Rumiaciones de una docente en bicicleta - Mayo 2022
Hola, ¿cómo les va? Hoy ando tranquila, así que espero este newsletter se deslice suavemente, como cuando voy por Callao, casi cruzando Córdoba, y las palomas levantan vuelo en círculo. Me encanta pescar esos momentos a la mañana temprano, cuando está empezando a clarear, atisbar algo de naturaleza en medio del hormigón.
Estoy re poeta hoy, y ya que mencionamos la poesía, quiero hablarles un poco de Jairo, no el cantante, sino un alumno de 3er año, al que logré arrancarle algo de poesía, después de horadarlo un tiempo.
Sé que no suena bien eso de horadar alumnxs, pero me refiero a esa acción docente de interpelar, demandar, insistir, sugerir, pedir, rogar, suplicar atención en las clases, la realización de un trabajo, o quitar la mirada del celular en algún momento al menos. La técnica a veces enojarse mucho, otras bromear, decir “Estoy emocionada” cuando te entregan un trabajo de 5 renglones, mandar mensajes por wasap para recordar cierres de bimestre, elogiar calurosamente alguna intervención feliz en la clase, en fin, todo el menú.
Bueno, yo pasé por todas las etapas con Jairo, a quien tuve de alumno en 1er año, antes de la pandemia, y con quien me reencontré post pandemia en 3er año. En primero costaba un poco arrancarle alguna tarea, pero cuando la hacía, estaba muy bien, y tenía una letra recontra prolija que no condecía con su perfil de estudiante no demasiado comprometido académicamente hablando.
Ya el Jairo post pandemia estaba más reacio al estudio. Venía con un look platinado, que a veces viraba al rosa, y solía llegar tarde a clase, siempre acompañado de su amigo Pedro, que también había sido alumno mío en primero. Es habitual tener en el aula alguna dupla inseparable. Así estaban Jairo y Pedro, juntísimos, con sus infaltables celulares, y poniendo cualquier sticker en el grupo de wasap que habíamos armado el año pasado, siempre con algún confinamiento inminente sobrevolando, que nos obligaría a la tarea remota.
Muchas veces llegaban a clase 15 minutos después, con cualquier excusa, o con ninguna, se sentaban en el fondo y seguían en la suya.
Yo a veces los sermoneaba, a veces seguía la clase igual y los ignoraba, según el día y mi propio humor.
A pesar de tanta indiferencia, algo los había conmovido de La gallina degollada porque recordaban lo del color rojo y los cuatro chicos sentados en el banco. También habían elaborado una crítica: el final les parecía re cheto. No voy a espoilear acá el cuento de Quiroga, lo pueden disfrutar haciendo click en el título.
Transcurrió todo el año entre burbujas, confinamiento y regreso a la presencialidad después de agosto. Jairo y Pedro me ignoraron con simpatía casi toda la cursada, excepto alguna participación en un zoom, y la mencionada distinción a la obra de Horacio Quiroga. Intuyo que no solo me ignoraron a mí, porque este año volví a encontrarlos sentados al fondo, en el aula de 3ro nuevamente.
Lo curioso es que en el verano me llegaron dos mensajes de Jairo, por el grupo de wasap de Lengua 3ro 2021 que todavía estaba vigente, nadie lo había abandonado. El mensaje consistía en un video de Jairo en alguna fiesta en el barrio, con música muy arriba, mucho piberío de gorrita, y se distinguía la voz de mi alumno diciendo “Para vos, Lila, que dijiste que nunca iba a llegar a nada”. El primero fue, si no me equivoco, en la noche de fin de año. Me sorprendí muchísimo, y le pregunté de qué estaba hablando. No obtuve respuesta.
Más o menos un mes después recibí otro video, bastante similar, también en una joda juvenil, y con la misma cantinela “Mirá profe Lila, para vos que decís que no voy a llegar a nada”. Yo no sabía si indignarme o consternarme. ¿En algún momento yo le había dicho esa barbaridad a mi alumno? No lo recordaba. Volví a preguntar de qué hablaba y tampoco recibí respuesta esta vez.
Me olvidé del asunto hasta que me topé con Jairo en el aula y le pregunté de qué se trataba todo ese reproche audiovisual, y cómo podía ser que me ninguneara tanto en el aula, pero en medio de una fiesta en el verano me recordara lo suficiente como para mandarme videos y hacerme una recriminación, además pública, ya que en el grupo estaba el resto de sus compañerxs del año pasado.
