Rumiaciones de una docente en bicicleta.

Un docente ocupa mucho espacio

Rumiaciones de una docente en bicicleta - Abril 2022

¿Cómo va, cómo va? ¿Desentumeciéndonos de ese inmenso lunes que es el mes de marzo?.

Yo recién ahora es como que puedo decir más o menos que tengo cierta idea de lo que ocurre en mis aulas. ¿Entonces qué pasó desde el 2 de marzo a la fecha? No sé, la verdad. Pasó volando, sobre todo con el estrés de los cambios de horario porque, y ahora con sonido de fanfarrias y mayúscula, sí, ¡¡¡albricias!!!! mi colegio entró en la
¡¡¡¡¡SECUNDARIA DEL FUTURO!!!!! 

Aquellxs que lo están transitando, ya lo saben, pero todavía hay instituciones que están ahí, a la vera del progreso, y miran atónitas, y con cierta avidez los cambios acelerados que emanan de las usinas educativas.
Voy a decirles que por ahora consiste en un montón de sillas multicolores, con mesas de fórmica nívea (eso me recuerda una clase en la que trabajamos la poesía de Alfonsina, ésa de Tú me quieres nívea, tú me quieres blanca… y la alumna que se había ofrecido entusiasta a leer no dejaba de pronunciar “nivea” como palabra grave, sacándole toda su esdrujulez, supongo que pensando en la crema para manos, lo que hacía caer horriblemente todo el tono feminista del texto… pero ahí me percaté del sentido del nombre de la marca, siempre se aprende algo). 
Por ahora la Secundaria del Futuro se ha traducido en mucho mobiliario novedoso arrumbado en el 2do piso; el uso suspendido de las aulas de los primeros años que algún día albergarán pantallas digitales y serán pintadas, pero por ahora continúan ostentando el ingenio popular (hay declaraciones amorosas, amenazas, dibujos rudimentarios del aparato genital masculino, y frases varias; mi favorita es Araceli, bañate, no sé quién habrá sido la anónima Araceli, pero ahí quedaron para la posteridad ella y sus hábitos de higiene); y las clases interareales (algunos días entramos al aula varios profes de distintas materias y trabajamos en algún proyecto, ya lo contaré en otros newsletters, porque por ahora estamos dando pasos inciertos en el vacío. Es extraño, porque siendo esta administración tan afecta a las capacitaciones, no dijeron ni mu del Futuro).
Así dicen que se va a ver…
Así dicen que se va a ver…
Así serán las pizarras algún día feliz…
Así serán las pizarras algún día feliz…
Así se ven ahora mismo
Así se ven ahora mismo
Así se ven ahora mismo
Así se ven ahora mismo
En conclusión, no les voy a hablar nada de la secundaria del futuro, sino de la escuela del presente, y sobre todo de cierto tipo de disputa espacial que se genera.

En mi carácter anfibio de profesora y preceptora creo que tengo autoridad para hablar de la materia. Es decir, circulo por el mismo edificio una considerable cantidad de horas (más de las que me gustaría, la verdad), pero lo hago desde dos perspectivas diferentes.
Pertenezco a dos mundos
Pertenezco a dos mundos
Me di cuenta de este problema territorial cuando un día abrí mi locker y en medio de todo ese caos descubrí una cartuchera y un vaso térmico verde que no eran míos. Debo aclarar que los únicos lockers que no tenían candado eran el mío y el de mi amiga Celia. Ella no sé por qué no usaba candado, yo tenía uno hasta que el año pasado me robaron la mochila con todo, me la sacaron del canasto de la bici en mis narices dos motochorros una candente mañana de febrero. Perdí las llaves y el candado había dejado de prestar sus servicios, así que lo rompí y ahí quedaron mis cosas expuestas (un montón de fotocopias que a nadie le iban a interesar, una cartuchera y un cubo que en un rato explico).

Y agrego otra aclaración, los lockers NO pertenecen a la institución, sino que los compramos con dinero contante y sonante varixs profes, primero eran 12, y ahora habrá unos 24.

