Este puede ser mi fin de año o el fin de año de cualquier docente de la República Argentina. Abrazo por miles, felices vacaciones, feliz año nuevo, felices campeones del mundo y Vermut con papas fritas y good show.
Siento cómo van cayendo las gotas, de a una, primero tímidas, y luego a borbotones, como si el surco que se marca entre las dos tetas le dieran cabida a un camino inequívoco. Pienso que qué suerte que tengo el guardapolvo, sino la remera que traje hoy dejaría ver el recorrido del agua. Les pibis están en una igual, ni notan mi presencia. Hay un grupito que está jugando al uno, santo juego que me ayuda en estos momentos. Otro grupito de nenas está mirando las carpetas, ¿qué mirarán? me pregunto. Tengo que tener cuidado que el otro grupo, el de más atrás, no la bardee. Así que a ese grupo no le saco un ojo de encima. Pero por suerte este grado es tranqui. Son un buen número para trabajar y para mantener a raya.
Menos mal que se portan bien, porque ya me pidieron veinte veces el registro. Y la verdad es que casi lo tenía listo, pero al parecer me faltaba cerrar en algunos meses, o trazar rayas, o pasar en tinta. El registro y yo. La relación más tóxica de mi vida.
Y encima el ventilador pedorro que no anda, ya le pedí mil veces a la dire que llame a mantenimiento y ella me dijo mil veces que ya llamó, pero nadie viene. No vienen a arreglar un mísero ventilador en la semana más caliente del planeta. Y las ganas que tengo de empezar a putear a todo el mundo, pero enseguida pienso que tengo que terminar urgente el registro y ya no hay tiempo para putear. Mejor me apuro antes de que suene el timbre.
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4 horas y 3 meses de vacaciones, la puta madre. Quien quisiera. En el recreo uno de los pibes se mató con otro y la siguiente hora tuve que estar labrando actas y llamando a las familias. Qué mierda hice para merecer esto, un 7 de diciembre. Un acta un 7 de diciembre, por qué. Las gotas siguen cayendo, el ventilador sigue sin andar y el registro sigue sin hacerse.
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En esta hora lo termino, no hay excusas. Una brisa entra por la ventana semiabierta; está rota desde el año pasado, los de mantenimiento dijeron que no tenía arreglo, que estaba suelto no sé qué cosa y bla. Así que está ahí, semiabierta, trabada en el limbo. Miro hacia afuera, tratando de absorber la brisa, el aire caliente que pega en la cara, pero que agradecemos. Mis ojos se posan sobre las cortinas azules, roñosas. ¿Cómo pueden juntar tanta mugre? ¿A quién le tocaba llevarse las cortinas en diciembre para lavarlas? ¿A mí o a mi compañera? no me acuerdo, siento culpa. Seguro que a mí, pero imposible acordarme de algo más. Ya tengo el cerebro frito.
Me acuerdo cuando yo estaba en la primaria, hubo una vez que hizo miles de grados, estoy casi segura que estaba en 4to grado y por alguna razón extraña fui al colegio en malla, y unos shorcitos de jean arriba, me sentía una genia. La cosa es que hacía tanto pero tanto calor que fuimos toda la escuela a la cancha y nos mojamos y llamaron a las familias para que nos vengan a buscar, así que haber ido en malla no fue tan loco como parecía. ¿Por qué ahora no se llama a las familias para que les vengan a buscar? Es la semana más caliente del mundo y no importa que el ventilador no ande y que las gotas nos caigan por las tetas. Lo importante es que se cumplan con los mil días de clase, que es mentira, porque la verdad es que están jugando a las cartas para que yo pueda hacer el registro que ya me pidieron mil veces y que a su vez supervisión lo exige ya ya ya.
Pero a nadie le importa la verdad.
La puta madre, no encuentro la regla, la larga, para trazar las líneas del registro. ¿Dónde mierda la metí? A ver si la agarraron las nenas… A no, estaba sentada sobre la regla… en fin.
Ahí viene la secre, qué querrá ahora.
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Tengo que completar ya ya ya las notas en la plataforma pedorra del gobierno, al parecer todo lo que hice ayer se borró por arte de magia. Ya quisiera yo tres meses de vacaciones.
