A partir de una de las situaciones más dramáticas que se viven en las escuelas, Viviana Postay entabla una discusión crítica: la tensión política/técnica.
En la ciudad en la que vivo y trabajo, hace unos pocos meses se suicidó unx adolescente. No es la primera vez que las escuelas secundarias se ven sacudidas por una tragedia semejante: se trata probablemente de la mayor tristeza que pueda atravesarnos como educadorxs de jóvenes; tristeza que siempre nos deja una enorme culpa por no haber podido ver a tiempo el horror que nos esperaba a la vuelta de la esquina.
Como ya dije en otra oportunidad, Villa Carlos Paz conserva aún mucho de pueblo y, por lo tanto, independientemente del colegio al que asisten, todos los chicos y chicas se conocen. Es por esto que en la secundaria que dirijo, el suicidio de estx adolescente de otra institución fue muy doloroso. De hecho, varixs de sus amigos y amigas querían hacer cosas, hablar del tema, recordarlo, iniciar campañas de prevención, relatar su historia de dolor a otrxs estudiantes. Muy movilizadxs, varixs de ellxs se comunicaron con preceptores, preceptoras y docentes referentes con distintas ideas de intervención.
Hasta aquí todo parece muy compatible con propósitos políticos asociados a la participación colectiva y las demandas emergentes de lxs estudiantes. ¿Quién podría ir en contra de una movida donde lxs chicxs tomen espontáneamente la iniciativa para hablar e intervenir en temas que lxs atraviesan tan dolorosamente? Y, más aún, ¿por qué habría que colocar un marco al libre accionar de adultxs referentes bienintencionadxs para el tratamiento de esta cuestión?
Sucede que el abordaje del suicidio adolescente en las escuelas secundarias requiere de mucho más que buenas intenciones. Es más, las buenas intenciones pueden colaborar con pésimos resultados. Si dejamos hacer así, sin más, sin un conocimiento técnico sobre el tema, tal vez algo feo ocurra: la adolescencia es una instancia particularmente sensible y el fenómeno de contagio asociado al suicidio está bastante problematizado en investigaciones especializadas. Y estos trabajos alertan, entre otras cosas, sobre las consecuencias negativas que pueden tener conversaciones no estructuradas sobre suicidio en grupos de adolescentes, o el diseño de panfletería no cuidada que se distribuya entre lxs alumnxs, donde de forma no vinculada a la intención original el suicidio pueda aparecer como una opción, como una salida.
El suicidio adolescente es una problemática compleja de la salud pública, con múltiples aristas y dimensiones conflictivas. Es por esto que especialistas de la psicología, la psiquiatría, trabajadores sociales y educadores han diseñado procedimientos, caminos, dispositivos para intervenir en las escuelas en relación a esta temática. Estos recorridos están sostenidos en investigaciones desarrolladas a lo largo del mundo, conformando un conjunto de saberes técnicos que es conveniente aplicar para evitar las situaciones descriptas más arriba. Sí, hay muchas recetas que son buenas y que es importante respetar, porque se sostienen en conocimientos muy particulares y específicos. Por ejemplo, no está recomendada la actuación individual y espontánea de unx docente, sino el trabajo en red con equipos de orientación psicológicos y psicopedagógicos escolares y/o municipales, orientados a la ruptura de la lógica de silencio pero de forma guiada y técnicamente acompañada, donde ciertas palabras son apropiadas y otras directamente no lo son.
Sí, hay muchas recetas que son buenas y que es importante respetar, porque se sostienen en conocimientos muy particulares y específicos
Por supuesto, nadie negaría que entender el suicidio adolescente como un problema digno de intervención es, antes que nada, una posición política. Podríamos considerar a este tema como puramente individual y azaroso y absolutamente desvinculado de fenómenos sociales tales como el acoso escolar, las violencias familiares, los trastornos de la conducta alimenticia, o el simple y desagradable hecho de que lxs jóvenes actuales piensan y saben que no tienen un futuro asegurado si siguen los clásicos caminos que tal vez fueron exitosos para sus madres, padres y abuelxs. Pero el mantra en educación todo es político, a fuerza de repetición jactanciosa, deviene muchas veces en cliché vaciado de reflexión, y puede obstaculizar intervenciones técnicas imprescindibles. En su libro Enseñanza y Escuela (2010), Daniel Feldman habla de ciertas pobrezas propias en la comunidad de profesionales de la educación, que tienden a ver a su labor exclusivamente en términos académicos, aún a expensas de propósitos pedagógicos utilitarios. Dicho de otro modo, parecería ser más importante enfatizar decires que sean compatibles con ciertas ideologías, que preocuparse porque las intervenciones educativas escogidas efectivamente funcionen.
Lo técnico, ese conjunto sistematizado y organizado de pasos que nos van diciendo cómo hacer y cómo no hacer las cosas, son saberes que poseen autonomía relativa respecto de lo político. Tienen sus propias reglas, sus propias lógicas que es necesario conocer, respetar, aplicar. Las didácticas son parte de estos saberes técnicos escolares que hay que poder deslindar intelectualmente de lo político por un rato, poniendo en suspenso esa obsesión por una permanente alerta ideológica que, en muchos casos, perjudica el mismo procedimiento. Es decir, lxs niñxs pequeñxs tienen que aprender a leer y a escribir, y para esto la docente necesita de técnicas. Podrá elegir ésta o aquella, podrá ser amiga de la vieja y querida palabra generadora, podrá estar a favor del método global, podrá continuar defendiendo la motricidad fina y los cuadernos de caligrafía. Pero de lo técnico no podrá desprenderse si es que tiene reales ganas de que sus niños y niñas aprendan. Hasta la enseñanza del pensamiento crítico requiere de lo técnico para que el aula no se transforme en un lugar donde primen discursos violentos y agresiones amparadas en una mal entendida libertad de expresión.
Sí, es cierto que en educación todo es político. Pero algunas cosas son más políticas que otras y otras cosas son más técnicas que políticas. No reconocer esa diferencia es dar vueltas en círculos en una tonta rotonda que impide diseñar intervenciones educativas con realismo y lucidez.
Publicada el 20 de enero de 2022.
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