Instrucción N°6
Buenos días, queridos seguidores y seguidoras de estas Máximas.
Un dolor de estómago me atraviesa al escribir esta entrega del Newsletter. En general abordo la escritura de las Instrucciones con una gran alegría: poder dialogar con colegas desde mi experiencia, tratar de acercar algún saber que pueda ser valioso para pensar el día a día de la gestión escolar es para mí motivo de felicidad, de intercambio fructífero, de sensaciones positivas. Pero no es este el caso. Tristeza, desmotivación e incerteza me invaden cuando quiero hablar del vínculo entre escuelas, madres y padres.
Formo parte de un equipo de gestión desde hace diez años, y a lo largo de esos diez años las transformaciones que he visto en relación a este vínculo distan mucho de ser auspiciosas. Judicialización de los conflictos, culpabilización de los docentes, desconfianza en la profesionalidad de los maestros, responsabilización a la escuela por ciertas cosas de las que deberían ocuparse los padres.
Algo que viene pasando mucho es que, cuando llamamos a alguna mamá o papá por dificultades convivenciales con su hijo, el progenitor suele decirme “usted haga lo que tenga que hacer, porque a mí no me hace caso”. Querido Director novel: no caigas en la trampa. Resulta que si hacés lo que pensás que debés hacer, el mismo progenitor te arma la de San Quintín. Y por hacer lo que pensás que debés hacer no sólo refiero a alguna que otra sanción, sino a facilitar conversaciones entre el alumno o alumna de marras con preceptores/profesores/directivos, algún abordaje desde el gabinete psicopedagógico, cierta derivación a Consejo Escolar de Convivencia con posible acción reparadora. En un giro argumental insospechado, el mismísimo papá que te habilitaba carte blanche para acciones educativas aparecerá para mostrarte que violaste alguna ley y que provocaste daño psicológico en el niño/niña/adolescente o que adoctrinaste.
Tal vez sea el climaterio que se cierne como negra nube sobre mis hormonas, mis hernias de disco y mis rodillas cada vez en peor estado, pero no te voy a mentir: mi diagnóstico sobre la relación entre padres, madres y escuelas es bastante deprimente. Pero de todos modos aquí estamos, colocando ánimo a la lucha y apostando a la construcción colectiva de opciones.
Instrucción Nro 6: Para madres y padres de estudiantes en el contexto de la pospandemia, there´s no place like homeAllá lejos y hace tiempo, supimos preparar con quien era mi Directora en aquellos momentos, mi querida Profesora Silvana Casalis, un Encuentro con familias indicado por el Gobierno de la Provincia de Córdoba, el cual estaba centrado en el sórdido tópico de las relaciones entre padres, madres y escuela. Recuerdo que nos apoyamos en un texto de Isabelino Siede, “Infancia y Familias”, del Seminario Educación Inicial y Primera Infancia, FLACSO. En este escrito se proponía como metáfora para entender una buena relación entre familias y escuelas la idea de yunta: un vínculo no elegido por ninguno de los dos elementos de la relación, una unión obligada, pero donde ambos tiran para el mismo lado porque hay un trabajo importante para hacer. Yo era, en esos momentos, una Vicedirectora creyente en la potencia de esta metáfora: el diálogo parecía fluir entre padres, madres y docentes y el encuentro fue todo un éxito.
Hoy el escenario es otro y tirar para el mismo lado más bien parece la excepción antes que la regla. Padres y madres piden cita para hablar conmigo y solicitar cosas, por ejemplo cambios de curso. Estas solicitudes ya han pasado por estamentos inferiores (preceptores, gabinetistas…) y yo aparezco como “la última instancia”. El motivo de estas demandas tiene que ver, en la gran mayoría de los casos, con el hecho de que el/la adolescente se ha peleado con quienes eran sus amigas/amigos de antaño y, obviamente, se siente incómodo/a en el aula. En términos organizacionales para una escuela de veinticuatro divisiones, estar cambiando chicos de curso cada vez que existen peleas con los amigos es absolutamente imposible, y así trato de comunicárselo a los padres. Ofrezco asesoramiento de nuestras psicólogas, acompañamiento desde preceptoría… Lo que llama la atención es que es bastante común escuchar estas palabras: “Bueno, nosotros sabíamos que ésta iba a ser la respuesta y nos parece bien, lo entendemos, pero queríamos venir a preguntarle para que nuestra hija vea que vinimos y cumplimos con lo que ella nos pedía que hiciéramos”.
