Trump vs. la educación: desfinanciar para disciplinar

Graffitti del artista EvyRein (en Instagram: @evyrein_official) en Padua, Italia

A pocos días de asumir su segundo mandato, Donald Trump embistió a las escuelas estadounidenses con cambios curriculares en línea con el neofascismo en el que se enmarca. Eliminación de contenidos sobre educación sexual, fomento de la educación patriótica y asfixia presupuestaria y cárcel para quienes incumplan la nueva norma,

El 29 de enero el presidente norteamericano, Donald Trump, firmó un decreto que prohíbe la enseñanza de perspectivas que fomenten la equidad y contenidos vinculados a la identidad de género en las escuelas. Las consecuencias de que las instituciones educativas hagan caso omiso de estas normativas son, nada más y nada menos, la eliminación del financiamiento a través de los fondos federales. 

Esta definición se enmarca en un serie de políticas (educativas, migratorias, culturales, sanitarias) que tienen como objetivo redefinir los horizontes ideológicos de Estados Unidos. En el poco tiempo que lleva en su nueva gestión, Trump avanzó con una dura línea en materia migratoria, deportando a miles de inmigrantes; como así también en una feroz batalla contra los colectivos LGBTQ+, no sólo discursivamente, sino también a través de definiciones concretas como lo fue suspender el apoyo financiero a refugios de mujeres y personas del colectivo de la diversidad. Sin dudas que el camino que está tomando el Gobierno de Trump no sorprende, pero sí debe permitirnos cuestionar las consecuencias educativas, sociales, culturales y en materia de derechos que este tipo de medidas tienen en el corto y largo plazo. 

¿Por qué nos interesa lo que está pasando en Estados Unidos en materia educativa? Básicamente porque todas las políticas norteamericanas tienen un impacto real sobre todo el mundo. Partiendo de un “efecto contagio” o intentos de imitación que puede surgir de aliados ideológicos del gobierno de Trump -como lo es Javier Milei en nuestro país-; como así también la importancia que tienen diversos organismos norteamericanos en el fomento y financiamiento de distintas iniciativas en todo el mundo. Un ejemplo de ésto es la USAID (United States Agency for International Development), un organismo que tiene como objetivo fomentar el desarrollo y la cooperación con los países del mundo. Entre sus principales líneas de acción, se encuentra el financiamiento de proyectos educativos y culturales, los cuales van a verse influidos por el giro ideológico radical que está emprendiendo Estados Unidos. 

¿Sin fondos y sin derechos?

Los alcances de la reforma educativa estadounidense se pueden resumir en seis puntos principales (los fragmentos extraídos del original en inglés son de traducción propia):

  1. Se deben eliminar los contenidos curriculares que estén relacionados con lo que denomina como “teorías de equidad discriminatoria” que, según el propio decreto, es una ideología que “trata a los individuos como miembros de grupos preferidos o desfavorecidos, en lugar de tratarlos como meros individuos”. Se argumenta que en los últimos años se empezaron a implementar en las escuelas ideologías y prácticas que “obligan a niños inocentes a adoptar identidades como víctimas u opresores únicamente basándose en su color de piel”. 
  2. Prohibir que docentes y trabajadores no docentes de las escuelas, permitan o promuevan que niños y niñas realicen cambio de nombres, pronombres o en su apariencia física dentro del ámbito escolar. Se sostiene que en las escuelas “se hace que jóvenes cuestionen si nacieron en el cuerpo equivocado”.
  3. Establece la protección del derecho de los padres con respecto a las políticas implementadas y a los contenidos que se imparten en las escuelas. El decreto es muy claro sobre y establece que cualquier interferencia de las escuelas con el derecho de una familia a la información sobre el plan de estudios, los registros académicos, etc., generará automáticamente el retiro de los fondos federales. 
  4. La implementación de la llamada “educación patriótica” que es aquella que enseña “una presentación de la historia de EE.UU basada en: Una caracterización precisa, honesta, unificadora, inspiradora y ennoblecedora de la fundación y los principios fundamentales de Estados Unidos; Un examen claro de cómo EE.UU ha crecido admirablemente más cerca de sus nobles principios a lo largo de su historia;  El concepto de que el compromiso con las aspiraciones de EE.UU es beneficioso y justificado; y El concepto de que la celebración de la grandeza y la historia de EE.UU es apropiada”.
  5. Se reinstaura la “Comisión Asesora 1776”, un organismo que había sido creado bajo la anterior gestión de Trump y que fue eliminada por el gobierno de Biden. El objetivo de este organismo es promover la educación patriótica y velar por el cumplimiento de lo establecido en el decreto. 
  6. Se establece la coordinación con fiscales estatales y locales, con el objetivo de sancionar posibles incumplimientos de la norma, pudiendo incluso “presentar acciones apropiadas contra maestros y funcionarios escolares que violen la ley”.

El decreto establece que el incumplimiento de cualquiera de las disposiciones establecidas, genera la suspensión del financiamiento. Si bien el peso del financiamiento federal depende de cada estado, es posible afirmar que -al menos en la mitad de las jurisdicciones en Estados Unidos-, el financiamiento federal tiene una gran relevancia para la subsistencia de las instituciones.  