Como iba diciendo, dejé el vaso y la cartuchera sin dueño afuera, arriba de la estructura de casilleros, y no me acordé más del asunto hasta una semana después, cuando me encontré con Celia que me espetó: ”Sacaste mi vaso y mi cartuchera y los dejaste afuera.“ “What? estaban en mi coso, no sabía que eran tuyos.“ “Bueno, es que ahora alguien me desalojó de mi locker y le puso candado.” “What x 2, no entiendo”.
Fuimos juntas a la sala de profes y ahí estaba el crimen perpetrado. Se sumó mi amiga Salandra y me dijo “Vi a un profe nuevo, uno que anda con máscara de acetato, que estuvo manoseando tus fotocopias”. A esta altura ya mi capacidad de asombro estaba extenuadísima. ¿Por qué alguien manosearía fotocopias ajenas? La docencia a veces puede ser quemante, pero llegar a eso… 

Mientras Celia pensaba cómo reaccionar un par de colegas la arengaba “¡tirale el candado a la mierda!”, un episodio tan sabroso no es para desperdiciar en mitad de una jornada insípida. Por suerte mi amiga es civilizada y dejó una nota que decía “Este locker es propiedad de Celia C.”, todo muy polite, y yo le hice lugar con mis cosas, mientras esperábamos ansiosas las escaramuzas venideras. El problema es que esto había pasado un viernes, y Celia viene poco, teníamos que esperar tooooodo el fin de semana y más para tener algunas respuestas. Yo no podía más con mi curiosidad y mi sed de justicia.
Colega usurpalockers
Colega usurpalockers
Mientras tanto en Ciudad Gótica estaban teniendo lugar otros sucesos. Durante mi deambular por las distintas preceptorías en mi cargo de la tarde (el mundo de la preceptoría tiene bastante de kafkiano y muchas veces te encontrás envuelta en situaciones inexplicables, con un superior más inexplicable aún) conocí muchos muebles y armarios, con sus consabidos candados y códigos. Es muy importante contar con mobiliario porque ahí ponés tu taza, tu azúcar, los registros, libros de temas y la papelería infame (constancia de alumnx regular, ficha de disciplina, formulario de lo que quieras y etc etc), cierta gente afortunada también tiene pava eléctrica, lo que constituye un tesoro invaluable.

El problema es que si te afincás demasiado y después caés en desgracia, te van mudando y tenés que trasladar tus petates en una absurda peregrinación. En mi última mudanza me destinaron a una preceptoría más pequeña (pero que tiene llave, ojito), y como consecuencia, se redujo la capacidad albergadora de cosas. Así que cuando me mudé vi que solo contaba con un modesto mueblecito negro de dos puertas, que en su mitad derecha guarda las cosas de lxs preceptores de la mañana (a quienes conozco y me dieron licencia para utilizar su pava eléctrica por las tardes; siempre hay ganancia en las pérdidas), y la otra mitad aloja los papeles de mi compañero de preceptoría y restos fósiles de documentación de preceptores que nos antecedieron. De hecho está la caja con libros de temas y registros de 2019 de mi antiguo compañero, que ahora está en Planta Baja y se niega a retirar sus antiguos papeles porque no tiene dónde ponerlos.

El humilde mueble negro no me ofrecía ni ahí las prestaciones del enorme armario plateado de mi antigua preceptoría, con su candado con código numérico (ya lxs mareé? yo también me mareé con tantos cambios en poco tiempo). Por esta razón, dejé algunas cosas en el armario plateado.