Dice Mariano Narodowksi en su libro publicado antes de la pandemia, Un mundo sin adultos (Debate, 2016) que el tránsito hacia nuestra actual posmodernidad prefigurativa, llena de padres y madres que quieren parecer eternos jóvenes, está marcado por “los adultos (que) ya no se constituyen como ley o al menos no como una ley de referencia confiable y legítima (…) No hay responsabilidad en la creación de valores morales y el cuidado del otro no adulto se reduce a evitarle los peligros más acechantes de la vida cotidiana, pero no a brindarle una ley de inscripción de la propia identidad personal”. Unas líneas antes el autor ya nos había advertido que “la paternidad reflexiva, densa, algo conservadora y no descartable se presenta hoy como una suerte de desafío contracultural”.
En línea semejante Homero Simpson, en su encendida alocución contra ese vecino que es un padre cool al cual alguna vez admiró y ahora detesta, enfatiza: “¿Paternidad? Creo que les diré algo a los padres cool. Los padres deben ser patéticos para que sus hijos tengan algo contra qué rebelarse y volverse cool sólo lo suficiente para casarse y tener hijos para quienes ellos serán patéticos. Así es la naturaleza”.
Ambos, Homero y Mariano, dijeron estas lucideces antes del ASPO 2020. Docentes y directivos sabemos que la pandemia subió el volumen a los aspectos más complicados de la relación entre familias y escuelas. En abril de 2020, Inés Dussel advirtió que las clases virtuales estaban instalando una modalidad de enseñanza que era más bien un juego de exigencia entre adultos, y que el hecho de no cambiar de espacio traía varias complicaciones, entre ellas que los maestros se sentían demasiado observados por los padres. El maestro está para enseñar y no para parecer exitoso, advertía Dussel.
Existe hoy, en 2022, un desborde de reclamos por parte de las familias, muchos de ellos hijos del dolor y del stress post traumático, y ahí hay que saber empatizar. Pero también hay que decir que hoy en las casas se habla mal de los maestros. En la mesa familiar y en la televisión. Nos dijeron que no queríamos dar clase cuando la pandemia arreciaba y nos jugábamos los ojos, el dinero y la salud mental en una computadora o un celular 24/7. Nos dicen que adoctrinamos si osamos enseñar historia argentina en la asignatura historia argentina. Nos acusan de confundir débiles mentes infantiles si respetamos la ley de ESI. Si corregimos y retamos, somos autoritarios. Si no lo hacemos, somos hippies que no cumplimos con nuestro rol. Y como si esto fuera poco, en un mundo que ha limitado el lugar de las infancias y las adolescencias al consumo, la escuela aparece sobredemandada como espacio para todo, como el único sitio válido para que habiten las niñeces y juventudes.
Entonces, ¿qué se hace? Algunos postulan la necesidad de reformular organizaciones del sistema educativo donde padres y madres tengan participaciones más concretas y vinculantes con lo que pasa y con lo que se enseña en las escuelas. Está bueno recordar que, en la utopía sarmientina, esta postura estaba inicialmente contemplada. En efecto, el padre del aula, Sarmiento inmortal, expresó admiración por el hecho de que representantes de los ciudadanos electos a través del voto controlaran la educación pública en algunas ciudades norteamericanas. En el modelo sarmientino originario, la escuela no era la única encargada de educar, sino que otras instituciones de la sociedad civil debían estar acompañando. Sin embargo, avanzando el tiempo, el sistema educativo fue otorgando cada vez más poder al estado central y desdibujando el rol de los padres de familia, quienes sólo serían contribuyentes por medio de los impuestos. El problema de la relación sistema educativo – comunidad quedaría irresuelto, afirma Adriana Puiggrós en Qué pasó en la educación argentina. Breve historia desde la conquista hasta el presente (Galerna, 2015).