Imposible. No hay internet en la escuela. Lo voy a tener que hacer desde casa, entre pañales, mamaderas y el otro de 3 años. No sé cómo voy a hacer. Yo no puedo creer que lo tenga que hacer desde casa, al final nadie nos paga las horas que estamos trabajando, y encima nos quieren hacer creer que esta bazofia de trabajo administrativo es pedagógico. Pedagógico las bolainas, esto es tortura. Lisa y llana tortura. Ya no sé si el grupito bardero está tramando algo o está realmente tranquilo, las nenas siguen mirando las carpetas y pegando stickers y el grupo del uno, bueno, sigue jugando al uno. Las gotas siguen cayendo entre las tetas, ya no hay atisbo de ninguna brisa que entre, por más caliente que sea y el ventilador sigue de decoración en el techo, sin andar, mirándonos desde arriba, cagándose de risa de nuestro sufrimiento.
Mientras sigo probando si hay internet, voy terminando el registro; ya casi no me queda nada, ya casi lo termino.
No, pará. Ahí se ve la señal. Agarró internet, dale dale, es tu momento, cargá las notas ya. No, la puta madre, se volvió a caer. Yo no sé por qué no hacemos los boletines como antes, tan lindo era practicar la letra para ver cómo le escribía a cada estudiante un mensaje lleno de amor. Me gustaba escribir sus nombres y apellidos en la portada. Ahora todo tecno…
Y mientras me fijo si hay internet, y trato de hacer el registro, voy repasando en mi mente los precios que encontré en Mercado Libre del fucking lápiz plantable que elegí regalarles para fin de año. Porque si hay algo que se precarizó posta son los regalitos de fin de año, en ambos sentidos del toma y daka. A mí ya no me queda un peso para regalar algo copado. En algún momento me iba al once y compraba regalitos al por mayor y un montón de veces hice artesanías re lindas, pero ahora con el registro, los boletines online, plataformas que no andan, internet defectuosa, tres pibitos en casa y la mar en coche imposible que me ponga a hacer algo. Con suerte llego a bañar al más grande.
En fin, mis regalos se empobrecieron, pero también los regalos que me hacen, si los hacen. Me gusta recibir regalos, me encanta la verdad, pero ya hace varios años que se recibe poco y nada. No sé si este fin de año ligaré con suerte algún dibujito. Mi hermana, que trabaja en jardín privado, ella sí que recibe regalos copados. Antes de que ambas seamos madres, cuando nos quedaba un resto de dinero que podíamos gastar en nosotras, ella me regalaba algo copado, sabiendo que era posible que yo no reciba nada. No es de interesada eh, solo que me gustan mucho los regalos.
Bueno en fin, si me sigo distrayendo no voy a terminar el registro. Ya son 11:30, me queda la última hora. Me tengo que apurar. Al final, les pibis vinieron al pedo hoy, no hicieron nada, jugaron y boludearon todo el día. Quizá algún freiriano me diría que eso no es hacer nada, la escuela como principal espacio de socialización cumplió su misión, fuera del alcance de la mirada y la palabra adulta, les niñes pudieron compartir un momento sin reglas, o con las suyas, y la verdad es que estuvo bueno, pienso que también necesitan algo de eso.
Pero dale, Sasa, dejate de joder y pensar y terminá el maldito registro que ahí viene la secre otra vez.
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Me falta cerrar diciembre y estoy. Levanto la vista. ¿Estoy viendo lo que estoy viendo? ¿Me hago la boluda? ¿Frente a mis ojos hay dos adolescentes chapando? ¿Es posible que esto me suceda un 7 de diciembre bajo un ventilador que no anda?
Chicos, está todo bien, pero no es el lugar ni el momento para ese tipo de demostración de amor. Los banco,los entiendo pero ubiquémonos. Siento que ya me pasó todo lo que me podía pasar en escasas cuatro horas y media que se me van volando, se me escurren entre los dedos, como las gotas que siguen rodando por mis tetas.
Finjo demencia. Trazo la última línea en el registro de 2022. Orgullosa lo miro, lo terminé. Me paso un pañuelito de manera discreta por entre las tetas, miro el ventilador. Sigue sin andar.
Enviado el 21 de diciembre de 2021.
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