En realidad dejé sólo una, mi otro cubo (voy marcando territorio con mis cubos) éste de dimensiones generosas que armé hace un par de años. Lo uso para trabajar literatura de una manera más vivaz, sobre todo en las primeras horas, cuando tenés varixs estudiantes durmiendo sin disimulo. Las 6 caras del cubo son las siguientes: dos de Pregunta, una de Dibujo, una de Poner cara de…, una de Verdadero/Falso, una de Listado de…. La dinámica es tirar el dado hacia algún estudiante, y de acuerdo a cómo caiga le hago preguntas sobre el texto que estamos leyendo, o tiene que poner cara de algún personaje en una situación determinada (cara de Maléfica cuando se entera de que Blancanieves está viva, ponele; cara de Emma Zunz cuando recibe la carta); o resolver si una afirmación sobre el cuento es verdadera o falsa, o realizar un dibujo para que el resto de la clase adivine su relación con el relato, y así. 
Mi cubo
Mi cubo
Una mañana en que pensaba trabajar de esta manera en 1er año, busqué en el armario plateado y descubrí que el cubo había desaparecido. Yo estaba segura de que lo había dejado ahí. Por suerte tenía el otro, pero más chico y sin colores, el del locker, así que la actividad la hice igual.

Pero a la tarde le pregunté a mi otro antiguo compañero de preceptoría (recuerden que me mudé varias veces) si había visto el cubo, y muy suelto de cuerpo me dijo: “Lo tiré a la mierda”, sin un atisbo de maldad o grosería, tan seguro estaba de haber obrado bien. “¿pero cómo, por qué, era mío el cubo, no te diste cuenta de que tenía goma eva y todo?” soltaba yo incoherentemente, como si la goma eva fuera un escudo protector contra cualquier desgracia. “No sé, yo pensé que te habías llevado todo, y como vino la preceptora nueva y ya ocupó como dos estantes, pensé en hacer lugar y lo tiré”, “no, no, eso no me entraba en el sucucho y lo dejé acá, lo uso para las clases de la mañana” “ah, qué sé yo, lo tiré”. Así estuvimos un rato, cual matrimonio recién separado. Algún testigo jocoso comentó “Ah, ella te dejó algo para que no la olvides, viste esas parejas que nunca se terminan de ir…” Pero esa persona todavía no comprendió que no nos une el amor, sino el espacio, o su falta.

La otra mañana veo pasar a una preceptora nueva arrastrando una especie de alacena, mientras yo charlaba con unas compañeras. Nos mira y dice “no doy más”, y sigue su camino. “¿Y eso?” pregunto, “es Aldana, siempre que cambia de preceptoría prefiere llevarse ese mueble, que lo trajo de su casa, así no depende del espacio que haya en cada lugar” me contestan mis interlocutoras también preceptoras, no sé si resignadas o anestesiadas en su lucha denodada por conservar su propio territorio.
Aldana y su mueble
Aldana y su mueble
Estas mismas chicas se habían mandado notas con la gente que ocupa esa misma preceptoría por la tarde, a raíz de unas miguitas de alfajor, porque en la disputa también entran las condiciones de higiene. Ahí suelen terciar los ordenanzas que limpian la escuela entre turno y turno y tenemos una batalla campal, con gente ofendida y aulas generosas de mugre.

Para quienes se quedaron pensando en el locker de Celia, felizmente lo recuperó y ahora tiene un candado rosa hermoso y mantiene la leyenda “Este locker es propiedad de Celia C.” Parece que el profesor en cuestión pataleó un poco (no tiene sentido, no es tan difícil entender que un locker pueda tener dueño…) y después capituló, tomó su candado y se retiró. La vicerrectora no nos dio la satisfacción de brindarnos su identidad. Nuestro misterioso enemigo sigue en las sombras, pergeñando algún otro asalto (vaciar el dispenser de preservativos, llevarse el jabón de manos del baño, quién sabe…)

Esperemos que la Secundaria del Futuro contemple al menos un futuro más espacioso para quienes estamos/hacemos la escuela y así no necesitar atrincherarnos con uñas y dientes a nuestro metro cuadrado educativo.
Lila Rucci@lilavrucci

Lila es Profesora de Lengua y Literatura, egresada de la UBA, preceptora, tutora, referente del Programa Alumnxs madres, padres y embarazadas y referente ESI de una escuela media de CABA.

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