Cap. 1: La primitiva necesidad de un espíritu mandón
Máximas de una directora de escuelapor Viviana Postay @vipiresca |
¿Qué trabajo hace diariamente un Director? ¿Qué hay de cierto en ese cliché que dice que somos burócratas sentados en nuestro escritorio y que nada sabemos de la realidad de las aulas, que nos pasamos el día firmando papeles? ¿El Director, nace o se hace? Y, lo más importante de todo, ¿cómo se sobrevive en un cargo directivo, en un contexto cada vez más signado por el empobrecimiento salarial, la judicialización de los procesos escolares, la estigmatización de los medios, la desvalorización simbólica de la docencia, las infancias y las adolescencias golpeadas por la pandemia? Máximas De Una Directora pretende otorgar, mes a mes, algunas respuestas a estas preguntas. Porque ya estamos un poco cansados de ese discurso vacío que dice que “sólo tenemos interrogantes”, y entendemos que está bueno que los que somos directores y hemos hallado algunas salidas, algunos intersticios, algunas estrategias, podamos pasar lo que sabemos a nuestros compañeros y compañeras, en una comunidad de pensamiento donde tendamos puentes, armemos lazos y nos apoyemos mutuamente. Comencemos. Mi nombre es Viviana Postay, pero me dicen Vipi. Sobrenombre que arrastro desde la escuela secundaria, vaya ironía porque con el correr de los tiempos terminé como Directora, justamente, de una escuela secundaria. Así como no me pude desprender jamás de ese sobrenombre, parece que nunca me podré desprender de esta escuela. ¿Será que todavía soy un poco adolescente? Capaz que sí, más allá de las arrugas y los kilos que mis casi cincuenta años de edad, veinticinco de antigüedad docente y casi diez de experiencia en la gestión me han regalado. Un poco por necesidad y otro poco por placer, en las líneas intentaré mezclar idénticas dosis de verdad y diversión. Espero puedas disfrutarlas y, si tenés ganas, escribirme tus impresiones en algún correo. Introducción: Elogio De La Receta Pedagógica En el ecosistema pedagógico, las instrucciones tienen mala prensa. Obsesionados con no ser identificados como meros técnicos ejecutores de decisiones tomadas por otros, los chicos y las chicas de la educación vamos por la vereda escolar vistiendo con orgullo una remera que dice que EN EDUCACIÓN NO HAY RECETAS. Es así que abjuramos de las instrucciones, rechazamos las indicaciones y somos refractarios a los modelos: a los docentes nos gusta pensarnos como creativos recreadores de enseñanzas y de didácticas, no como oscuros y acríticos personajes que repiten indicaciones de manual. Sin lugar a dudas, muchos de estos reparos tienen asideros fundamentados (constructivismo que me hiciste mal y, sin embargo, te quiero). Pero (oh sí, siempre hay algún “pero”) existe un maravilloso libro de ese pedagogo gigante que es Estanislao Antelo, quien se atrevió a escribir unas Instrucciones para ser profesor*¸ y lo de “instrucciones” no era ni metáfora ni ironía, sino que a lo largo de muchas páginas desglosó de forma enumerada un conjunto de ¿consejos? sumamente útiles para movernos en un cotidiano plagado de inmediatez, incerteza y cambiante complejidad. *Estanislao Antelo, Instrucciones para ser profesor. Pedagogía para aspirantes. Santillana. Buenos Aires, 1999. Estanislao Antelo. Aparte de prestarme, sin saberlo, la idea para este NL, es super buen mozo y le estamos muy agradecidxs por ello. Las ideas que iremos presentando en este espacio son deudoras de aquel libro de Antelo. Creemos que hay que perderle miedo al texto instructivo, a los conceptos de instrumentalidad y eficacia*, a las recetas y a los manuales. En nuestra cosmovisión, la experiencia de Gloria y Loor tiene un poco que ver con esto, con rescatar los saberes informulados de los que habla Flavia Terigi*, con poner en palabras las experiencias docentes que nos sirven para construir puentes colectivos de sostén y entendimientos. Entendemos que sobre gestión directiva hay mucho escrito pero poco material hijo de la experiencia de trabajo en territorio, y desde ahí es que intentaremos aportar. En este sentido, podrás considerar a estas máximas como un conjunto de recomendaciones que, con un tono entre