Enviado el 19 de noviembre de 2022.
Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, un ejemplar único, no lo dejes escapar, ah bueno, cómo venimos!!!!! A pleno palpitando la recta final. Como ven estoy optimista y jacarandosa, un poco vaga para la bici estos días, y me aferro a cualquier atisbo de chubasco para justificar mi sedentarismo, así que mis rumiaciones ocurren en el subte y por suerte viajo sentada, muy dormida a la mañana e ídem a la tarde.
Lo bueno es que me puedo clavar los auriculares y ahí voy, en mi propia película, tal vez pensando alguna secuencia áulica, tal vez en mis circunstancias. Si estoy muy para arriba, te escucho Bombón asesino, y me esfuerzo horrores por no bailarlo en el andén. Los días marchitos pongo a Bessie y nada más importa. Lo mejor de los auriculares es cuando llego al cole y están con alguna de esas salutaciones a la bandera que me gustan bastante _ ya lo comenté en otro newsletter, sobre todo la que va como el cielo refulgente ostentando sublime majestad, me pueden esos versos_, disfruto plenamente de asistir al ritual de la bandera al son de una música que nada que ver, tipo Los Ramones o Roberto Carlos. Le da un plus el hecho de que los demás me suponen compenetrada con el saludo a la enseña patria, y yo en cualquiera. Bueno, si una no ejerce esas pequeñas rebeldías en algún momento del día, es como mucho.
Si alguna vez soy vice voy a mechar Aurora con mi lista de Spotify.
Déjenme ser hippie un rato, que ya entro al aula y me pongo a repartir directivas y controlar que la tarea esté hecha.
Y hablando de directivas y de hippies, les voy a contar algo hermoso que me ocurrió hace poco. Uno de estos días viene Jero_con estos días me refiero a ese bólido que se desliza por el plano inclinado del último bimestre, cuando ya no podés más de cerrar notas, salir de excursión, te cae gente del ministerio para no sé qué exámenes, te proponen salir en catamarán con los estudiantes, también llevarlos a ver la peli 1985, amén de irte de campamento y entregar el informe anual de tutoría, donde te vas a autoevaluar (me encanta eso)_ freno digresión. Se acerca Jero y le pone la frutilla al postre cuando me pregunta “Che¿vos tenés problemas en que vayan a observar tus clases unas alumnas mías del profesorado?” “Problema, lo que se dice problema no tengo, pero ¿cuál curso?” (claramente esa pregunta mostraba que sí tenía problemas, en realidad sólo un cierto pudor de que alguien más estuviera al tanto de lo que a veces ocurre en clase. No vayan a pensar, con tanta introducción, que ocurren cosas terribles, sino todo lo contrario. a veces sentís que no ocurre nada, y no querés testigos de eso). Así que me debatía entre las pocas ganas de mostrar mi intimidad del aula (sobre todo a esta altura del año, donde muchas veces no sé lo que estoy haciendo), y mi amistad con Jero. Ganó la amistad.
Jero no escondía ninguna maldad en su planteo, ya que él suponía que después de estar 15 años frente a curso, la cosa la manejo de taquito. Pero pero pero acá viene el conflicto _ ¿cómo era, alumnos, si no hay un pero qué pasa…? Satamente… no hay conflicto. Si no hay conflicto, no hay relato, si no hay relato, no hay nada que contar_ veo que algo han aprendido en este año de newsletter. No obstante, soy una persona conflictuada, así que soy muy narrativa (la autoestima nivel Dios). A pesar de contar con varios años de clases a mis espaldas, siempre hay cierta inseguridad. Que se acentúa si sé que me van a venir a ver.
Así que ahí estaba cortando clavos a ver en cuál de mis cursos aterrizarían esas muchachas, si en las de los primeritos (como dice mi colega catamarqueña, y me da una ternura…), que ya sabemos todos lo que implican los primeritos y su nivel de imprevisión, pueden ser unos niños candorosos o pueden estar a los saltos y corriendo dentro del aula, agolpados en el umbral de la puerta, y vos los entrás y tenés la sensación de que se te escurren de entre los dedos, tienen como una propiedad líquida, los entrás y vuelven a salir por los costados, no sé bien cómo ocurre eso, pero sucede.
Podían también caer en las primeras horas de mi quinto año, que es como un charco límpido, donde se reflejan las nubes. No se mueve nada, ni una brisa hay. No pasa nada, vienen muy pocos, y duermen, o miran su celular, y cada tanto, amablemente me responden, o me ofrecen un mate. Están con un pie afuera desde el 20 de marzo, más o menos, así que no quieran saber cómo están en noviembre.
