Reconstruir la Secundaria con ojos L-Gantes

Fotografía: Héctor Río

“La función capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa; la del hombre superior es la imaginación creadora.” - José Ingenieros

Cada día que pasa de la interminable “larga cola“ de la curva descendente de la pandemia, aumenta el desconcierto de las autoridades educativas. Ansiaban volver a la presencialidad tanto o más que PadresOrg. Imaginaban retornar al mundo feliz de la escuela moderna, una vuelta triunfal de niñes y púberes a las aulas.

Si bien la recuperación de la sociabilidad en los niveles inicial y primario trajo alivio, nunca llegaron los momentos festivos del reencuentro con las aulas. Estamos ante un momento de verdad. El rey está desnudo. Pocos se animan a avivarlo de su desnudez. Mucho menos hablar abiertamente de sus razones.

Los estudiantes no desean volver, mansos, a las aulas pre pandémicas. Le tomaron el gusto al compartir tiempo de estudio con tiempos de búsquedas personales en otras actividades extra escolares, extra universitarias. Probarse en el trabajo o en militancias o simplemente probar suerte en algo. Es verdad, muchos le tomaron el gusto a la comodidad. También es verdad que la alternativa al encierro pandémico, es el encierro panóptico.

¿Pastilla roja o pastilla azul?

Sonaron las alarmas. Los emprendedores sociales de la educación con tono de denuncia se apuraron a esgrimir que la desnudez del rey no es más que la exposición del “simulacro educativo”. La “catástrofe educativa” sería el resultado de la obsolescencia programada del sistema político-sindical. El Colapso de la Educación sentencia un best-seller.

La batalla cultural por la presencialidad librada por republicanos moderados demostró iniciativa. Primerearon tanto al oficialismo como al ala dura de Cambiemos inspirada en el universo Disney. Aquella épica entre la bella (Vidal) y la bestia (Baradel). Pelea que la gobernadora reconoció como un error en su libro “Mi Camino”. Más cultura a fuerza de best-sellers.

No está mal exaltar la moderación. Luego de tanto lobo suelto vestido de Sarmiento, se impone la participación de los que antes callaron. ¿Será que esperan detener la destrucción no-creativa del sistema educativo? ¿Descubrieron con la exgobernadora que la máquina de igualación social no debería estar en manos de los Terminators de la escuela pública, laica y gratuita?

No lo sabemos. No estamos acá para auscultar conciencias. Lo que sí podemos es abrir la caja negra de sus propuestas. Ahora al menos, nos encontramos con una idea un poco más civilizada. La de una política educativa a construir a la luz de una democracia deliberativa. Hagámonos lugar, evitemos caer en el “debate” de los 280 caracteres.

La idea del simulacro nació para explicar la noticia acerca de que la empresa Toyota no podía completar sus búsquedas de operarios para su ampliación ya que no conseguían postulantes con la preparación adecuada.

“Un gran simulacro de que se enseña y se aprende. Unos hacen la simulación y otros la certifican. Pareciera una organización delictiva dedicada a la estafa de la sociedad, de los alumnos, de sus padres y los contribuyentes, que son los que aportan el 5% del PBI.” Y remata con “los docentes y los alumnos construyen acuerdos tácitos con los que van zafando unos y otros, y así pasa el tiempo y se aprueba el nivel.”

Dicho así, parece que la construcción socio-colectiva del futuro no tiene ningún rol en la motivación para la enseñanza y los aprendizajes. ¿Solo se trata de no simular? ¿No será que antes de llegar al simulacro se perdió el sentido de lo que se estaba haciendo? Ahora que los ideales no habiten en las aulas no quiere decir que no circulen fuera de ellas.

Baudrillard define simulacro como un dispositivo mental que sobreimprime un modelo de representación por encima del territorio real. El modelo virtual sostenido solo en nuestras mentes por la repetición de simulacros, llega a suplantar a la realidad, dando lugar a la hiperrealidad.

El “Simulacro y Simulación” de Jean Baudrillard fue cameado para introducir la Matrix. El simulacro se convirtió en 1999 en cultura mainstream y digital. Fantasía distópica de un modelo virtual implantado en las mentes sostenido por infraestructura digital para la explotación del hombre por las máquinas.

En el simulacro educativo el lugar de las máquinas insensibles es ocupado por las bestias populistas. Sindicatos docentes y Estado bobo. La lógica de la construcción del modelo del aula-simulacro se completa con dos elementos de base, docentes y alumnos. Tiramonti está aquí personificando a Morpheus, cuando no propone la “opción”: pastilla roja o pastilla azul.

La matrix educativa es perfecta, solo hay que hacerla funcionar. ¿Por qué los chicos no quieren volver a las aulas, aún con madres que se ocupan amorosamente, como la de L-Gante? Para responder a esta pregunta, vamos a recurrir a ellos. Tenemos muchas más opciones que el mundo feliz que nos proponen. Vamos a reconstruir lo que queda con ojos L-Gantes.