juguetón e impositivo, se proponen con cierta grandilocuencia llegar a constituir una especie de formación paralela para directores (o para aspirantes de directores) de escuela, una formación más relacionada con el modelo aprendiz-maestro medieval que con las propuestas de los espacios académicos tradicionales que encontrarás a montones en el mercado de cursos y seminarios. Lo que sí es importante recordar es que toda experiencia a transferir es situada. Ergo, estas instrucciones están escritas desde un lugar específico, así que si querés saber un poco más sobre mí y sobre la escuela que dirijo podés enterarte aquí. Estas instrucciones pretenden ser realistas y ancladas en (una particular) experiencia sensible de trabajo en gestión directiva, por lo tanto, aquí la teoría citada sólo lo será en cuanto herramienta de interpretación, y evitaremos bajo todo punto de vista convertirla en un molde listo para el relleno.Hechas todas estas aclaraciones, vamos a las instrucciones. *Daniel Feldman, Enseñanza y escuela. Paidós. Buenos Aires, 2010. *Flavia Terigi, Los saberes docentes. Formación, elaboración en la experiencia e investigación. Fundación Santillana. Buenos Aires. 2012. Se puede descargar de aquí Instrucción N°1: La Primitiva Necesidad De Un Espíritu Mandón El momento uno, como siempre, es el del deseo. Sea cual fuese el contenido de este deseo, desde acá lo aplaudimos con énfasis, porque está estadísticamente comprobado que cada vez somos menos los que aspiramos a cubrir cargos directivos en las escuelas argentinas. Necesitamos directores y directoras. El tema es que, si bien todo es construcción, algunas cosas no lo son: entendemos que se precisan un par de rasgos de personalidad para dirigir una escuela que, si no vienen de entrada, va a estar medio difícil adquirirlos después. Dicho en criollo, si no te gusta mandar, si no tenés cierto gustito por dar órdenes, organizar cosas y decirles a los otros qué tienen que hacer, más vale que no te metas en este berenjenal. Rosalie (Roz) Mullins, Directora de Horace Green, sabe bien desde dónde hay que ejercer el espíritu mandón (Escuela de Rock, Dir. Richard Linklater, USA 2003). Como le dicen sus alumnos: “Miss Mullins, you´re the man”. Ya sabemos que probablemente sea ésta la instrucción más polémica de todas. Existe un conjunto de bibliografía que defiende la “gestión colegiada”. Dicen estos textos, más o menos, que el Director debe construir equipos de gestión donde la toma de decisiones se realice entre todos. Sin embargo, nuestro sistema educativo sigue teniendo una estructura jerárquica muy definida. En general, en la legislación de las distintas provincias argentinas que conocemos, coloca al Director como responsable de todo lo que sucede en las escuelas, de todo lo bueno y de todo lo malo que pasa en ellas. Más allá de las opiniones a favor o en contra, es relevante tener en claro las estructuras sobre las cuales se asienta nuestro trabajo. Así que si toda la culpa finalmente va a ser tuya, más vale que te reserves la última palabra, particularmente en situaciones complejas donde haya más de una visión de las cosas y altos niveles de conflictividad que estén dificultando seriamente el consenso. [ Cuando yo era chiquitita mi mamá repetía que yo era buena, pero mandona. Y, siempre que constataba este rasgo de carácter, me decía: más vale que cuando seas grande elijas un trabajo donde puedas mandar, porque si no… Y aquí estamos, pisando los cincuenta y dándole la razón a la madre, como suele suceder ] En este sentido es que descreemos de la horizontalidad en la toma de decisiones, porque puede esconder un indeseado deslinde de las responsabilidades que nos competen y para las cuales hemos sido elegidos. Por otra parte, la labor de un Director no puede diluirse en un estado de asamblea permanente, puesto que esto sólo implicaría dilatar eternamente decisiones que muchas veces requieren de una inmediatez relevante. Poniendo las cosas en claro, vos cobrás un (bastante triste y escaso) sueldo para conducir una escuela, y lo mínimo que se espera de vos es que seas capaz de dar órdenes. Resulta que los directores destinamos gran cantidad de tiempo a la tarea de negociar con