qué te pasa?” El hombre tiene la pésima idea de agarrarla de la mano y tironear, mientras le dice “ahora sí, me estás saludando”, se ve que no leyó el artículo Cómo conquistar a una mujer de Escorpio en este sitio. Llego justo a la escena cuando el profe está ya con medio cuerpo en la ceremonia sacra de la placa, pero su brazo todavía está en el área del SAME y los chicos díscolos, arrastrando la mano de Susy, que le grita “ubicate, Malvestiti, esto es violencia, soltame”.

Yo ya me veía que toda la gente de la placa iba a empezar a girar y cambiar de foco de atención, porque mientras una voz pastosa y monótona enunciaba “en estos ciento y… de años que albergó a generaciones de estudiantes siempre bregando por la educación blablabla” (uds. sabrán completar el discurso, si escucharon uno, escucharon todos), se iba intercalando la voz cada vez más furiosa de Susy “Ubicate, Malvestiti” “Esto es violencia” “Soltame”. De hecho algunos rostros comenzaron a girar y a tratar de entender qué estaba pasando en esa escuela de carne y hueso que no podía evitar salirse de sí misma.
Después de unos segundos que parecieron eternos, mientras ambos prácticamente se columpiaban, unidos por sus manos, el profe _por suerte_ soltó a Susy y se fue desdibujando en la dimensión reposada de la placa, hasta que se perdió de vista, y ella, después de mirarme y soltarme un “¿Vos viste eso?”, siguió resolviendo el enjambre de cosas que se sucedían en forma simultánea.

Tranquilos, la ceremonia continuó sin tropiezos y los jetones partieron embora, satisfechos de la labor cumplida. La ambulancia del SAME se llevó a la alumna, junto con la profe designada, a la que después se sumaron la asesora pedagógica y la rectora, que la acompañaron hasta altas horas de la noche.
Y yo me fui al aula de un primerito, donde me esperaban las cuatro monadas que se habían quedado conmigo en diciembre.
Allí estaba Milagros, la alumna madre de mi primer newsletter, con el pequeño Santi que hace muy poco empezó a caminar, y va con su mamadera a todas partes. También está Remigio, cuyo modo de estar en el aula es bastante… ¿cómo podría decirles? Baste esta anécdota: a comienzos de año yo estaba dando clase en ese primero, en las últimas horas, y me pareció ver algo que intuí era un cuadrúpedo, yendo hacia la puerta. Enfrascada en mis propias palabras seguí un par de minutos con la clase, hasta que me frené y pregunté “¿es Remigio ése que se fue gateando de la clase?” “Sí, profe” contestaron sus compañeros, sin asomo de sorpresa, más bien con resignación.
Remigio a esta altura del año ya no huye así del aula, pero se divierte tratando de que el hijito de Milagros pierda el equilibrio, para furia de todos los presentes.
Del cuarteto me restan Ofelia que, sentada al lado mío en el escritorio, mira su Instagram con fervor y me dice “Yo no voy a hacer nada, profe, no tengo ganas, lo hago todo en febrero”. Cualquier argumentación con ella es fútil. Y Alexis, que se trajo una réplica de Rayo Mcqueen y prefiere estar en el patio haciéndolo rodar, y a regañadientes se lo presta a Santi.

En eso estamos, tratando de enseñar literatura en la escuela, de este lado del umbral. Aula dulce, aula salá.
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Argentinísimos días después…
Pasaron cosas desde que empecé a escribir este newsletter, así que sí, ¡¡¡¡¡¡¡¡CAMPEONES DEL MUNDO!!!!!!!!!


Y no hace un calor de locos, la Navidad pinta primaveral.
Felicidades para todos, nos encontramos en 2023

Enviado el 24 de diciembre de 2022.
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