El modelo deja afuera a los desertores. El modelo no incluye a los no-alumnos. Tampoco incluye sus ideales, la construcción colectiva de un futuro, imaginarios sociotécnicos, que según nos cuenta Jasanoff son clave para las políticas de desarrollo.

La matrix educativa es perfecta, solo hay que hacerla funcionar. ¿Por qué los chicos no quieren volver a las aulas, aún con madres que se ocupan amorosamente, como la de L-Gante? Para responder a esta pregunta, vamos a recurrir a ellos. Tenemos muchas más opciones que el mundo feliz que nos proponen. Vamos a reconstruir lo que queda con ojos L-Gantes.

Es imperioso escuchar lo que tienen para decir voces como L-Gante o Mayra Arena sobre la educación de todos los sectores, no solo de los vulnerables. La solución es sistémica. La secundaria privada con recursos también está rota. El verdadero simulacro está ahí.

Escuela zona cero: Mayra Arena y L-Gante 

Sus ojos elegantes tienen la ventaja de la mirada conocedora que no intenta modelizar (simplificar) la complejidad, ni de la pobreza, ni de la escuela. Somos afortunados de gozar del favor de la belleza de sus plumas, de que sigan intentando generosamente construirnos un nosotros.

Son miradas autónomas, revulsivas en la otra interna de la grieta. Elian Valenzuela (L-Gante) dialogó amable y lúcidamente con Eduardo Feinmann y Mayra Arena publicó su polémico artículo autocrítico en Infobae. Los dos se hicieron públicos gracias a los algoritmos de YouTube, Facebook e Instagram mucho antes de que la política se interesara en ellos.

Miradas elegantes en más de un sentido, empoderadas por el acto emancipatorio que imaginaron juntos Paulo Freire y Seymour Papert una tarde en São Paulo allá por los ochentas. Están intentando una respuesta fuera de la aplanadora del sentido común de la “educación bancaria” y humanista en un país que pide a gritos la aplicación del conocimiento, la aplicación del conocimiento fuera de los laboratorios. Educación desconectada del mundo, de la calle, de la rebeldía digital, de los ideales, despolitizada en el peor sentido.

El texto claro de toda claridad de Arena revela la desnundez del rey. “La gente estaba muy enojada porque no hubo clases y ahora los hijos no quieren volver”, nos señala el más grande de los tabúes de la educación “progre” en pandemia. Que la presencialidad no repara la desigualdad de hecho de la virtualidad y la escuela abandonada del tercer cordón. Que solo hubo clases “para los que pudieron adaptarse al cambio, para los que tenían más de un celu por familia, para los que tienen Wifi”. Es bastante grosero apartar la mirada del zanjón digital.

Mayra sabe escribir, sabe expresarse con maestría, sabe comunicar en las redes sociales. Escribe en Facebook. Ese es su lugar, de ahí salta a Infobae. Se hizo conocida por la charla TED “¿Qué tienen los pobres en la cabeza?” (4,7 millones de vistas). Tuvo que dejar la escuela, fue cuidadora cama adentro, depiladora y volvió a la escuela. ¿Por qué volvió a la escuela? Porque quería ser politóloga. Entrar en la política desde lo profesional. Es consultora. Una antropóloga de investigación-acción.

Para ella la escuela no es un modelo de simulacro en donde los docentes son cómplices del estado. Es más que un lugar, para ella la escuela se prolonga en la conectividad hogareña. Sabe que una escuela que se desentiende de la brecha digital hogareña desiguala aún sin conectar sus aulas. El simulacro de la igualdad es la presencialidad.

La escuela pública es la zona cero de una bomba que cayó en los noventa cuya onda expansiva arrasó de futuro y conexión con el mundo a los barrios circundantes. “Hay quienes temen hablar del sistema educativo. Creen que hablar de su pésimo estado, es atacar a los docentes. Lejos estoy de esa postura. (…) El estado de las escuelas públicas es innegable. El ausentismo del alumnado es tan preocupante como el docente.“

Una verdad que quema a uno y otro de la grieta. A la vez que militan la presencialidad denunciando el simulacro educativo, los moderados republicanos se revelan conservadores, mediocres, cuando insisten con el extractivismo educativo. La exigencia sin enseñanza, evaluación sin estímulo, contenidos esenciales sin contexto ni significado, control sin autonomía, programación sin conexión, pedagogías para la repetición, alfabetización sin digital, formación integral sin oficios, valores sin vocación, igualdad paliativa para pobres.

El diagnóstico de Arena sobre la decapitación de la escuela pública pasa por el proceso militar, la convertibilidad y la impotencia de la década ganada. Primera estación del simulacro: el “Proceso”. Su apunte me hizo acordar que La Irala, mi maestra de 6to, en plena Guerra de Malvinas enseñaba la constitución nacional y el funcionamiento del poder legislativo. Mi primer recuerdo de un verdadero simulacro educativo. En una era de democracia a los golpes, conviene recordar que el simulacro empezó con los golpes. La segunda y definitiva decapitación, la convertibilidad y su 2001. La decapitación visible, la de la Educación Técnica, y la invisible de una sociedad de la información para pocos, el buzón de la promesa de la inclusión digital de Educ.ar de los jóvenes De La Rúa. Los especialistas lo vimos por TV.