Entonces, ¿retomamos la idea de que padres y madres de familia deben tener un sitio más activo y asociado al contralor en la educación pública? Guillermina Tiramonti sostiene en su último y polémico libro (El gran simulacro, Libros del Zorzal, 2022) que en contexto de pandemia los padres y las madres organizados y organizadas significaron un impacto público muy relevante a la hora de encarnar demandas asociadas a falencias de la educación pública. Sin embargo, la misma autora advierte que padres y madres son “actores necesariamente conservadores” en tanto portadores de un sentido común vinculado a la escuela tradicional, a la cual recuerdan idílicamente a través de su propia biografía escolar. “La educación de este siglo debe construirse de cara al futuro, y no al pasado de padres de los actuales alumnos”, concluye Tiramonti.
En lo que a mí respecta, tengo algunas certezas sobre las que voy a estar realizando algunas recomendaciones.
La primera certeza es que con docentes miedosos de ser acusados, juzgados o “cartadocumenteados” la escuela no camina para ningún lado, sino que nos hundimos más.
La segunda certeza es que nadie puede trabajar si tiene encima la mirada de otro todo el tiempo: ni el médico, ni el mecánico, ni el docente.
La tercera certeza refiere al derecho que los chicos tienen a una ley justa, legítima y confiable que marce el contraste entre lo posible y lo inadmisible, una ley que permita oponerse para construir la propia ley (esta certeza la tomé prestada del libro de Mariano que vengo citando). Es decir, los chicos tienen derecho a los límites porque desde ahí construyen su identidad.
La cuarta certeza es que en este momento específico de la pospandemia tenemos que construir ciertos andamios que nos permitan transitar la escuela sin reventarnos la cabeza contra el pavimento. Tal vez estos andamios sean inútiles y haya que cambiarlos en un par de años, pero esta particular instancia requiere de instrucciones particulares. Y, en este sentido, yo creo que el mejor lugar para padres y madres el día de hoy es su propia casa, porque Directores y Directoras tenemos apuntalar la reconstrucción de condiciones laborales mínimas para nuestros docentes donde no sean mirados todo el tiempo para encontrar algún desliz o descontextualizar frases con el objetivo de subirlas en redes y mostrar que no sabemos nada. Porque tenemos, también, que recuperar la idea de umbral entre escuela y hogar, puesto que como dice Dussel la escuela es emancipatoria, un sitio donde niños, niñas y adolescentes construyen autonomía, se distancian de sus padres y madres y van armando sus propias herramientas para enfrentar al mundo. Seguimos necesitando territorialidad, decía Inés en 2020, el espacio ubicuo no es algo positivo ni para educadores ni para estudiantes y, por lo tanto, es fundamental volver a trazar fronteras entre la casa y la escuela, evitando que se confundan los vínculos.
Y en atención a esta cuarta certeza, a esta coyuntura especial que nos hemos tomado el tiempo de describir, para transitar el difícil vínculo entre escuelas, madres y padres, voy a enumerar algunos tips para Directores y Directoras que a mí me han servido mucho.
- Jamás recibas a un padre o a una madre antes de que hable con el agente educativo con el cual está enojado. Cada vez que vos salteás el orden jerárquico, se perjudica la organización entera. La Dirección no puede ser recepción de quejas que jamás han sido escuchadas por el profesor o preceptor que es el destinatario de la mismas. La única excepción a esta norma es cuando existe una presunción de delito contra la integridad de los menores.
- Habilitá maneras para que padres y madres conozcan, lean y firmen adhesión cada principio de año no sólo a los Acuerdos Escolares de Convivencia sino también al Proyecto Educativo Institucional, al Proyecto Curricular Institucional, al Ideario Escolar y otros documentos que consideres imprescindibles.