El sistema educativo norteamericano es bien distinto al nuestro. Pero a los fines de esta nota basta con saber que, si bien los diferentes estados subnacionales tienen un rol preponderante en la definición de la política educativa, el gobierno de Washington tiene la potestad de definir políticas nacionales para el conjunto del sistema, como así también, la capacidad de incidir en cada uno de los estados a través del financiamiento. Esto último es lo que está haciendo Trump con esta reforma: el gobierno federal establece lineamientos curriculares y se garantiza el cumplimiento de los mismos a través del mecanismo de la financiación (si los estados cumplen, reciben el financiamiento; si no cumplen, no lo reciben). Es decir, el Estado federal podría generar, con su política de asfixia económica, que muchas escuelas deban cerrar sus puertas si no cumplen con la nueva normativa. 

¿De qué hablamos cuando hablamos de Estados Unidos?

Quizás, en estos tiempos actuales de inmediatez, donde todo se diluye a la velocidad de un scrolleo, cabe hacer un ejercicio de memoria para entender qué país es el que va a implementar esta reforma educativa. 

Estados Unidos fue el escenario de incontables historias de discriminación racial. Desde el surgimiento del Ku Klux Klan, el movimiento supremacista blanco que a mediados y finales del 1800 se dedicaba a perseguir, atemorizar y hasta torturar y asesinar afrodescendientes, judíos, homosexuales y a cualquier persona que decidiera defenderlos; pasando por la creación de las “ciudades del atardecer”, aquellas que entre 1890 y 1940 (y algunas hasta 1960) expulsaban a la población afrodescendiente, permitiéndoles trabajar en ellas pero no residir; trayéndonos rápidamente a la actualidad, donde un afroamericano tiene tres veces más posibilidades de morir a manos de la policía que un ciudadano blanco (creo que nadie va a poder olvidar las imágenes del asesinato de George Floyd en el estado de Minneapolis). Pero para la administración de Donald Trump, hablar, enseñar y reflexionar sobre el supremacismo blanco y la discriminación racial es obligar “a niños inocentes a adoptar identidades como víctimas u opresores únicamente basándose en su color de piel”.

También se trata del país donde se llevó a cabo la revuelta de Stonewall, que fue la respuesta del colectivo LGBTQ+ a la violenta redada policial que tuvo lugar el 28 de junio de 1969 en el boliche “Stonewall Inn”, un bar LGBT de Nueva York; el país donde, a contramano del resto del mundo, en el 2022 la Corte Suprema de Justicia revocó un fallo que garantizaba el derecho al aborto; donde 1 de cada 3 mujeres (el 35,6%) en algún momento de su vida sufrió violencia sexual, física o acoso por parte de alguna pareja. Pero para Donald Trump, la educación sexual busca generar que los jóvenes se cuestionen si nacieron en el cuerpo equivocado, como si fuese posible obligar a alguien a sentirse quien no es. 

La historia de una sociedad no habla necesariamente de su presente, siempre y cuando el pasado sea recordado, enseñado y transmitido en un ejercicio constante de reconocimiento de los errores -y los horrores- cometidos para no volver a repetirlos.

Cercenando derechos, empobreciendo la educación

Para responder la pregunta de cómo afecta la prohibición de determinados contenidos curriculares a la formación de futuras generaciones será necesario esperar. Pero no sería muy erróneo inferir que esto llevará, necesariamente, a la privación de derechos de miles de niñas y niños, en materia de educación pero también en la posibilidad de explorar la propia identidad en un marco de respeto, comprensión y empatía. No sería difícil esperar que la discriminación racial vaya en aumento y que cada vez más niños y adolescentes afrodescendientes deban aprender que a la hora de encontrarse con un policía deben alzar las manos y hacer movimientos lentos. Asimismo, no es difícil imaginar que el trabajo de los y las docentes estará aún más bajo la lupa, bajo un escrutinio constante cuya consecuencia podría ser, nada más y nada menos, que enfrentar acciones legales. Madres, padres y familias pasarán a tener un rol preponderante en la educación de sus hijos, pero ¿quién controla que los mismos estén capacitados para emprender esa tarea? ¿Por qué el derecho de las familias a opinar sobre la educación de sus hijos se impone ante el interés superior de niñas y niños?
La escuela es el lugar donde, fuera de su hogar, las infancias pasan mayor tiempo durante los primeros 17/18 años de su vida; es la institución responsable de acompañar el desarrollo de pensamiento crítico; quien tiene a su cargo la tarea de formar ciudadanos y ciudadanas. ¿Qué podemos esperar de una sociedad en la que su educación se ve puesta en jaque mediante un disciplinamiento por la vía presupuestaria ? ¿En qué idea de libertad se embanderan cuando lo que proponen es una educación sesgada y condicionada? Me atrevo a decir que estos “nuevos” discursos disfrazados de libertad, no son más que un mecanismo que busca naturalizar una ideología dominante. 

Tal vez, en lo que debiéramos trabajar es en la construcción de pensamientos críticos y reflexivos, que cuestionen los entornos sociales construidos, que discutan con los discursos rimbombantes pero vacíos y que se enfrente a todo aquello que implique el cercenamiento de derechos. Y que lo haga  a través de una pedagogía de la empatía y la compasión.

Publicada el 5 de febrero de 2025


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Julieta Sayar

Es docente y licenciada en Relaciones Internacionales. Hace 10 años se dedica a trabajar en temas vinculados a la educación, y es militante del Frente Educativo de El Hormiguero.

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