Pero mis futuras colegas (increíble que todavía haya gente que elija enseñar literatura en la secundaria, no deja de sorprenderme) optaron por el horario de tercero, que era lo que yo más temía, porque en ese grupo a veces tenés la sensación de que tus palabras no llegan a ningún lado. Algún fenómeno físico se debe generar con el sonido, porque hablás hablás hablás y sus caras no expresan la menor señal de interés. Es el curso que compartimos con Jero, el mismo de Azul y sus chupones, así que le expresé mi temor y él me dijo “La única verdad es la realidad, que sepan con qué se van a encontrar”. Okey, la vida es puro albur.
Me creí realmente mis intenciones de preparar algo en el fin de semana anterior a la observación, pero previsiblemente no hice nada al respecto. Así que ese martes me fui, como siempre, en bolas (pero con muchos años de experiencia, hay que decirlo), teniendo la única previsión de pasar por la biblioteca y verificar que hubiera suficiente número de ejemplares de esto:
Lo venía fichando desde hace un tiempo, habían llegado los libros antes de la pandemia, y yo andaba rumiando alguna actividad, pero no se me ocurría bien cómo plasmarla. Había encontrado algo en internet, pero sobre un libro de pinturas pensado para la escuela primaria, y trataba de adaptarlo, aunque mucho no me salía.
Ése martes dije “este es el momento de sacar de la galera lo del libro de de arte”, y subí las escaleras cargando 15 ejemplares pesadísimos de una edición muy bella (esos libros que te dan placer hojearlos y deslizar los dedos sobre las imágenes).
Llegué e hice mi saludo acostumbrado de “hola chiquis”, cosa que suelen detestar los adolescentes pero no me importa, es mi manera de transmitir cariño, lo toman o lo dejan.
Presenté a las muchachas y obviamente hice la recomendación “háganme quedar bien, estas chicas quieren ser profes de lengua y literatura como yo, aunque no lo puedan creer”. Caras de escepticismo generalizado.
Propuse que les contáramos un poco qué habíamos visto durante el año y para mi sorpresa se acordaban del cuento que habíamos leído ¡¡¡¡EN ABRIL!!!!, El hijo de Horacio Quiroga, y también de que habían mandado imágenes al grupo de wasap para ilustrar la personificación “la naturaleza satisfecha de sí”, cosa con la que ya me regodee en otro newsletter. Y los muy desalmados se pusieron a charlar de todo. De las dos obras de teatro que habíamos leído, de cuánto les había gustado el cuento de Cortázar La salud de los enfermos, que yo había llevado al aula por pedido expreso de un alumno aplicado, pero con la certeza del fracaso absoluto. Pues no, ahora resulta que les había encantado. Asimismo La casa de Adela de Mariana Enríquez, Los ojos de Celina de Kordon, y hasta Anillo de humode Silvina Ocampo, que es tan rara (éste sí que es un comentario re académico).
Bueno, lo cierto es que parecíamos una clase guionada para las cámaras, yo preguntaba, ellos intervenían entusiastas. La mañana transcurrió, deliciosa.
Las temibles testigos apuntaban todo y se sonreían, lo cual era auspicioso.
Finalmente repartí los libros y les dije que se trataba de un trabajo integrador, debían elegir una pintura y redactar o una pequeña escena teatral, o un breve relato que implicara algo sobrenatural (para dar cuenta de que estudiamos el cuento fantástico), u otro realista. En el caso de que la inspiración para la ficción fallara, debían describir lo que veían, y explicar por qué habían elegido esa pintura, y qué les transmitía.
Increíblemente se pusieron a mirar con mucho interés el libro, y a trabajar, aplicadísimos. Les dije que no necesitaban terminarlo en el día, que íbamos a continuar en la semana. Pero un par de chicas trabajaron en forma conjunta y terminaron su texto en esa clase. La producción fue leída por otro compañero (que se rascó toooooodo el año, pero le gusta leer en voz alta) y yo estaba radiante.
Se inspiraron en la pintura Sin pan y sin trabajo, y crearon un relato en donde se narraba una historia de amor y muerte que incluía una pandemia y el desarrollo de una vacuna.
A lo largo de la semana continuamos con la actividad y hubo resultados sorprendentes. A una alumna se le ocurrió relacionar la pintura con una música, y así descubrí las morenadas, que son parte del folklore boliviano, y yo desconocía hasta hoy. Así que redoblé la apuesta y les pedí que pensaran una canción para las pinturas elegidas.
Idilio criollo se asoció con la canción de Valeno Después de mí, cualquiera
La vuelta del malón, con Mini mini-Punto 40 de Marcianeke, un mundo insospechado.
Cargadores ligures implicó una historia de infidelidad y amores cruzados, coronada con el tema Felices los cuatro de Maluma
Pido disculpas por la extensión de este newsletter, pero como podrán apreciar, me entusiasmé. Y eso explica el tono optimista del comienzo, ¿se acuerdan? Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así… Pasan cosas lindas en la docencia a veces.
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