Me dijo que yo le había dicho eso una vez que él y Pedro habían llegado media hora más tarde a clase, y habían entrado charlando, sin registrarme. Que yo lo había sermoneado un montón (es una de mis especialidades, mis hijxs, más que temer mis retos, detestaban profundamente toda mi retahíla de reproches y admoniciones, porque decían que era en loop, que yo no paraba y decía una y otra vez lo mismo).
Claramente me sentí horrible por haber dicho esa frase que se ve le había resonado bastante a Jairo, mucho más que cualquier comentario, saludo amistoso o chiste que pudiéramos haber intercambiado en los dos ciclos lectivos que habíamos compartido, amén de haber sido su tutora en 1er año, conocer a su madre y al resto de sus hermanxs. Pero así es la vida, varias palabras y acciones amables no pueden atenuar ciertos dardos verbales. Le dije que no tenía que prestar atención a tooodo lo que yo decía, y menos si estaba enojada, que una a veces habla sin pensar y blablabla
De ahí en más traté de dulcificarme al máximo cuando entraba en el curso y hacer la vista gorda lo más posible de los desaires académicos de Jairo, que rara vez abría la carpeta de Lengua (sospecho que no existía una entidad semejante), y parecía estar en otra el 80 % de las clases.
Pero cuando sucedía ese maravilloso 20 %, era TAN agradable escucharlo… como cuando relacionó un texto que estábamos leyendo con un cuento leído… ¡ UN AÑO ATRÁS! y me dijo “acá hay una historia adentro de otra, como en el cuento del que encuentra el libro en el baño”, así de simple Jairo me definía el complicado concepto literario de Puesta en abismo.
Pero el momento cumbre fue cuando trabajamos recursos poéticos. Habíamos leído poesía al comienzo del año y Jairo había pensado algunas conexiones interesantes. Ahora estábamos con un cuento de Quiroga que planteaba una “naturaleza satisfecha de sí”. Expliqué entonces en qué consistía una personificación (La personificación es una figura literaria que consiste en otorgar rasgos, características o acciones humanas a animales u objetos …dice Google). Analizamos qué significaba la expresión estar satisfecho de sí, y les pedí que mandaran al grupo de wasap fotos en donde la naturaleza pareciera satisfecha.
El celu se llenó de esto:
Es increíble, lxs estudiantes están como aletargadxs cuando les hablás, y de pronto les planteás algo que implica imágenes y celulares y empiezan a revivir de a poco.
El siguiente desafío fue que escribieran ellxs alguna personificación, sobre algo que les gustara, que les interesara.
Empezó, tímida, Florencia “a mí me gusta el deporte, profe” “bueno, entonces que el deporte haga algo con vos”… cri cri cri cri cri cri , de pronto “el deporte se enamoró de mí” “buenísimo Florencia!!!!! ésa es la idea”. Al rato tuve “La cama se enamoró de mí”, “El perro se enamoró de mí” “el sánguche de mila se enamoró de mí”, y así, ad eternum. Me cansé, “bueno, basta, otro verbo, vamos”. Esmeralda se lució con “Mi Sube siempre me abandona cuando la necesito”, Gisela propuso “mi suéter me abraza”, Pedro estaba con “me aburre la escuela” y yo “Pedro, vos sos una persona, ¿cuál sería la personificación? Las personas nos aburrimos”. Entonces, luminoso dice “la escuela se aburre” “excelente” grito alborozada. Y le digo a Jairo “dale Jairo, algo con la pelota, o la cancha” porque sé que entrena y sueña con ser futbolista. De golpe, sale de su limbo y dice en voz bien alta y con todo el sentimiento “el fútbol es mi paisaje”. “¡¡¡hermoso, hermoso, hermoso, no es una personificación, es una metáfora, pero es genial!!!” me entusiasmo y salto en el frente. Se sonríe Jairo, y mira al resto del curso, en modo ganador. Yo estoy tan contenta que la sonrisa se me sale del barbijo.
Me quedo exultante el resto de la jornada. No sé si se repararon mis palabras ofuscadas del 2021, pero por un instante del 2022, Jairo fue poeta. Aula salá y dulce esta vez.