nuestros compañeros docentes, con padres y madres, con estudiantes. Pero esta negociación debe realizarse desde un lugar bien plantado, desde un sitio de autoridad. Y si bien la autoridad tiene mucho de construcción, suma varios dineros que exista en vos cierto espíritu mandón (dijera mi madre) que permita que no te sientas torturado cada vez que tengas que dialogar con un docente renuente, con un alumno que transgredió los acuerdos de convivencia o con un papá muy enojado porque la de Matemática me lo llevó a rendir al pibe. Ya sabemos que sobre autoridad del Director hay bastante escrito. Demasiado, tal vez. Eternas taxonomías que presentan tipos de liderazgos educativos y que se nutren de otras taxonomías preexistentes. A grandes rasgos, en todos los casos se subraya la necesidad de dejar de lado un liderazgo autoritario y apuntalar uno de tipo democrático. Sin dejar de considerar la relevancia que puede adquirir el concepto de liderazgo para estas cuestiones (y, también, sin dejar de observar críticamente los límites y sustratos de cierta matriz discursiva privatizante en el espacio público), este temita del mando debe poder superar la lógica limitante de estas taxonomías. En primer lugar porque, a fuer de ser honestos, es prácticamente imposible que en un escenario cotidiano de las escuelas de hoy los consensos sociales habiliten la instalación de liderazgos autoritarios en Directores: más allá de ciertos reclamos mediáticos de mano dura, es muy probable que si un Director quiere ejercer su rol como en los años cincuenta del siglo XX sea velozmente apartado de su cargo por brutal desajuste con la legislación vigente. En segundo lugar, porque la autoridad del Director en la escuela es algo bastante fluido que se escapa constantemente por los bordes de las clasificaciones imperantes y está muy bueno que así sea. Yo siempre me acuerdo de una formadora que tuve y que me decía: a veces tenés que ser un poco autoritario para recordarle a la gente que sos democrático por opción, y no por debilidad. En esa película impresionante de Brian de Palma que es Los Intocables (1987), el primer encuentro entre el desesperado Elliot Ness (Kevin Costner) y el policía veterano Jim Malone (Sean Connery) termina con una primera lección fundamental: “Asegúrese de volver con vida a casa cuando termine el turno”. Es ésta también la precuela de toda instrucción para un Director de Escuela: hay que terminar cada día medianamente sano física y emocionalmente, y esto no se logra con un estilo unívoco, con una única manera de proceder, con axiomas rígidos apegados a categorías duras. Como el Puerco Araña de Homero Simpson, tendrás que cultivar muchos estilos porque, para sobrevivir, el primitivo e imprescindible espíritu mandón debe poder asumir tonos diversos y diferentes inflexiones. Volviendo a Los Intocables (ay sí, me gustan mucho las de gangsters), no se lleva un cuchillo a una balacera. Y es por esto que es importante identificar esas instancias donde tu autoridad estará más expuesta, instancias donde la visibilidad pública de tu mando se juega, y ensayar. Ensayá antes de un encuentro complicado con padres, una reunión de personal, una comunicación a la prensa. Colocate frente a un espejo. Pensá cuál estilo es más apropiado para cada conversación, probá inflexiones, consultá con tu círculo de confianza las mejores frases para expresar lo que necesitás comunicar. Y por favor, olvidate de la espontaneidad: en este trabajo, la espontaneidad se paga muy caro. Es decir, tendrás que parecer espontáneo, pero a esta espontaneidad tendrás que practicarla. Esto sucederá durante un rato más o menos largo, mientras se ajuste tu transición. Pero tranquilo: sobre esta transición de tu espíritu mandón en Director de escuela (y las maneras más saludables de transitarla) hablaremos en otra Instrucción. Que tengas un hermoso día.Vipi |
Avances de nuestras próximas entregas:
La libertad de cátedra son los padres.
Transicionando de Margarita a Margot
El delgado equilibrio entre conservar e innovar
A escribir que se acaba el mundo
Show me your soul
Sur, pandemia y después.
Y muchas Instrucciones más… próximamente en tu casilla de correo. ¡Hasta prontito!