- Informá a los padres que se recibirán todas las opiniones sólo en calidad de colaboración, respetando la vía jerárquica y que no se aceptarán conversaciones que violen los principios básicos de los Acuerdos Escolares de Convivencia. Los Acuerdos Escolares de Convivencia obligan, en su cuerpo normativo, a todos los miembros de la comunidad educativa. Un padre que insulta no es una anécdota: poné en marcha las acciones previstas en el mismo documento para estos casos. No dudes en hacer denuncias en casos de amenazas o situaciones intimidatorias, ni hablar de dejar pasar acciones que caen bajo el paraguas de la violencia de género: no hacer estas denuncias crea un clima de impunidad de alta peligrosidad.
- Por favor, no andes pidiendo permiso a padres y madres para cosas que no debés pedir permiso, por ejemplo, para enseñar Educación Sexual Integral.
- No generes reuniones masivas con padres y madres de un curso o, peor aún, de todo el colegio, para explicar algo que pasó a menos que sea terriblemente necesario. Esto habilitará una red de opinión espontánea al estilo “chusmerío” que no favorecerá a nadie. Conversá con los padres estrictamente vinculados y/o con los aquellos que formen parte del Consejo Escolar de Convivencia. Poné en práctica los mecanismos y protocolos formales para la resolución de conflictos, no “agregues” participaciones buscando transparencia porque sólo vas a obstaculizar la toma de decisiones.
- Informate y formate en los temas más candentes que son los ejes del conflicto con padres y madres en estos momentos. Yo te sugiero (para empezar) bullying, Educación Sexual Integral, enseñanza de la historia reciente en jardín y primaria, obligatoriedad de la educación física en el nivel secundario, inclusión y necesidades educativas derivadas de la discapacidad. Informate también sobre los cambios de Código Civil vigente desde 2015: la supresión del concepto patria potestad, la idea del interés superior del niño, la existencia de autonomía gradual para la toma de decisiones según ciertas edades específicas son aspectos que definitivamente tenés que conocer.
- Si se puede, si hay clima y posibilidades, armá talleres y/o jornadas y/o conferencias con padres y madres donde la escuela socialice algún material que pueda comportar actualización académica en algunos de los aspectos mencionados anteriormente, para compartir herramientas que permitan (por ejemplo) que se deje de llamar bullying a cualquier pelea estándar entre niños o adolescentes.
- Antes de responder a una solicitud de algún padre o madre, tomate tiempo para pensar y conversar con tu equipo, para observar las consecuencias posibles. Recordá que toda excepción que hagas será tomada como precedente para próximas solicitudes, en una especie de efecto dominó difícil de detener.
- Cada reunión con padres y madres debe tener actas escritas que la respalden y sean firmadas por todos los presentes, ya sé que puede ser engorroso, pero en las épocas que vivimos es fundamental. Recibí a padres y a madres siempre con alguna compañía, vicedirectora, secretaria, preceptora, maestra, etc. Si los padres se niegan a firmar, recordá que en los espacios escolares la firma del secretario oficia como la de un escribano público.
Como Director o Directora, tu principal misión no es que padres y madres estén felices, sino que los y las docentes puedan trabajar en paz.
Te parecerá un poco básico, pero garantizar el derecho a la educación puede convertirse en un lema abstracto si no asumimos que, si los docentes no pueden dar clases en condiciones de mínima tranquilidad, no habrá acto educativo alguno. Y cuando algún padre o madre te diga “usted tranquilo, haga lo que tenga que hacer”, no temas en responderle que por supuesto que lo harás, pero le pedís que él/ella también haga lo que tiene que hacer, que viene siendo enseñar a su hijo o hija a respetar a sus docentes, porque son quienes día a día se rompen el alma en el colegio para garantizar su derecho a la educación.
Un beso enorme y nos estamos leyendo en junio.
Vipi.-
Enviado el 2 de mayo de 2022.
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