Igualdad Construccionista 

Es muy poco elegante barrer debajo de la alfombra la mugre de la brecha digital que no para de acumularse o los escombros de la educación técnica y vocacional que no entraron en la ecuación. Está muy bien el diagnóstico que critica la matrix curricular de la escuela moderna con su rigidez enciclopédica, pero hace síntoma elitista cuando no quiere operar sobre la igualdad entre los conocimientos abstractos y los vocacionales, entre los humanísticos y los tecnológicos, entre los filosóficos y los digitales.

Narrativas poco sutiles, un tanto ásperas, que suponen un receptor escaso de recursos para la interpretación de lo que se considera culturalmente relevante. ¿Acaso la igualdad no es algo más que solo una oportunidad? ¿No deberían incluir la autonomía de dedicarse al perfeccionamiento de los ideales que cada uno considere relevante? 

Suponen por defecto padres ausentes, chicos a un paso de la droga, y soluciones unívocas de control, evaluación y disciplina. Están lejos de los barrios, de celulares cortos de memoria para apps y sin datos, de docentes abandonados a los algoritmos. Los jóvenes como Mayra y Elián comprendieron, con Papert, que la igualdad de oportunidades es un simulacro si no se resuelve la última milla material de la digitalidad. Que no se repara con la escuela como está, sin una pedagogía construccionista que la concrete en verdaderos aprendizajes experienciales en un mundo de Plataformas.

Cuando se pone en modo “moderación exaltada”, el republicanismo educativo con sus modelos recorta desprolijo la realidad con un discurso tosco, de vuelta mediocre,  indigno de la distinción de la pluma de origen. Cómo estipula el Método Rebord, carecen de la “Máxima fineza”. Pero aflojemos con el método, cerremos con la “Máxima verdad” de los tres pilares de una escuela secundaria elegante: vocación, conocimientos aplicados, y autonomía.

Muy temprano Elián quería dedicarse a algo que le guste, “no quería andar ahí… sin saber” le contó a Julio Leiva. Aprendió el oficio del músico grabándose con la netbook de “Conectar Igualdad”. Cuando tuvo que bancar períodos sin suerte se la rebuscó diseñando barbijos temáticos, “soy muy inteligente con la compu” aclara y, emprendedor, salió a venderlos por los barrios. Finalmente cuando la pegó en YouTube fue el primero que supo de la viralización estratosférica de L-GANTE RKT, porque “yo analizo todo, adquiero información de todos lados… tengo mi parte cachivache, peeerooo!”.

Repasemos los aprendizajes de Elián: Creación y edición de música en formato digital, producción musical, diseño y composición de estampas en programas gráficos (Photoshop), bajada de estampados textiles al proveedor, emprendedor, analista de datos de redes sociales. Competencias que solo encontramos en terciarios o universidades. Nunca hubiera encontrado estos “contenidos” (palabra muy obsoleta) en un aula de escuela media del tercer cordón. Volver a ese colegio aún con el ideal del terraplanismo de PISA lo hubiera arruinado.

Todo esto antes de revolucionar el mundo de la música con un nuevo género, la cumbia 420. Cumbia para la era de rap con auténtico “diálogo argentino” heredera de la fuerza de los Redondos e Intoxicados, que expresara a la vez al rock nacional y a la cumbia que siempre sonó en su General Rodriguez.

Para ellos la educación no fue un simulacro. Fue una ausencia muy presente. Porque imaginan una buena escuela que el estado no le supo dar. Construyeron sus aprendizajes de espaldas o alrededor de la escuela, y con ganas de volver. El conocimiento se convirtió en un recurso movilizado por el deseo de ser, de construir. Por una búsqueda incansable.

Quizá para reconstruir la secundaria deberíamos revisitar la elegancia de Ken Robinson cuando planteó en la Charla TED más vista hasta la fecha, ¿Las escuelas matan la creatividad? (71 millones de vistas). Las preguntas con estilo son las de carácter universal. No es paradójico que la crisis vocacional, la crisis por el futuro iguale a las clases sociales, a niveles educativos, a los jóvenes de distintos continentes. Sin miedo a plantearnos buenas preguntas, sin duda, recuperaremos el entusiasmo por volver a las aulas.

Publicada el 6 de octubre de 2021.


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Alejandro Artopoulos

Alejandro es Doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento por la Universitat Oberta de Catalunya, Profesor de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, de Gestión de la Innovación en la UBA, e Investigador de la CIC. Profesor Invitado Flacso, UNICEN, UNQ, UdelaR (Uruguay) y Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Especializado en Sociología Digital, se interesa en la plataformización del desarrollo, las tecnopedagogías y el pensamiento computacional aplicado.

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